Argentina

                          

Con Estela Carlotto, de Abuelas de la Plaza de Mayo

Todos los terroristas de Estado serán sometidos a la justicia

El pasado 22 de octubre se recordaron los 29 años del nacimiento de Abuelas con una jornada de encuentros, recitales y ambiente festivo en la propia Plaza de Mayo, allí donde comenzaron a caminar unas “locas” que desafiaron la racionalidad del miedo y conmovieron al mundo denunciando a cara limpia a los genocidas argentinos. Estela Carlotto es la presidenta de Abuelas y accedió a dialogar con Sirel cuando, en Argentina, arrecian las amenazas contra los testigos en los juicios a los asesinos y aún se desconoce el paradero de uno de ellos, Julio López, desaparecido desde hace un mes.

 

 

-¿Cómo comenzaron las Abuelas de la Plaza de Mayo?

-Fue un grupo de doce “abuelas fundadoras” –como las consideramos– que realizó en 1977 una acción en conjunto presentándole a un funcionario del exterior un documento sobre la desaparición de niños en Argentina. Ya había algunas abuelas caminando y haciendo otras cosas de forma no orgánica, pero el grupo fundacional empezó de esa manera y en esa fecha: el 22 de octubre de 1977. Ahora, un grupo de amigos, actores, actrices, músicos, plásticos y otros que nos quieren mucho, comenzaron a pensar hace algunos meses en homenajearnos, e inventaron una frase que fue la que presidió todo el acto: “Gracias, Abuelas”. Fue un día de sol, precioso, y una fiesta linda en Plaza de Mayo. Hubo varios shows y presentaciones artísticas en un escenario levantado por el Estado. Fue una convocatoria dirigida a la familia y a los jóvenes, porque los organizadores entendieron que nuestros hijos ya están casados, tienen sus hijos, y esta fiesta debía ser para ellos. Hubo muchísima gente durante toda la tarde y la noche, y nosotras, con el grupo Miranda sobre el escenario, cerramos el acto agradeciendo todo eso.

 

-Participó también el nieto recuperado más recientemente…

-Sí, Marcos Suárez, a quien hemos recuperado hace muy poco y apenas empieza a internarse en su verdadera historia, estableciendo contacto con sus familiares. En nombre de todos los nietos recuperados, él nos entregó una placa recordatoria. Para nosotras, verlo ahí, tan enterito, siendo que pasó toda su vida en la mentira, nos parece un milagro. Pero quiero comentar otra cosa que me ocurrió personalmente. Estaba con las demás Abuelas, mirando la Plaza transformada en una fiesta, y me parecía ver las marcas de nuestras pisadas durante estos 29 años de historia. En cierto momento reviví los primeros tiempos, cuando estábamos muy solas, muy incomprendidas, cuando desde el Estado se nos llamaba “terroristas” y “locas”, cuando se nos acosaba porque éramos molestas y corríamos el riesgo de desaparecer.

El pasado 22 de octubre, mirando esas baldosas, pensé que desde entonces no he parado de caminar, y hasta he caminado por el mundo, porque las Abuelas estamos en todo el país y en todo el mundo difundiendo, recordando, activando la memoria universal porque lo que ocurrió aquí no debe olvidarse.

 

-¿Cómo fue su primera caminata en la Plaza de Mayo?

-Tenía mucho miedo, terror. Como buena maestra y mujer de mi generación, no había participado en ningún partido político, tampoco tenía experiencia de manifestaciones, marchas o protestas. Era más bien producto de una educación que me hacía sumisa, acatadora de un comportamiento por el cual no se hablaba de las dictaduras en Argentina. Ese día sentí mucho miedo, las armas nos apuntaban, los perros se nos venían encima, había caballería y hasta tanques en las esquinas. Parecía un ejército mirando a estas mujeres que estábamos allí. La verdad es que temblaba. Las otras Abuelas, más expertas, que estaban antes que yo, me sostenían diciéndome que no tuviese miedo, que no nos pasaría nada. Y caminé, y caminé… El pasado 22 de octubre, mirando esas baldosas, pensé que desde entonces no he parado de caminar, y hasta he caminado por el mundo, porque las Abuelas estamos en todo el país y en todo el mundo difundiendo, recordando, activando la memoria universal porque lo que ocurrió aquí no debe olvidarse. Así que, se me agolparon todas esas sensaciones, una mezcla dura y alegre, tierna y muy triste, porque uno se pregunta: ¿por qué estoy acá? Y es porque nos falta alguien, y ese otro alguien es el nieto que todavía, personalmente, no encontré.

 

-¿Cómo impacta en usted que, cuando aún quedan centenares de niños desaparecidos por encontrar, se vuelvan a producir desapariciones como la de Julio López?

