La supuesta
investigación oficial
sobre la
masacre de Curuguaty se va por las ramas
y permite
anticipar un final escandaloso.
Una cosa es que cuando haya un
juicio conozcamos a los culpables y su condena, pero muy otra que el actual
gobierno haya sido transparente y colaborado investigando la verdad de lo que
ocurrió.
Porque parecería que hay miedo a
investigar, y no hay evidencia alguna de que se esté haciendo oficialmente algún
esfuerzo para informarle a la ciudadanía lo que ocurrió ese 15 de junio en
Curuguaty.
En esa ausencia de información los
rumores se hacen cada vez más intensos, y con el tiempo se agrandan y pueden
llegar a desfigurar la objetividad.
Por una parte se les echa toda la
culpa a los campesinos. Por otra, a agentes encubiertos que dispararon con
potentes armas para provocar la masacre. Inclusive se dice que se intervino
desde el helicóptero policial que sobrevolaba la zona.
Y vienen muchas preguntas
Suponemos que se hizo la autopsia a
los cadáveres. ¿Qué tipos de balas se emplearon? Los campesinos no tienen
fusiles sofisticados ni la Policía escopetas de caza.
Últimamente hay dos documentos que
aumentan nuestro deseo de saber la verdad.
Uno es el video presentado por el
doctor Domingo Laíno y reproducido por algún canal de TV comercial. Da
qué pensar y puede servir para avanzar algo hacia la verdad.
Por otra parte sigue teniendo su
importancia la conversación tenida en la radio Fe y Alegría con Rubén
Villalba, el campesino recientemente apresado. Estuvo en los comienzos de la
balacera y aportó detalles interesantes.
La verdad es como el Sol: no se
puede ocultar con un dedo. No se tapa con un olvido artificial fabricado para
intereses particulares. Con el tiempo todo se sabe. Y entonces nacen dos
responsabilidades: la del hecho en sí mismo y la del encubrimiento.
No se debe de llegar a las
elecciones ignorando qué ocurrió en Curuguaty, el principal argumento para dar
el golpe parlamentario express del viernes 15 de junio.
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