Un creciente desprecio
por los derechos humanos |
El uso de las palabras como maquillaje para ocultar la
verdad y no para acercarse a ella caracteriza la alarmante
situación del respeto a los derechos humanos en el mundo. El
último informe de Amnistía Internacional así lo manifiesta
al denunciar la resurrección y el incremento de las torturas
al calor de la llamad a guerra internacional contra el
terrorismo. La acusación principal es contra EEUU que
pretende definir la tortura para poder utilizarla
impunemente. “Se está gestando una nueva y peligrosa agenda
en la que los gobiernos usurpan el lenguaje de los derechos
humanos para, en su nombre, redefinir incluso la tortura
para hacerla admisible”, denuncia la organización mundial
defensora de los derechos humanos. Irene Khan, su secretaria
general, en la presentación del Informe 2005 ha llegado a
calificar la base estadounidense de Guantánamo como “el
gulag de nuestro tiempo”.
También la Unión Europea ha sido denunciada por serios
atentados contra los derechos humanos a causa de la lucha
antiterrorista desde el 11-S. Tanto EEUU como la Unión
Europea han reaccionado con virulencia contra el informe. En
América el propio Bush ha osado decir que el informe es
absurdo porque se basa en declaraciones de gentes que odian
a EEUU y el vicepresidente Cheney ha sorprendido con la
paradoja de no tomarse en serio el informe y al mismo tiempo
sentirse ofendido. En la UE, el coordinador de la lucha
antiterrorista, Gijs De Vries, ha reaccionado acusando a
Amnistía Internacional de preocuparse por los derechos de
los terroristas y no por los de las víctimas.
Recapitulemos y analicemos porque en tiempos de banalidad y
estupidez hay que recordar constantemente lo que es obvio.
Dejando de lado la desfachatez de Bush, que pretende
mantener que “EEUU es un país que defiende la libertad en el
mundo”, invadiendo países, las refutaciones de De Vries
rozan el mayor desconocimiento de por qué se definieron y
proclamaron los derechos humanos. No se trata de los
derechos humanos de los terroristas, que también, porque en
ningún lugar de la legislación internacional se establecen
categorías de seres humanos que no gozaran de derechos, sino
de los de todos los ciudadanos. Si cualquier ciudadano tiene
derecho a no ser considerado culpable hasta que se demuestre
lo contrario por un tribunal legítimo con garantías
procesales, cualquier sospechoso de actuación terrorista o
cómplice no puede ser colocado en la situación “diferente”
de “terrorista”, prescindiendo de sus derechos a no ser
maltratado, a presumir su inocencia, etc. Lo contrario es
fascismo. ¿Quién decide antes que los tribunales que alguien
ha de ser tratado de forma diferente?
En nombre de los derechos humanos se están socavando los
derechos humanos, denuncia Amnistía Internacional. En nombre
de la libertad (sólo de la palabra libertad no de la
realidad que es libertad), se está estableciendo un
“creciente desprecio por el derecho internacional y las
normas internacionales de derechos humanos en la guerra
contra el terrorismo”. La muestra más palpable es el recurso
a la tortura no ya para obtener información sino para
anihilar (reducir a nada) a los enemigos, como ha quedado
patente en los escalofriantes casos de vejaciones y sevicias
ocurridos en Guantánamo, Abu Ghraib en Iraq y Bagram en
Afganistán.
No sólo ha habido numerosos casos de torturas desde el
fatídico 11-S. En ochenta países se han establecido
restricciones a la libertad de reunión, asociación y
expresión, y en más de cuarenta se ha encarcelado a personas
sin acusaciones ni perspectiva de juicio. Imagínese, por
ejemplo, que su rostro es parecido al de un sospechoso de
actuación terrorista, lo detienen y a partir de ese momento
usted carece de derechos y hacen con usted lo que quieran en
nombre de la “cruzada” contra el terrorismo. Por eso todos
los derechos son para todos.
La vida no es una pantalla de televisión como aquel filme
del Show de Truman en la que los espectadores ven todo lo
que ocurre y puede determinarse con facilidad la
responsabilidad y autoría de los hechos. Por eso necesitamos
los derechos humanos. O es el retorno a la pura barbarie. Y,
para quien tema que este escrito es una solapada defensa de
los terroristas, añadiré que no hay causa, ideario, ni credo
en el mundo que justifique la muerte, lesiones o humillación
de cualquier ser humano, del más despreciable ser humano que
pueda haber y que, por tanto, ningún terrorismo se sostiene
ni es justificable. Es más, es abominable y despreciable y
hay que combatirlo, pero con las de la ley, con todo el
derecho de nuestra parte.
Xavier Caño
CCS - España
3 de junio de 2005
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