En una decisión que los
organismos humanitarios calificaron de “histórica” la justicia uruguaya emitió
su primera sentencia contra militares y policías responsables de violaciones a
los derechos humanos bajo la última dictadura. Y no fue liviana.
“Si no me da 25 años me
enojo”, dijo el militar
retirado Gilberto Vázquez al juez Luis Charles que se aprestaba a
comunicarle su fallo, en la noche del viernes 27. Vázquez no tuvo que
enojarse: Charles lo condenó a esa pena de prisión, junto a otros siete
ex represores de la dictadura uruguaya. “Es poco”, agregó el militar, sin duda
coincidiendo en eso con los familiares de sus víctimas.
Es la primera vez desde el retorno a la democracia, en 1985,
que uniformados son objeto de una condena judicial por sus violaciones a los
derechos humanos. Los militares Vázquez, José Nino Gavazzo,
Jorge Silveira, Ricardo Arab y Ernesto Ramas recibieron una
pena de 25 años, mientras otro ex oficial, el coronel retirado Luis Maurente,
y los ex policías José Sande y Ricardo Medina fueron condenados a
20 años.
Todos estaban detenidos preventivamente, desde hace cerca de
tres años, en espera del fallo judicial en una cárcel especial montada en las
dependencias de un cuartel del Ejército. Otro de sus compañeros, José Antonio
Rodríguez Buratti, se suicidó en la cárcel, mientras un décimo uniformado
arrestado por las mismas causas, el coronel retirado Manuel Cordero, fugó
hacia Brasil, donde fue luego detenido y está esperando la decisión de la
justicia de ese país sobre si lo extradita a Uruguay o hacia Argentina,
de donde también lo reclaman, o si lo deja en libertad.
Los ex represores enviados a la cárcel, probablemente por el resto de sus
días, fueron encontrados culpables de 28 “homicidios muy especialmente
agravados”, por su responsabilidad en lo que se conoce como el “segundo vuelo”,
el traslado clandestino, en 1976, desde Buenos Aires, donde fueron secuestrados,
hacia Montevideo de un grupo de dirigentes e integrantes del izquierdista
Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) de Uruguay.
La fiscal Mirtha Guianze había pedido que a los ex represores se les aplicara la figura de
“desaparición forzada”, pero el juez los condenó por el de homicidio-
La operación de detención y traslado de los militantes del PVP fue
un acto típico de “terrorismo de Estado” enmarcado en el “Plan Cóndor”,
“la coordinación operacional de las cúpulas de los gobiernos de hecho que regían
en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay
y Uruguay”, señala el fallo. Ese plan comprendía “el seguimiento,
vigilancia, detención e interrogatorios con apremios psicofísicos, traslados
entre países y desaparición o muerte de personas consideradas por dichos
regímenes como subversivas del orden instaurado o contrarias al pensamiento
político o ideológico opuesto o no compatible con las dictaduras militares de la
región”, prosigue la sentencia del juez Charles.
Los militares y policías uruguayos encausados constituyeron un grupo que
actuó a sus anchas en territorio argentino, y que tenía su base en Buenos Aires
en el centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti, por
donde pasó, en algún momento, la gran mayoría de los más de 200 uruguayos que
desaparecieron en Argentina.
De Orletti nadie salía vivo, llegó a confesar Gilberto Vázquez en
sus declaraciones ante la justicia.
A los ocho condenados, se puede leer en la sentencia de Charles,
“los unía el desprecio por la vida de aquellos que consideraban sus enemigos y
entonces, como manos ejecutoras del terrorismo de Estado, vulneraron no sólo
manuales de procedimientos, lo que poco importaría, sino fundamentalmente
derechos inherentes a la persona humana, utilizando para ello métodos
degradantes”.
El magistrado subraya que las pruebas reunidas contra los ocho encausados
son concluyentes. Las declaraciones de testigos y denunciantes a lo largo de la
instrucción, indica la sentencia, fueron “contundentes”. “En ningún momento
resultaron dubitativos, sino claramente aseverativos; minuciosos en cuanto a los
detalles relativos a la forma de comisión de los hechos y armónicos con los
demás elementos de convicción existentes”.
Entre los agravantes encontrados por el juez, destaca el hecho del
ocultamiento de los cuerpos de las víctimas. “Se ha llegado al extremo que
décadas después de finalizada la dictadura cívico militar no se han localizado
aún los restos” de los casi 300 uruguayos desaparecidos en territorio nacional y
países vecinos, considera Charles. En todos estos años, sólo han podido
ser ubicados los cuerpos de dos militantes desaparecidos, ambos secuestrados y
asesinados en territorio nacional. Las búsquedas de restos de otros
desaparecidos, tras ser interrumpidas luego de comprobarse que los datos
comunicados anónimamente por algunos militares eran falsos, están a punto de ser
retomadas.
La decisión judicial de la semana pasada no podía caer en mejor momento
para las asociaciones de derechos humanos, centrales sindicales (la UITA
entre ellas), partidos, grupos de todo tipo y personalidades que impulsan la
anulación de la ley que veinte años atrás dejó sin castigo a la mayoría de los
uniformados responsables de aberraciones bajo la dictadura.
El fallo judicial de esta semana fue posible porque el gobierno del
presidente Tabaré Vázquez interpretó esa norma de tal manera que permitió
la intervención de la justicia en algunos casos, pero los responsables de muchos
otros no podrían ser sancionados sin una supresión de la ley “de caducidad de la
pretensión punitiva del Estado”, como se la llamó.
De llegarse a la cantidad de firmas requeridas para la convocatoria a una
consulta popular (equivalentes al 10 por ciento del electorado, es decir unas
250.000), la ley sería sometida a plebiscito el mismo día de las elecciones
nacionales, el último domingo del mes de octubre próximo.
El plazo para reunir las firmas vence el 24 de abril, pero según informó
el lunes 30 el diario La República, ya se habría alcanzado la cantidad de
voluntades exigidas. Incluso se la habría superado.
De todas maneras, la Comisión Nacional por la Nulidad de la Ley de
Caducidad (CNN) considera que para evitar cualquier “mala sorpresa de
último momento” (por ejemplo que las autoridades electorales desechen gran
cantidad de firmas por distintos motivos) “la campaña de recolección debe
proseguir hasta que el plazo se cumpla”.
“La sentencia del juez Charles marca un hito.
Es ejemplar desde todo punto de vista y nos da las fuerzas necesarias para
sobrepasar con creces la cantidad de firmas que se nos exige para la
convocatoria al plebiscito”, declaró a Sirel el abogado Oscar López
Goldaracena, portavoz de la CNN. El objetivo del organismo es
entregar a la Corte Electoral unas 300.000 papeletas. “No solamente estaríamos a
resguardo de cualquier eventualidad sino que demostraríamos que contamos con la
fuerza suficiente como para desterrar una ley que es una verdadera aberración
jurídica y ética”, concluyó López.