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Colombia:
La violencia y sus distintas expresiones |
Un valle de
caña,
una montaña de gente pobre
Historias de azúcar y de burras
Como en todas partes del mundo, el gran negocio del azúcar -y ahora del etanol-
se concentra en unas poquitas manos que dominan y manejan a su antojo los
piolines del entramado económico y político del propio Estado.
En 2008, la huelga de 56 días en el Valle del Cauca, en el suroccidente
colombiano, dejó al desnudo la desventura que padece la gente de los poblados,
grises islotes que asoman a orillas del verde mar de caña.
̶ Mire, mijito, la caña de azúcar y la pobreza que su merced ve aquí, andan
amarraditas en la misma burra ̶ sentencia
Adolfo Palacios,
un viejo cortero que trabajó toda su vida machete en mano.
̶ ¿Pudo juntar algo en todos estos años como cortador? ̶ le pregunto.
̶ Sí, un montón de penas ̶ responde sonriendo mientras me mira socarronamente.
La exclusión social es la huella de identidad de la producción azucarera. La
caña de azúcar llegó de la mano de los conquistadores españoles, y desde
entonces se alimenta del fertilizante más primitivo: la explotación humana.
En el Valle del Cauca es común que un cortero trabaje en jornadas extenuantes de
12 y 14 horas por día, y aún así buena parte del mes viva mendigando para comer.
Esa brutal explotación anda en la burra de las
Cooperativas
de Trabajo Asociado,
un escandaloso fraude laboral, el sello distintivo de la producción agrícola
colombiana. Estas falsas cooperativas echaron anclas para abaratar el costo de
la mano de obra, para no pagar prestaciones sociales y eludir la retribución de
horas extraordinarias o días festivos. Además, los socios de estas cooperativas
no pueden adherirse a un sindicato.
En el fragor de la huelga, indagué nuevamente al viejo cortero.
̶ ¿Qué es lo que usted más desea ahora? ̶
Palacios
mueve lentamente su cabeza a los lados, el machete escarba la tierra raída,
piensa y responde con firmeza…
̶ ¡Tener un patrón! ¡Un patrón es lo que quiero!
En el día 46 de la huelga
Palacios
quiere un interlocutor, alguien con quien negociar, que dé la cara. Las
Cooperativas de Trabajo Asociado
cumplen otra no menos importante función: desmaterializan la relación obrero –
empleador.
De esta forma, sin saber quién es quién, muchos hombres que son explotados por
otros pocos contaditos hombres no pueden identificarlos.
La violencia
que no cesa y
la OIT en la
burra del escándalo
Historias de muertes y gente que mira para otro lado
La huelga de los corteros de caña comenzó el 15 de septiembre de 2008 y culminó
el 11 de noviembre. Ese año fueron asesinados 76 sindicalistas en el mundo, de
los cuales 49 eran colombianos. En 2009 la lista llegó a 101 y 48 eran
colombianos.
En 2010, un informe de la Confederación Sindical Internacional (CSI)
señalaba que en la última década de cada diez activistas sindicales asesinados
en el mundo seis eran colombianos. El informe menciona además que entre el 1 de
enero de 1986 y el 30 de abril de 2010, fueron ultimados en
Colombia
2.832 sindicalistas, y en el mismo período se cometieron unos nueve hechos de
violencia por semana contra sindicalistas.
El 5 de junio de 2010 la
OIT,
como por arte de una extraña magia, eliminó a
Colombia
de la lista negra de 25 países sancionados por la violación de normas
internacionales del trabajo y la protección de los derechos humanos.
En los primeros cinco meses de 2010 habían sido asesinados 17 sindicalistas en
Colombia,
y el año terminó con 51 homicidios según la Escuela Nacional Sindical, de los 90
que se contabilizaron en el mundo.
El mismo día que la
OIT
dio a entender que en Colombia todo estaba bien,
Hernán Abdiel
Ordoñez Dorado
moría acribillado en la ciudad de Cali. Hernán
era el tesorero del Sindicato de Trabajadores Carcelarios. Los sicarios
dispararon desde una motocicleta. Tenía 39 años.
Mientras el movimiento obrero no salía de su asombro e indignación,
Álvaro Uribe,
presidente de
Colombia,
montado en la burrada de la
OIT,
ponía el país a la venta en
Estados Unidos
y la Unión Europea.
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En Montevideo,
Gerardo Iglesias
Rel-UITA
8 de junio de
20 12 |
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