El movimiento sindical del
país no sólo se ocupa de hacer campaña en favor de los
derechos de los trabajadores y las trabajadoras y en
contra de la privatización, sino que está también en la
vanguardia de la lucha por los derechos humanos y la
justicia social. Debido a este trabajo, los
sindicalistas se han convertido en blanco principal de
la violencia, acusados por las fuerzas armadas o sus
aliados paramilitares de actividades revolucionarias.
Asimismo, los grupos armados de oposición, como las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
también han sometido a abusos contra los derechos
humanos a los sindicalistas.
Desde
el 2000 han sido víctimas de homicidio más de 750
sindicalistas, y al menos un centenar más han
"desaparecido". Sólo en 2005 fueron muertos o
"desaparecieron" 73 sindicalistas, y más de 200
recibieron amenazas de muerte. Más
recientemente, el 2 de marzo de 2006,
Héctor Díaz Serrano,
miembro del sindicato de trabajadores del petróleo Unión
Sindical Obrera, murió, alcanzado por disparos, cuando
se dirigía al trabajo. Esa mañana, el periódico
Vanguardia Liberal había informado de que un grupo
paramilitar que se hacía llamar Comando Regional del
Magdalena Medio había emitido una declaración en la que
amenazaba con matar a sindicalistas y otros activistas
sociales que se presentaran a las elecciones al Congreso
del 12 de marzo de 2006.
En los últimos años, Amnistía
Internacional ha documentado también muchos casos de
detención arbitraria de sindicalistas y otros activistas
sociales por las fuerzas de seguridad. Estas detenciones
se han practicado a menudo sobre la base de datos
proporcionados por informantes militares a sueldo, no de
investigaciones imparciales de las autoridades
judiciales. Muchos de estos activistas han sido puestos
posteriormente en libertad por falta de pruebas, pero a
algunos los han matado o amenazado poco después de
quedar libres. Estos sucesos han hecho temer que las
fuerzas de seguridad estén menoscabando deliberadamente
el trabajo legítimo de los sindicalistas,
desacreditándolo por medio de acciones judiciales y,
cuando éstas no dan resultado, de agresiones físicas,
perpetradas la mayoría de las veces por paramilitares.
El Día Internacional del
Trabajo, Amnistía Internacional quiere recordar la
difícil situación de los sindicalistas colombianos, que
sufren de manera especial el conflicto armado. Con tal
fin, la organización pone de relieve el caso de los
sindicalistas del departamento de Arauca, zona petrolera
del nordeste del país. Samuel Morales y
Raquel Castro fueron detenidos el 5 de
agosto de 2004 y acusados de "rebelión" en enero de
2005. En la misma operación murieron por disparos del
ejército tres sindicalistas más: Héctor Alirio Martínez,
Leonel Goyeneche y Jorge Prieto.
Investigaciones posteriores
han determinado que los soldados sacaron a los tres por
la fuerza de una casa y les dispararon por la espalda.
También han revelado que la afirmación de que las
víctimas habían abierto fuego contra los soldados es
falsa. Se han presentado cargos contra cuatro militares
y un civil por los homicidios. Sin embargo, a pesar de
que estos hechos arrojan serias dudas sobre su
detención, Samuel Morales y
Raquel Castro continúan encarcelados.
Raquel Castro
pertenece a la Asociación de Educadores de Arauca,
a cuyos dirigentes las fuerzas de seguridad han sometido
a registros y detenciones arbitrarias y los grupos
paramilitares respaldados por el ejército a reiteradas
amenazas de muerte y homicidios. Samuel Morales,
ex educador, es presidente de la sección de Arauca de
una confederación nacional de sindicatos.
Durante su encarcelamiento,
Samuel Morales y su familia han
recibido amenazas de muerte. Según informes, el 29 de
julio de 2005, cuando se hallaba bajo custodia en una
comisaría de policía de la localidad de Saravena, en
Arauca, el comisario le dijo que sabía dónde trabajaban
sus hermanas, Omayra, Gladys y Matilde Morales, y dónde
encontrar a su esposa. Los informes indican que el
director de un hospital local ha sido presionado por
agentes de la policía para que despida a la esposa de
Samuel simplemente por estar casada con él.
El 21 de septiembre de 2005,
entre las diez y las diez y media de la mañana, la
secretaria del colegio donde Gladys y Omayra Morales
trabajaban, recibió una llamada telefónica de un hombre
que dijo ser del grupo paramilitar Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC). El hombre le pidió que dijera a
Gladys y a Omayra que tenían 72 horas para marcharse del
departamento, que los miembros de la familia de Samuel
Morales eran objetivo militar del grupo y que debían
desaparecer de Arauca.
En la secretaría del colegio
donde trabajaba Matilde, en el municipio de Arauquita,
se recibió una amenaza de muerte similar por teléfono
entre las diez y media y las once de la mañana.
Amnistía Internacional teme
que la detención de Samuel y Raquel forme parte de una
estrategia conjunta militar y paramilitar para
menoscabar la inestimable labor de los sindicalistas,
los defensores y defensoras de los derechos humanos y
otros activistas sociales de Arauca. Incluso si son
puestos en libertad, están expuestos a que quienes han
amenazado a Samuel y a su familia los maten.
Sólo si se toman medidas
decisivas para poner a disposición judicial a quienes
sometan a los sindicalistas a abusos contra los derechos
humanos se podrá abordar de manera significativa la
crisis de derechos humanos de que son víctimas estas
personas en Colombia. En la actualidad existe impunidad
en más del 90 por ciento de los casos de abusos contra
los derechos humanos de sindicalistas.
Amnistía Internacional pide a
los miembros del movimiento sindical internacional que
continúen mostrando solidaridad con sus compañeros de
Colombia e insistan en que los gobiernos de sus
respectivos países ejerzan presión sobre las autoridades
colombianas para que tomen medidas con que poner fin a
los homicidios y la persecución de sindicalistas y
activistas.
Amnistía Internacional
3 de mayo de 2006