Escalofriante resulta saber
que en las calles de Honduras nueve mil niños luchan cada
día por sobrevivir a merced de inescrupulosos explotadores,
en su mayoría cobijados bajo un régimen cuya bandera es el
abuso infantil.
Los menores
hondureños, provenientes de hogares pobres, pelean por su subsistencia, que
consiste en un pedazo de pan -con buena suerte- y un puente donde pasar la
noche.
Otra modalidad es la labor doméstica, asumida por unos 20.764 infantes, cuya
práctica es una de las peores formas de explotación infantil, de acuerdo con
las recientes denuncias de Thaís Aguilar, directora del Servicio Nacional de
Noticias de la Mujer.
Ese tipo de faena se caracteriza por largas jornadas, salarios bajos o
inexistentes, aislamiento y pérdida de contacto con las familias y abuso de
todo tipo, incluso sexual.
Muchos padres,
movidos por la pobreza reinante que agobia al 80 por ciento de los siete
millones de hondureños, sobre todo en zonas rurales, envían a sus hijos a
las ciudades o los entregan a personas con recursos en calidad de empleados.
La
labor es frecuente aún a riesgo de que los pequeños, cuyas edades no
sobrepasan los seis años, sean alejados de por vida de los estudios.
En una entrevista radiotelevisada, Aguilar demandó la atención del Estado,
que debiera realizar una transformación institucional a la luz de los
convenios internacionales y la puesta en marcha de las leyes que regulan el
trabajo infantil y adolescente. Insistió en que el gobierno asigne recursos
para fortalecer la aplicación de la legislación vigente y la ejecución de
políticas socioeducativas que promuevan la lucha contra la pobreza y
permitan a la niñez disfrutar a plenitud sus derechos.
Datos de la Encuesta de Hogares constataron que con más frecuencia suelen
ser niñas las contratadas como domésticas, pero eso no excluye a los
varones. El salario
promedio mensual recibido por los infantes de ambos sexos de 12 a 14 años en
esas labores es de 429 lempiras (unos 24 dólares), mientras que los de 15 a
18 años perciben 668 lempiras mensuales (unos 37 dólares).
El sondeo también reveló que los infantes de 12 a 14 años empleados en
hogares de terceros tienen una media escolar de 4,5 años de estudio y en el
otro rango de edades señalado, 5,1. En Centroamérica se realiza esta forma
de empleo en perjuicio de la salud y educación de casi 175.000 niños, estimó
Rosa Corea, funcionaria de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Centroamérica
registra unos 2,4 millones de niños de entre cinco y 17 años que forman
parte de la fuerza laboral, aunque esa cifra puede ser mayor, porque hay
muchos casos no registrados.
Ante este crudo y doloroso
panorama aparecen otros más crueles como la explotación sexual infantil y la
drogadicción, que involucra cada vez más a millones de menores del planeta.
Investigaciones de
organismos internacionales reflejan que las naciones con más pobreza son
convertidas en centros de promoción del turismo sexual y por ende, de fácil
acceso a las drogas.
Especialistas sostienen que la ausencia de metas específicas en el ámbito
regional y nacional para la reducción porcentual del trabajo infantil,
condiciona y limita la responsabilidad para desarrollar actividades en esta
materia.
Es de sobra sabido, coincidieron las distintas fuentes, que el trabajo
infantil constituye un problema creciente para Latinoamérica, que continuará
en ascenso hasta que se emprendan políticas nacionales, con especial
atención a los sectores sociales y la niñez.
Pero, para hacer efectiva esa propuesta, según la Cátedra de Psicología de
la Universidad de Honduras, es preciso implementar toda una serie de medidas
de apoyo al menor. Esto es importante cuando se ha viciado el desarrollo de
los niños al ser utilizados como mano de obra esclavizada, o porque son
asalariados desde muy pequeños, se les ha prostituido, vivido en la calle
sin su familia o en un ambiente social inestable.
Además de instrucción, formación, servicios de sanidad y de nutrición, hay
que darles un asesoramiento intensivo, un entorno seguro y, a menudo, ayuda
jurídica, aseveraron los profesores del claustro de la casa de altos
estudios. Los datos disponibles indican que los menores necesitan servicios
profesionales, desde los sociales hasta los de psiquiatría o terapia grupal.
El uso de niños en la prostitución, la producción de materiales
pornográficos o de espectáculos sexuales, el comercio de drogas y otras
actividades ilegales, pone en peligro su salud, su seguridad y su moral. En
tal sentido, grupos humanitarios no gubernamentales instaron a la comunidad
internacional a declarar su firme propósito de actuar solidariamente y
adoptar un convenio internacional que prohíba las formas más extremas de
trabajo infantil.
La humanidad precisa abolir las formas peores e intolerables de buscarse la
vida como la esclavitud y las prácticas asimilables a ella, las modalidades
forzosas, la servidumbre por deudas, y la mano de obra barata. A esto se le
suma la puesta en marcha de un programa educativo con capacidad pública para
todos los niños de este país centroamericano, donde una tercera parte de
ellos no completa la enseñanza primaria y el 25% de las mujeres son
analfabetas.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) corroboró que más de
130.000 infantes con edades comprendidas entre seis y 12 años carecen de
algún grado de escolaridad, debido a que sus familias sobreviven en la
miseria. Los altos niveles de miseria y desempleo condicionan la
insatisfacción de las necesidades básicas de alimentación, saneamiento y
atención sanitaria, profundizó.
Cifras oficiales de
UNICEF atestiguan que desde 1998 al 2004, dos mil 520 niños y jóvenes
mendigos fueron asesinados por presuntos escuadrones de la muerte.
La tarea pendiente es que los gobiernos de los países en desarrollo atiendan
las necesidades de los pobres y se llegue a un consenso sobre normas
universales de respeto a los derechos del menor con la voluntad de aumentar
los recursos para atenuar la miseria.
Tomado de Argenpress
23 de mayo de 2006