-La ausencia de López es un dolor y una preocupación para todos, es muy fuerte. Es probable que algunos estén sonriendo, satisfechos, pero la enorme mayoría de la sociedad argentina, el Estado nacional y provincial, lo buscan y lo reclaman. Los gobiernos han puesto a disposición todas las herramientas posibles para averiguar algo sobre su paradero, pero no se sabe absolutamente nada. Ya ha pasado más de un mes, y es mucho tiempo para mantener la esperanza de que pueda estar escondido, perdido, en fin, algo que podría haberle pasado a cualquier ser humano. López fue uno de los testigos clave en el juicio contra el genocida Etchecolatz,1 un asesino carnicero a quien él vio matando a sus propios compañeros. La otra posibilidad es que lo haya secuestrado lo que yo caratulo de “mafia”, porque no sabemos quiénes son, pueden ser mercenarios, uniformados, “grupos de tareas” autónomos, cosas que todos sospechamos que aún pueden estar funcionando, y que lo han tomado como rehén para imponer el miedo y evitar que se haga justicia. Recordemos que en Argentina las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final impedían que los asesinos, los torturadores, los ladrones de niños fueran condenados. Ellos transitaban libremente por la calle y nosotros no podíamos hacer absolutamente nada más que preguntar: ¿por qué?, ¿por qué no hay justicia? Estas leyes han sido declaradas inconstitucionales y ya hubo dos juicios ejemplares, el primero a un asesino llamado “El Turco Julián”,2 y el segundo a Etchecolatz, que fue Jefe de la Policía de Buenos Aires durante la dictadura. Los asesinos que todavía están en las sombras, los que aún no han sido juzgados, a pesar de que nos amenazan, de que mandan cartas intimidantes a jueces y testigos, saben que tarde o temprano la justicia les llegará a ellos también, y lo quieren impedir a la manera de antes. No son muchos, ya no detentan grado militar ni autoridad alguna, pero están cooperando entre ellos para que la justicia no se imponga. Es bastante evidente, porque hace pocos días hubo por segunda vez una reunión en una plaza pública, bastante céntrica, donde militares y policías retirados, y otros más jóvenes aún en actividad junto a algunos de sus familiares, han vivado a Jorge Rafael Videla, autor del golpe de Estado de 1976, y han reivindicado el terrorismo de Estado. Uno de ellos, inclusive, cuya existencia miserable me incumbe mucho, porque fue uno de los que allá por 1977, cuando fui a pedirle por la vida de mi hija Laura, me dijo que no buscara porque los mataban a todos. Este hombre, Reynaldo Bignone,3 que está libre por esas cosas de la justicia argentina pero que debe regresar a la cárcel, instó a los jóvenes de su misma calaña deleznable a que culminaran la tarea que ellos no pudieron terminar, o sea a seguir torturando, matando, etcétera. Este hombre ya merece estar en la cárcel por haber incurrido en apología del delito. Son pocos, pero tan malos –no deben ni dormir con tal de hacer el mal– que pueden todavía accionar, como en este caso de Julio López que tal vez fue secuestrado para silenciarlo. Mi respuesta –y creo que es la de la mayoría de la sociedad y la de todos los organismos de derechos humanos– es que se equivocaron, que lo liberen porque no vamos a dejar de luchar y no les tenemos miedo. Van a ser juzgados y condenados por la ley, como se merecen.

 

-¿Cómo observa las diferencias en cómo se ha tratado el tema derechos humanos entre Argentina y otros países de América Latina? En Uruguay, por ejemplo, recién se empieza a juzgar a los secuestradores y asesinos de la dictadura.

-Cada país que ha padecido una dictadura ha resuelto el problema a su manera. Se ha hecho diferente en Argentina, en Chile, Uruguay o Paraguay, Bolivia, Brasil, El Salvador, cada uno ha intentado resolver las cosas a su manera. Argentina ha sido la vanguardia en este tema, porque nunca dejamos de trabajar fervientemente en la búsqueda de nuestros hijos y nietos, en defensa de los presos políticos por medio de organismos que existen y con los cuales trabajamos de manera coordinada. Acá tuvimos una respuesta única, que no la tuvo Chile, por ejemplo, donde recién se está empezando a hacer cosas que nosotros hicimos hace diez años. En el caso de Uruguay la Ley de Caducidad4 fue terrible, terrible, porque se les negó a los uruguayos el derecho a la justicia. Pero así como se sancionan las leyes se pueden anular, y hoy las condiciones del país han cambiado; se percibe que hay una decisión política del gobierno de Tabaré Vázquez de hacer justicia, así que seguramente se retomará ese camino. Pero si esa ley sigue vigente y el Estado no actúa, todo permanecerá como está. Uno no puede esperar ni desear que todos hagan como nosotros, porque cada situación es diferente, cada sociedad tiene su historia, sus tradiciones, su sensibilidad, sus tiempos, de manera que lo que uno puede desear es que de alguna manera logren poner a esos personajes siniestros en la cárcel como corresponde. No olvide que si bien en Argentina hubo un juicio histórico, allá en 1985,5 los indultos y leyes de amnistía posteriores nos sometieron a casi 20 años de impunidad, lo que profundizó el drama que habíamos vivido como sociedad. Ellos creyeron que ya habían zafado y continuaron organizados. Por eso se produce esta respuesta de ahora, y como ya no tienen leyes de la ignominia que los salven, desde las sombras, cobardemente, quieren imponer el miedo.

