Un documento del Departamento de Estado
recientemente descubierto demuestra que Henry
Kissinger, secretario de Estado y consejero de
Seguridad Nacional del presidente Gerald Ford en
1976, dio por terminada una iniciativa que el
Departamento de Estado se proponía llevar a cabo
para hacer la prevención a los Estados miembros de
la red Cóndor de que no realizaran asesinatos en sus
operaciones contrainsurgentes encubiertas.
Poco tiempo después de que
Kissinger
suspendiera la iniciativa, fueron asesinados en
Washington DC, mediante un coche bomba, el ex
ministro
Orlando Letelier
de
Chile
y
Ronni
Moffitt,
su colega estadounidense.
La nueva evidencia sobre el papel directo de
Kissinger
para detener la iniciativa de prevención ha
provocado algún interés en los medios de
comunicación estadounidenses. La mayoría de los
artículos de prensa, sin embargo, ha subestimado el
involucramiento de
Kissinger
en la Operación Cóndor y la profundidad de su
conocimiento previo de la alianza represiva que ésta
constituía. Además, los artículos de prensa han
carecido de un sentido de contexto histórico,
principalmente acerca de la estrategia de
contrainsurgencia hemisférica de Washington en
función de la Guerra Fría y la formación de una
alianza continental antisubversiva que se originó a
finales de los años ’50.
Varios relatos en los medios de comunicación
estadounidenses dieron la información de que
Kissinger
y la CIA se habían enterado de Cóndor en
1976. Existe evidencia documental, no obstante, de
que
Kissinger
tenía suficiente conocimiento del prototipo de
Cóndor, si bien todavía sin nombre, a finales de
1973 o principios de 1974. Por ejemplo, el
Washington Post dio la información, en 1979, de que
en 1974 la CIA había informado a
Kissinger
que la DINA, la central de inteligencia
chilena tipo Gestapo que fue miembro clave del
sistema Cóndor en formación, y sus aliados
latinoamericanos buscaban establecer un centro de
operaciones encubiertas en Miami, con el objetivo de
vincularse con la comunidad anticomunista cubana en
el exilio. Algunos funcionarios del Departamento de
Estado propusieron al entonces secretario de Estado
Kissinger
que los
Estados Unidos
enviaran una protesta formal y directa a los
gobiernos involucrados. Sin embargo,
Kissinger
rechazó esa opción. En vez de hacerlo, la CIA envió
un mensaje secreto a la DINA, mediante los canales
de inteligencia, en el cual, si bien desaprobaba la
idea, no tomaba ninguna acción adicional para
disuadir acerca de la continuación del sistema
Cóndor en desarrollo.
Aun más, la CIA desempeñó un papel clave en la
formación del Cóndor, mediante el suministro de
fondos, conexiones y conocimientos técnicos a la
DINA y a los cuerpos de inteligencia de los países
vecinos que constituyeron el núcleo del Cóndor. Las
fuerzas estadounidenses contaron con amplia
información de algunas operaciones clave del Cóndor
antes del mes de agosto de 1976 y personal
estadounidense colaboró con algunas de ellas, como
en el caso ocurrido en 1975 del secuestro del
chileno
Jorge Isaac Fuentes Alarcón
en el
Paraguay
y su tortura y “entrega”, es decir, su traslado
secreto a su país de origen, en donde desapareció
finalmente.
Un informe de la CIA de septiembre de 2000,
elaborado por mandato del Congreso, proporcionó la
confirmación del funcionamiento del sistema
transnacional Cóndor antes de su reunión oficial de
constitución en 1975. El informe de la CIA
declaraba: “Dentro del primer año transcurrido
después del golpe (es decir, entre septiembre de
1973, fecha del golpe en
Chile,
y agosto de 1974), la CIA y otros organismos del
gobierno de los
Estados Unidos
sabían de la cooperación bilateral entre los
servicios de inteligencia de la región para dar
seguimiento a las actividades de opositores
políticos y, al menos en algunos casos, matarlos.
Este esquema fue el precursor de la Operación
Cóndor, un mecanismo para compartir inteligencia
entre
Chile,
Argentina,
Brasil,
Paraguay
y
Uruguay
que se estableció en 1975”. En este informe, la CIA
también reveló que
Manuel
Contreras,
quien se autodenominaba Cóndor Uno, había sido un
“recurso” de la CIA entre 1974 y 1977.
De hecho, unidades de Cóndor funcionaban desde la
más importante base militar estadounidense en
Panamá,
en donde se les dio acceso al sistema de
telecomunicaciones continental ahí instalado. Un
general paraguayo mencionó en 1978 al entonces
embajador
Robert White
que agentes de Cóndor habían estado utilizando en
dicha base “un sistema cifrado dentro de la red de
telecomunicaciones de los
Estados Unidos”,
que cubría a toda
América latina,
para “coordinar información de inteligencia”.
