Guatemala | Honduras
Guatemala ayer, Honduras hoy:
El viejo imperialismo |
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En 1954
John
Foster Dulles,
ministro de
Estados Unidos,
anunció una “gloriosa victoria” de su país. Como
resultado de una combinación de fuerzas del
Departamento de Estado, de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA)
y de la United Fruit Company (que ya había
construido el imperio del banano)
Estados Unidos
había subyugado a
Guatemala,
pequeña gran nación, indefensa e inofensiva, 100
veces menor, ahogando en sangre una democracia
floreciente empeñada en la dignificación de su
pueblo, apostando a su liberación económica.
En especial los pueblos de
América Latina
comprobaron que imperaba, con más vigor que nunca,
el “big stick”, o “política del garrote”. Y como el
movimiento democrático guatemalteco había alcanzado
el apoyo de todos los pueblos latinoamericanos, lo
ocurrido en
Guatemala
adquirió el carácter de desastre continental.
La derrota de la democracia guatemalteca estremeció
a varias generaciones de
América Latina
y el
Caribe,
que lo sufrieron como un revés para la causa de la
liberación de 170 millones de americanos del Río
Grande hacia el Sur.
Con el triunfo de la revolución de octubre de 1944
Guatemala
había proclamado su independencia económica e
iniciado una ardua lucha para consolidarla. Diez
años después era vencida por la agresión extranjera.
La derrota de la democracia guatemalteca
estremeció a varias generaciones en
América Latina y el Caribe, que lo
sufrieron como un revés para la causa de
la liberación de 170 millones de
americanos del Río Grande hacia el Sur |
Guillermo Toriello
ha escrito: “Todos los que veían en
Guatemala
el ejemplo de la lucha civil y emancipadora de
América
se preguntan: ¿qué pasó en
Guatemala?
¿Qué fuerzas fueron capaces de destruir a un
gobierno revolucionario, democrático y eminentemente
popular?
Toriello,
que fue Ministro de Relaciones Exteriores en las
etapas decisivas de la agresión contra
Guatemala,
respondió esas interrogantes en un informe a
América, considerando que “el mundo debe saber que
la verdad de los acontecimientos vividos en mi
patria ha sido monstruosamente deformada por la
coalición de fuerzas que destruyó la democracia en
Guatemala”.
Desde que se silenció la voz de la Revolución de
Octubre del 44, los personeros de la coalición
extranjera, en primer lugar el Departamento de
Estado de
Estados Unidos,
han tenido el campo libre para racionalizar el
crimen cometido y para escribir la “historia
oficial” de los hechos.
Aun antes de la agresión, prácticamente desde 1941,
el impulso transformador de la revolución
guatemalteca especialmente en el campo económico,
había provocado la reacción de poderosos intereses
extranjeros que, por su situación de privilegio
dentro del país y por su carácter monopolista,
tenían que resultar afectados por el nuevo orden de
cosas.
Poco a poco fue tomando forma una campaña sin
precedentes en la historia americana para inventar
una imagen de la Guatemala revolucionaria y
democrática que la haría aparecer con las
desmesuradas proporciones de una potencia mundial de
primera magnitud: “Cabeza de playa del comunismo
internacional en
América”;
“peligro para la seguridad continental” y “amenaza
para el Canal de Panamá y los pozos petrolíferos de
Texas”.
La conspiración para restablecer la situación de
privilegio y excepción de los monopolios extranjeros
en
Guatemala
se ocultó tras el disfraz de una “noble empresa
contra el comunismo”.
Varios medios mundiales de información impidieron
que
Guatemala
tuviera la oportunidad de neutralizar eficazmente
esa infame propaganda. En
Uruguay,
los periódicos “El Debate”, “Justicia” y los
semanarios “El Sol” y “Marcha” fueron los únicos que
denunciaron la criminal agresión.
“Lo que existía en
Guatemala
–sostuvo
Guillermo Toriello-
era un genuino movimiento democrático de tipo
nacionalista, de tendencia capitalista moderna, que
necesariamente tenía que buscar la independencia
económica del país, aun cuando tuviera que chocar
con la formidable estructura súperestatal de los
monopolios extranjeros.
La política del gobierno estadounidense se basó, una
vez más, en la premisa proclamada en 1895 por el
secretario de Estado
Olney:
“Estados
Unidos es hoy el soberano del continente, y su
voluntad es ley en los asuntos a los que extiende su
intervención”.
Un joven argentino observó de cerca aquellos
sucesos, y la intervención estadounidense que
financió la invasión de
Castillo Armas.
La madre de ese joven, llamado
Ernesto Guevara,
nos dijo, en entrevista para el semanario “El Sol”
de Montevideo,
Uruguay:
“Ernesto
se indignó muchísimo con lo que observó en
Guatemala;
hubo un cambio claro en sus cartas, y llegó a
afirmar: ‘Siento que si algún día me comprometo en
la lucha voy a entregar mi vida entera’.
Estoy segura -nos explicó la madre del
Che-,
que en aquel momento
Ernesto
se juró algo a sí mismo”. Y agregó, con una sonrisa:
“En
ese instante el Departamento de Estado se consiguió
un poderoso enemigo. Es que la intervención es tan
brutal, las acciones del imperialismo desencadenan
tal indignación, que es natural que la gente
resuelva jugarse”.
Hoy es Honduras quien sufre una nueva
agresión imperialista, tan vieja como la historia de
la política internacional de Estados Unidos.
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En Montevideo, Guillermo Chifflet
Rel-UITA
18 de enero de 2011 |
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Ilustración:
Rel-UITA - Allan McDonald
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