La búsqueda de los nietos es individual ya que se trata de chicos que están en diferentes lugares, con diferentes apropiadores y viven en circunstancias muy variadas. Desde hace tres años hemos montado una Red Nacional por el Derecho a la Identidad, en el marco de una comisión integrada por Abuelas y por el Estado.

 

-¿Los nietos que siguen encontrando son “hallazgos” de investigaciones que ustedes realizan o se trata más que nada de personas que sospechan ser hijos de desaparecidos y se presentan espontáneamente ante ustedes para despejar la duda?

-La búsqueda de los nietos es individual ya que se trata de chicos que están en diferentes lugares, con diferentes apropiadores y viven en circunstancias muy variadas. Desde hace tres años hemos montado una Red Nacional por el Derecho a la Identidad, en el marco de una comisión integrada por Abuelas y por el Estado. Esta Red ha fijado locales en las capitales de todas las provincias del país para recibir en ese lugar a los chicos que dudan de su identidad, escucharlos y resolver su situación porque efectivamente pueden ser hijos de desaparecidos. Por otra parte, las personas que consideran que tienen algo para contar relacionado con este tema, pueden ir a estos lugares que son espacios pluridisciplinarios porque hay psicólogos, personal de las defensorías y de asociaciones civiles solidarias, es decir, un equipo idóneo para hacer este trabajo que es muy delicado. Es cierto, hay muchísimas presentaciones espontáneas, chicos que vienen con temor, con angustia, pero que tienen dudas. Se coordina por medio de la justicia una extracción sanguínea cuyos resultados se comparan con los datos de los familiares que esperamos encontrar a nuestros nietos y que están registrados en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Si se encuentra su identidad, se le comunica y comienza el proceso de integración con su familia biológica. Otros son chicos que ignoran lo que ocurrió o tienen miedo de saber y están mentalmente muy “apropiados” por los ladrones todavía, a pesar de ser ya hombres y mujeres. A veces nos llegan denuncias con indicios muy fuertes de la apropiación, y para esos casos tenemos equipos muy preparados y experimentados que investigan. Somos una organización muy fuerte, muy rigurosa, y si estos equipos que trabajan en la intimidad llegan a probar o a tener la total convicción de que se trata de chicos desaparecidos, entonces se presenta el caso ante la justicia porque en general ellos rechazan hacerse voluntariamente un análisis de compatibilidad genética. Si todavía se niegan y desacatan la orden judicial, recientemente se ha empezado a recurrir al procedimiento de retirar de los domicilios materiales susceptibles de contener restos orgánicos útiles para realizar las pruebas necesarias, me refiero a cepillos dentales, ropa con restos de piel, igual a cómo se ve en las seriales de televisión. Tenemos ya dos casos en los cuales se comprobó la verdadera identidad de esta forma, si se quiere, compulsiva.

 

-¿Cómo es el proceso de adquisición de la verdadera identidad, ahora que ya no se trata de niños y niñas, sino de adultos?

-En algunos casos es rapidísima, a veces hasta en el mismo día se encuentran en nuestra casa con sus abuelos o abuelas, u otros familiares, y viven esa experiencia única que es encontrar la verdadera identidad. En otros piden tiempo, piden pensarlo, y se les da todo el tiempo que necesiten, nada es obligatorio más allá de retomar su verdadero nombre y conocer su identidad. Ellos son las víctimas, y los procesos son personales. A la larga todos llegan a optar por su verdadero nombre, por conocer a su familia biológica, por conocer la historia de sus padres biológicos. Como ellos sólo pueden conocer a sus padres por los relatos de abuelos y familiares, hemos inventado un archivo histórico familiar mediante entrevistas, fotografías, videos recabados en todos el país, donde se encuentren los familiares, amigos, ex compañeros de la escuela o el colegio, de trabajo o militancia recabando testimonios para que sus hijos puedan reconstruir la vida, las personalidades, conocer las razones de las opciones de sus padres. Cada vez que encontramos a un chico, reunimos todo ese material y en un acto muy sacro le entregamos la historia de sus padres, a quienes no podrán abrazar o conocer personalmente, pero podrán percibirlos a través de esos relatos.

