Guantánamo
Cinco años en el lado oscuro |
Aquel día de julio El Escorial (famosos cursos de verano
en España) comprendí que serían sospechosos para
siempre: ¿Erais religiosos antes de llegar a
Guantánamo?, ¿qué hacíais realmente en Afganistán cuando
fuisteis detenidos? Asif y Ruhel relataban a decenas de
periodistas, con frases cortas, tímidamente, su vida de
dos años y medio en Guantánamo, ese gulag contemporáneo
que cumple hoy su quinto aniversario; “Al principio
estaba en una jaula como un animal..., nos torturaron
durante meses...”.
Asif y Ruhel, con todo, tuvieron suerte y fueron
liberados sin cargos en marzo del 2004, aunque les
acompañará siempre el estigma de la sospecha: “Algo
habrán hecho”, “por algo se los llevaron.” Hoy, con la
política del lado oscuro del gobierno de Estados Unidos,
la presunción de inocencia está en peligro de extinción.
Como Ruhel y Asif, unos 775 sospechosos de “terrorismo”
han pasado por Guantánamo desde el 11 de enero de 2002.
Ninguno ha sido declarado culpable de ningún delito. En
su desesperación, al menos 40 presos han intentado
suicidarse; Tres de ellos lo consiguieron el pasado
junio. Allí siguen recluidas unas 430 personas de 35
nacionalidades diferentes.
Pero este lado oscuro no acaba ni empieza en Guantánamo.
Muchos de los detenidos han sufrido otros limbos
secretos antes de llegar a la base estadounidense.
Conocemos algunos de los países por donde han pasado:
Afganistán, Bosnia, Emiratos Árabes, Egipto, Gambia,
Indonesia, Mauritania, Tailandia, Zambia. Hace tan sólo
cuatro meses, 14 personas fueron trasladadas a
Guantánamo después de haber permanecido cuatro años y
medio detenidas en régimen de incomunicación bajo la
custodia secreta de la CIA.
Tortura legalizada
Guantánamo es, además de un drama humano de
considerables dimensiones, el mayor ataque que han
sufrido los Derechos Humanos desde su nacimiento formal
el 10 de diciembre de 1948. ¿Por qué? Fundamentalmente,
porque se gesta y se desarrolla en una democracia, en el
país mas poderoso del mundo, y ha sido decidido al más
alto nivel.
El 13 de noviembre de 2001, el presidente Bush autorizó
detener por tiempo indefinido a ciudadanos extranjeros
sin que pudieran buscar amparo en los tribunales. Un mes
y medio después, irónicamente el Día de los Inocentes,
un memorando del Departamento de Justicia negaba a los
detenidos en Guantánamo la posibilidad de cuestionar la
legalidad de su detención.
Pocos días después de que llegaran los primeros
detenidos a esta base en Cuba, George W. Bush negaba
oficialmente que los talibanes fueran prisioneros de
guerra, cuestionando la prohibición de la Convención de
Ginebra de someter a tratos crueles, inhumanos y
degradantes a los detenidos. Entre diciembre de 2002 y
abril de 2003, el entonces Secretario de Estado Donald
Rumsfeld autorizó eufemísticamente nuevas “técnicas de
interrogatorio”, es decir torturas, como el uso de
perros contra presos, obligar al detenido a permanecer
de pie o agachado, privarlo del sueño, o someterlo a
ruidos que enloquecen.
Algo difícil de imaginar hace tan sólo unos años, como
la posibilidad de que la tortura fuera legalizada, se
convierte hoy en una amenaza real. El 17 de octubre de
2006, el presidente Bush firmó la Ley de Comisiones
Militares, que codifica un sistema de justicia
“paralelo” ignorante de la Constitución, el sistema de
justicia estadounidenses, y los tratados internacionales
de derechos humanos. Esta ley no permite que ninguno de
los detenidos en Guantánamo se dirija a un tribunal para
obtener su protección y, sin embargo, puede admitir
pruebas extraídas bajo tortura.
Guantánamo es un escándalo universal y símbolo de un
poder ejecutivo que cree no tener límites en su “guerra
contra el terror”. Pero lejos de ser una estrategia
“contraterrorista” válida y eficaz, está total y
radicalmente errada: ha aumentado la brutalidad de los
ataques de los grupos armados y vivimos hoy en un mundo
mas inseguro. Alentados por el (mal) ejemplo
estadounidense, varios gobiernos han justificado sus
particulares cruzadas por la “seguridad”, a menudo
salpicadas de graves abusos. También el gasto militar
mundial, estimulado por las necesidades de la lucha
contra el “terrorismo”, batió récord en 2006, y superó
en 15 veces el gasto global en ayuda al desarrollo,
alejando las posibilidades de cumplir los Objetivos del
Milenio de Naciones Unidas, en concreto la erradicación
de la pobreza.
Preguntas e
incertidumbre
¿Tiene Guantánamo vuelta atrás? ¿Es un episodio triste
pero aislado, o asistimos al surgimiento de un nuevo
“orden mundial”, caracterizado por el desmoronamiento de
las normas internacionales de derechos humanos y del
derecho humanitario, en el que cada Estado interpretará
a su conveniencia el alcance de estos derechos?
El año que comienza es clave para apartar a Estados
Unidos del lado oscuro. Los republicanos han perdido el
control del Congreso y del Senado en las últimas
elecciones, y con un Capitolio en otras manos se puede
abrir un nuevo periodo con una agenda que no busque
violar derechos humanos, sino respetarlos.
Los litigios contra las Comisiones Militares y por los
derechos básicos de los detenidos continúan y alcanzarán
con toda probabilidad el Tribunal Supremo de nuevo, que
ya las bloqueó en junio de 2006.
El nuevo Congreso abre las esperanzas a una mayor
vigilancia sobre el ejecutivo y a la posibilidad de
cambios positivos en leyes injustas. En primer lugar, es
imperativo establecer una comisión de investigación
exhaustiva e imparcial sobre las políticas y las
prácticas de detención de EE.UU. en la “guerra contra el
terror”, incluyendo la desclasificación de documentos
secretos. Un segundo paso debería revocar o cambiar
sustancialmente la Ley de Comisiones Militares y
enmendar la Ley sobre el Trato a los Detenidos,
retirando de ambas cualquier atisbo de tolerancia hacia
la tortura y los tratos inhumanos. También es necesario,
y no menos importante, exigir responsabilidades por las
violaciones de derechos humanos cometidas, y reparar a
las víctimas por su sufrimiento.
Cuando el presidente Bush anunció la dimisión del
Secretario Donald Rumsfeld dijo que ambos coincidían en
la necesidad de aportar una “perspectiva fresca”. Esta
perspectiva debería consistir en abandonar el lado
oscuro. Empecemos por cerrar Guantánamo y acabar con las
detenciones secretas. Empujemos para que Estados Unidos
vuelva a las imperfecciones de una democracia que
merezca tal nombre.
Esteban Beltrán*
Agencia de Información Solidaria
12 de enero de 2006
*
Director de la Sección Española de
Amnistía Internacional
Imágen: fluctuat.net
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