Los gobernantes pretenden colocar a
la memoria en un congelador, buscando con eso, paralizar el cúmulo de rebeldía
que ella contiene. Pretenden imponer límites que establezcan cuándo, cuánto y
cómo recordar.
A quién se recuerda y a quién se
olvida.
A quién se nombra y a quién se
silencia.
A qué víctimas y a qué familiares la
memoria oficial prestará homenaje, y quiénes serán los olvidados por el
oficialismo
Convivimos con los que quieren
suprimir, aplastar la memoria hasta domesticarla, haciendo que, junto a los
desaparecidos, también desaparezcan sus sueños.
Están aquellos que, desde sus
gabinetes del poder, secuestran la memoria, la negocian vendiendo gato por
liebre y se presentan como campeones de los derechos humanos.
Ellos sufren de “memoria selectiva”,
tan selectiva que se transforma en “memoria inofensiva”, “memoria transgénica”,
incapaz de fertilizar la tierra regada con la sangre de aquellos que cayeron sin
jamás transigir con lo que creían o por lo que luchaban.
Otros colocan a la memoria en un
florero, para decorar sus ambiciones personales y disimular sus sistemáticas
segundas intenciones.
Nosotros privilegiamos la memoria
que da el nombre propio de las utopías en las que creemos y por las cuales
continuamos luchando.
¡Es la vida en su cotidianeidad,
lugar privilegiado de la rebeldía!
¡Es la vida con su resistencia, sus
proyectos, acciones y poesías!
Que se levanta de todas las derrotas
y que reúne todas las banderas rotas y hechas jirones por tantas y tantas
batallas.
No para guardarlas en un museo de
memorias inmaculadas, sino para retornar con ellas, una vez más, a la lucha, a
los combates…
¡No seremos cómplices de los
asesinos de la memoria!