Uruguay

 

Un texto para reflexionar
La caída

 

En Uruguay y en la región hay quienes creen que no es importante investigar qué pasó con los detenidos-desparecidos, o internarse en el análisis de los personajes y los hechos de una dictadura que ha sido, sin duda, la etapa más sombría de toda la historia del país.

 

 

En esa actitud, una apuesta al silencio, están sin duda los responsables de que Uruguay fuera hasta no hace mucho tiempo una isla de impunidad. Por suerte hay también entre nosotros periodistas que saben que la crónica veraz, la investigación de los horrores vividos, es la mejor contribución a la justicia histórica.

 

“La caída”,* el libro de Walter Pernas (periodista y escritor uruguayo), al analizar el contexto de un cuádruple crimen, internarse en los hechos, observar la acción de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Wilson Ferreira y Enrique Erro desde la salida de todos ellos hacia el exilio, al investigar hechos que hoy forman parte del expediente que determinó el procesamiento del dictador Juan María Bordaberry y de uno de sus ministros, el ex canciller Juan Carlos Blanco, al hablarnos del pasado, apuesta hacia el futuro; al analizar personajes de un sistema sombrío, apunta hacia la verdad y la justicia, camino que recién con el gobierno actual se ha comenzado a transitar con seriedad.

 

Un par de referencias a hechos sólo en cierto modo personales, porque son realidades que hemos vivido muchos, pueden ayudar, en mi concepto, a destacar valores del libro de Pernas

 

Aquel 1976 fue el año de los asesinatos que forman parte sustancial de los análisis del libro y por el cual han sido procesados el dictador y uno de sus secuaces. Asesinatos que son, como expresa Pernas, un “símbolo de la barbarie”; un testimonio de “la siniestralidad uruguaya y argentina en los dominios del cóndor americano”.

 

A fines de septiembre de ese año terrible, en un día de primavera plena (lo tengo bien presente porque la primavera, siempre puntual y milagrosa, como diría Neruda, resultaba una contradicción en días en los que el horror hacía que todo se volviera noche) nos encontramos con un amigo en un bar bien seleccionado, poco concurrido y con otros detalles que lo hacían confiable para intercambiar informaciones.

 

Confirmamos entonces hechos estremecedores. Hablamos de muchos crímenes del terrorismo de Estado. Entre ellos, de lo ocurrido a una compañera joven, Mary Luppi, que había sido bibliotecaria en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Montevideo, y se la daba por desaparecida en Buenos Aires; de Gerardo Gatti, del cual circulaba ya una fotografía después de haber sido torturado en el “pozo de Orletti”, en Buenos Aires, de León Duarte, que desde el propio centro del infierno gritaba “¡Arriba los que luchan!”, alentando a sus compañeros; de otros presos (presumiblemente en cárceles remotas), del vía crucis de las madres y familiares de detenidos que buscaban a sus seres queridos de cuartel en cuartel, de comisaría en comisaría, de hospitales a establecimientos de detención sin encontrar respuestas. Actualizamos entonces relatos de horror, algunos de los cuales circulaban en los subterráneos de la libertad.

Algunas de esas declaraciones resultan verdaderamente asombrosas, como la afirmación del señor Bordaberry de que nunca supo lo que pudo haber sucedido acerca
de las torturas
y muertes en unidades militares

 

En determinado momento mi amigo periodista interrumpió los relatos y dijo algo que se me grabó: “No sé a quién encomendarme -dijo-. Quisiera creer en un Dios, o en el destino, para pedir lo que más deseo, que es conservar la memoria, para que todos estos horrores y sus responsables se conozcan”.

 

A ese deseo, a esa necesidad esencial contribuye el libro que analizamos.

 

Unos cuantos años después, en 1986, cuando comenzaba la transición hacia la impunidad, el semanario Brecha publicó un artículo en el que relatábamos los asesinatos de Zelmar Michelini, Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw. Corresponde alertar, sosteníamos, contra la posibilidad de que el tema de los detenidos-desaparecidos pueda quedar librado al dolor, en soledad, de sus familiares y amigos. Corresponde alertar contra la eventualidad de que los crímenes y las torturas no se investiguen. Y ya entonces Brecha salía al cruce de la acusación de que quienes plantean la necesidad de una justicia por lo menos medianamente imparcial tienen los ojos en la nuca. La impunidad -importa preverlo- no afirmará la democracia, y alentará crímenes futuros. La conclusión era: la impunidad es un crimen contra la democracia. O se investiga o todos somos asesinos.

 

“La caída” recoge algunos documentos esenciales: desde la nota de Zelmar al periodista Roberto García denunciando las amenazas recibidas y algunas informaciones de lo que se preparaba contra él; la salida hacia Argentina de Erro, Michelini, Gutiérrez Ruiz y Wilson Ferreira; la anulación de los pasaportes y demás gestiones que precedieron y facilitaron el crimen, el anuncio que le permite a Wilson Ferreira salvar su vida, y muchos hechos más. Desde informaciones que llegaron a monseñor Partelli y al doctor Alberto Zumarán sobre la intervención del Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) en el hecho, hasta las declaraciones del dictador y su ministro de Relaciones Exteriores en el Juzgado. Algunas de esas declaraciones resultan verdaderamente asombrosas, como la afirmación del señor Bordaberry de que nunca supo lo que pudo haber sucedido acerca de las torturas y muertes en unidades militares.

 

La fiscal Mirta Guianze preguntó concretamente al ex dictador:

 

-¿Usted puede sostener que no sabía que se torturaba en dependencias militares y que en la época que usted fue presidente varias personas murieron a causa de torturas?

 

Y el interrogado contesta:

 

-Por supuesto que no sabía.

 

No voy a dar más detalles del libro, que abarca también algunos aspectos del show mediático, como se ha denominado a la presencia del ex ministro Pedro Bordaberry, hijo del dictador, en las campañas electorales, quizá para no aparecer como portador... de apellido.

 

Y aparecen aspectos de la grabación realizada con premeditación y alevosía, que se ocultaron en el debate televisivo.

 

Pernas aporta, además, todos los elementos manejados en el juicio, en razón de los cuales el dictador y su canciller han sido procesados por cuatro delitos de homicidio muy especialmente agravados. Algunas pasajes del libro se leen con sorpresa, como me ha sucedido, y otros con asombro, al comprobar los abismos a los que puede llegar el alma humana.

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

28 de diciembre de 2007

 

 

 

 

* “La caída. El dictador Bordaberry y su canciller presos”. Editorial Cauce, 2006.

 

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