 

-¿Cómo es Abuelas hoy, 29 años después?

-Las Abuelas tenemos un reconocimiento muy consolidado en Argentina y en el mundo. Asistimos a muchos eventos internacionales para dar charlas, contar nuestra experiencia en lugares importantes, y muchas veces participamos en recepciones oficiales y siempre tenemos un lugar para contar cómo vemos la realidad argentina de hoy. Más allá de eso, la sociedad ha crecido, ha cambiado, la mayoría nos entiende, nos aprecia, nos acompaña, y hay una minoría que ya sabemos quiénes son y de dónde vienen que nunca van a estar al lado nuestro porque están en la vereda de enfrente. Los jóvenes están creciendo, no vivieron nada de lo que ocurrió, pero quieren saber qué pasó, porque esta historia reciente aún no está contada en los textos, nadie lo enseña, hay como un agujero negro en la historia de la dictadura que es obviada a ese nivel. Eso es lo que han pretendido muchos, que olvidemos, porque no quieren que se sepa. Por otra parte, nosotros también hemos crecido, tenemos mucha delicadeza en nuestro trabajo y eso es reconocido por la sociedad.

 

-¿Se está trabajando en colmar ese agujero negro en la transmisión de la historia reciente, esa suerte de desaparición de la historia que ocurre en todo el Cono Sur?

-En Argentina hay un Ministro de Educación joven6, que está imponiendo una visión abarcativa con iniciativas en muchos aspectos, entre ellos éste de imponer en la curricula de las escuelas, liceos y universidades el tema de la dictadura, sobre todo contada por quienes la padecimos.

 

 

-En qué están los derechos humanos hoy en Argentina?

-Desde hace tres años tenemos un gobierno que ha llegado con la intención y la decisión política clara de terminar con la impunidad, de que haya verdad y que se reivindique a quienes fueron víctimas del terrorismo de Estado y se castigue a los genocidas. Esto está presente en la vida cotidiana del Estado argentino de hoy. El presidente Néstor Kirchner ha padecido persecución política, él sabe lo que es haber tenido que escapar de la represión así como su esposa. Él tiene sus compañeros desaparecidos a los que honra, y por supuesto, como nosotras somos las madres de esos compañeros él dice siempre que somos “las madres y las abuelas de todos los argentinos”. Ese es su sentimiento, y así lo expresa y lo traduce en actos. Por tanto, estamos trabajando mucho con el Estado, en libertad, no tan rápido como quisiéramos porque la justicia nunca es veloz, y estamos influidas por nuestras circunstancias: somos personas grandes, tenemos poco tiempo y tenemos que apurarnos. Pero seguimos luchando, de pie.

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

1 de noviembre de 2006

 

 

 

1  Miguel Etchecolatz, fue condenado a cadena perpetua en setiembre de 2006 por sus crímenes y violaciones organizadas a los derechos humanos “cometidos en el marco de un genocidio”, expresa la sentencia judicial.

2  Julio Simón, alias “Turco Julián”, condenado el pasado 4 de agosto a 25 años de prisión por secuestro, tortura y desaparición en noviembre de 1978 de José Poblete y Gertrudis Hlaczik, y el apoderamiento de su hija Claudia, por entonces de ocho meses de vida.

3  Fue el último presidente de la dictadura argentina. Ordenó la destrucción de todos los documentos relativos a detenidos y desaparecidos. Responsable de la supervisión de varios centros clandestinos de detención donde se practicaron torturas, asesinatos, robo de niños. Indultado por la Ley de Obediencia Debida.

4  Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, aprobada en diciembre de 1986 por mayoría parlamentaria y refrendada en 1989 por un referéndum popular. Esta ley funcionó como una amnistía de hecho para militares y policías que implementaron el terrorismo de Estado durante la dictadura militar (1973-1985).

5  Se refiere a los juicios a las Juntas Militares sustanciado en 1985 y que culminó con la condena de Jorge Rafael Videla y Emilio Massera a prisión perpetua. Roberto Viola recibió una sentencia de 17 años de prisión; Armando Lambruschini una sentencia de ocho años, y Orlando Agosti cuatro años, quienes serían luego indultados. La legalidad de eso indultos fue definitivamente anulada el 14 de junio de 2005, cuando la Corte Suprema argentina, luego del pronunciamiento parlamentario en ese sentido, ratificó la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad declarándolas "constitucionalmente intolerables".

6  Se refiere a Daniel Filmus, sociólogo, psicólogo y académico en el ámbito de la educación.

 

 

Fotos: gentileza www.perfil.com
 

 

Volver a Portada

 

 

  UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905