La iniciativa de prevención original, de agosto de
1976, firmada por
Kissinger
el 23 de ese mes, iba dirigida a los embajadores
estadounidenses en seis Estados de Cóndor:
Argentina,
Uruguay,
Chile,
Bolivia,
Brasil
y
Paraguay.
El memorando instruía a los embajadores que hicieran
hincapié de parte del gobierno de los
Estados Unidos
en el “reconocimiento de las reales preocupaciones y
amenazas a la seguridad de los gobiernos
anfitriones”, así como trasladar la comprensión de
los
Estados Unidos
de que era “útil” la coordinación oficial de
inteligencia y acciones antisubversivas. El
memorando declaraba, no obstante, que los planes de
asesinato tenían “las más graves consecuencias”.
En
Uruguay,
el embajador estadounidense
Ernest Siracusa
se resistió a entregar la prevención, con el
argumento de que su vida estaría amenazada si, como
se le instruía, llevaba el asunto de los asesinatos
de Cóndor al general
Julio
Vadora
y al ministro de Relaciones Exteriores
Juan
Carlos Blanco.
El subsecretario de Estado para el Hemisferio
Occidental,
Harry Shlaudeman,
comunicó las reservas de
Siracusa
a
Kissinger
y agregó que la CIA dudaba de que
Siracusa
estuviera en peligro; por su parte, propuso varios
cursos de acción. Fue ante este cable que
Kissinger
respondió, indicándole a
Shlaudeman
que “no tomaran más acciones” con respecto a la
iniciativa de prevención a los comandantes de
Cóndor.
No fue ésta la primera vez que
Kissinger
se negara a condenar a los Estados de Cóndor por sus
sangrientas campañas antisubversivas. Al contrario,
en el período en que miles de simpatizantes de
Allende
eran torturados y asesinados en
Chile,
Kissinger
se encontró personalmente con
Pinochet
en junio de 1976 y le dijo: “Como usted sabe,
tenemos simpatía en los
Estados Unidos
con lo que está tratando de hacer aquí. Pienso que
el gobierno anterior iba en dirección al comunismo.
Deseamos lo mejor para su gobierno... No estamos acá
para debilitar su posición”. También dio
Kissinger
luz verde a la junta argentina en junio de 1976.
Robert Hill,
embajador de los
Estados Unidos
en Buenos Aires, reveló en 1987 que
Kissinger
había dado luz verde, de manera específica, a la
represión desatada por los generales argentinos.
Esa acusación fue confirmada con base en documentos
desclasificados que fueron liberados en 2003 y 2004.
Con fecha 10 de junio de 1976,
Kissinger
se había reunido con el almirante argentino
César Guzzetti,
el ministro de Relaciones Exteriores de la junta, y
le había manifestado que “queremos que tengan
éxito”. Posteriormente,
Guzzetti
dijo al embajador
Hill
que
Kissinger
había “entendido” la situación de la junta y había
ofrecido el apoyo de los
Estados
Unidos.
A los argentinos que participaron en la Asamblea
General de la OEA les preocupaba que los
Estados Unidos
pudieran criticar la guerra sucia de la junta,
especialmente en virtud de que los exiliados
prominentes
Michelini,
Gutiérrez Ruiz
y
Torres
habían sido asesinados en Buenos Aires en las
semanas previas y que ocurrían a diario múltiples
“desapariciones” y muertes. No obstante,
Kissinger
no puso énfasis en la represión estatal y las
violaciones de los derechos humanos en
Argentina,
sino, más bien, en la importancia de eliminar
rápidamente la “subversión”. De ahí en adelante,
Guzzetti
rechazó de plano las protestas de la embajada
estadounidense en relación con las desapariciones y
masacres en
Argentina,
destacando que funcionarios de la rama ejecutiva en
Washington habían sancionado las políticas de la
junta. Tales mensajes emitidos por funcionarios
estadounidenses del más alto nivel dejaban en claro
el apoyo de los
Estados Unidos
a los regímenes de Cóndor para la destrucción de la
democracia y la cruel represión en nombre del
anticomunismo.
Kissinger,
importante personaje en la formulación de las
políticas de los
Estados Unidos
en los años ’70, tenía la determinación de impedir y
revertir los movimientos izquierdistas y
revolucionarios en
América Latina.
Jugó un papel esencial para sabotear a
Salvador Allende
en
Chile
y, personalmente, estuvo involucrado en la
aprobación y conducción de operaciones encubiertas.
Kissinger
sigue ejerciendo poder en Washington, pese al hecho
de que fue requerido para ser interrogado sobre la
Operación Cóndor en varios países. Si bien es cierto
que se sabe mucho ya en
América Latina
y el
mundo sobre su papel durante la Guerra Fría, es
indudable que hay mucho que está todavía oculto, así
como que la población de los Estados Unidos,
en general, sigue estando poco informada sobre el
mismo.
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