El
asesinato de tres diputados salvadoreños y su conductor ha
sido la gota que derramó el vaso de sangre en Guatemala.
La ejecución posterior, en una cárcel de máxima seguridad,
de los cuatro policías sindicados de ser los autores
materiales del asesinato, es sólo un vistazo a través de la
rendija de la pesada y oscura pared de la impunidad en
Guatemala.
Los dos hechos criminales no son más que una de las miles de
escenas de la gran tragedia que sufren a diario los
guatemaltecos comunes y corrientes. Cotidianamente los
medios de comunicación reportan cadáveres de jóvenes
encontrados a la orilla de cauces, carreteras o barrancos
con señales de tortura, mutilaciones y con el
correspondiente tiro de gracia. En el último año, en
Guatemala fueron asesinadas más mujeres que durante diez
años en Ciudad Juárez, México.
Del 100% de los casos, el Instituto de Ciencias Comparadas
de Guatemala afirma que sólo el 3% ha tenido
investigación criminal y ha sido enviado a procesos
judiciales. Por lo general, los cadáveres son enviados a la
morgue para reconocimiento de los familiares, quienes por
miedo ni siquiera presentan denuncia. Cuando existe
denuncia, los familiares, testigos, fiscales, periodistas,
abogados y jueces son amenazados. Cientos de testigos han
sido asesinados, decenas de fiscales y jueces han tenido que
salir del país.
La Procuraduría
de los Derechos Humanos, así como numerosas organizaciones
civiles han denunciado hasta el cansancio la complicidad de
autoridades policíacas y judiciales en estos hechos
criminales, afirmando que detrás de las muertes se esconden
operaciones de limpieza social y ejecuciones extrajudiciales
para exterminar supuestos delincuentes y pandilleros. Las
autoridades suelen afirmar que los asesinatos son pasadas de
cuenta entre pandillas o miembros del crimen organizado.
El Estado guatemalteco ha hecho oídos sordos a las denuncias
y se ha tapado la vista ante los cadáveres. En estos días la
población guatemalteca sufre un enorme sentimiento de
vergüenza porque Guatemala está en la picota pública
por el asesinato de los parlamentarios salvadoreños, pero
sobre todo se sienten impotentes, desprotegidos, amenazados,
con las manos arriba. Si eso les pasa a tres diputados, ¿qué
podría esperar un ciudadano ordinario?
La complicada cadena de la justicia: Policía Nacional Civil,
Ministerio Público, Organismo Judicial, se enfrenta a una
prueba de fuego. No sólo se trata de descubrir a los
implicados y destituirlo de los cargos, sino de procesarlos
y aplicarles el peso de la ley.
Los números de la PNC guatemalteca dan cuenta de los
crímenes. En 2006, la corporación policial contabilizó 1 mil
244 delitos y faltas graves cometidos por sus propios
miembros. Si bien el dato arroja 152 casos menos que en
2005, en ellos se incluyen 30 casos de desaparición forzada,
50 detenciones ilegales, 55 agresiones, 30 allanamientos
ilegales, 100 casos de cohecho, 50 extorsiones y 25 casos de
complicidad con narcotraficantes. La Procuraduría de
Derechos Humanos (PDH) da más luces con las
estadísticas de las 134 denuncias que recibieron el año
pasado contra personal de la policía guatemalteca: 55 casos
de abuso de autoridad, 31 detenciones ilegales, 18
desapariciones forzadas y cuatro ejecuciones
extrajudiciales.
Los datos podrían ser mayores toda vez que - según las
estadísticas del Centro Internacional para la Investigación
de Derechos Humanos (CIIDH) en su informe 'Violencia
en Guatemala', de junio de 2006- sólo el 45 por
ciento de los delitos son denunciados en Guatemala.
De ellos, sólo el 20 por ciento es investigado y un 2 por
ciento termina con una condena.
Guatemala
sufrió cinco mil 338 asesinatos durante el 2005, con una
tasa de 44 homicidios por cada cien mil habitantes y un
costo social de 17.9 millar de quetzales (2.4 mil millones
de dólares), equivalentes al 7.32 por ciento de su Producto
Interno Bruto. El dato, según reporta el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo, los colocaba como el
tercer país más violento del continente, sólo abajo de
Venezuela y El Salvador. El año pasado el dato
aumentó a cinco mil 885 asesinatos y, según datos de la
PDH, unos mil 337 de ellos estuvieron relacionados de
alguna forma con actividades delictivas.
Adital
15 de
marzo de 2007
Foto:
www.laprensagrafica.com
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