Cuando
este trabajo vea la luz, al amanecer de un día
cualquiera, millones de niños del mundo habrán
despertado, algunos para asistir a la escuela, y otros
forzados a ganarse la vida de las maneras más diversas,
incluso en trabajos considerados de alta peligrosidad.
La
Convención sobre los Derechos del Niño prohíbe que se
reclute a menores de 15 años
De los
casi 218 millones de niños mayores de 5 años de
edad que trabajan en el planeta, casi el 70% de
ellos lo hace en tareas agrícolas, el 22
en el sector de los servicios y el 9%
restante en la esfera industrial. De ellos,
126,3 millones laboran por bajos salarios, sin
protección, y en no pocas ocasiones rozando los límites
del peligro.
En
América Latina, además del incremento desmedido de
la pobreza -atizada por más de dos décadas de
neoliberalismo y de la desigualdad en la distribución de
la riqueza nacional-, la falta de acceso a la educación,
la carencia de empleos dignos para los adultos y la
migración de las zonas rurales a las urbanas,
constituyen algunas de las causas del trabajo infantil.
Los
que soportan trabajos duros pueden padecer serios
problemas de salud
Ya sea
en la construcción, la minería o en la agricultura, los
niños alimentan a diario las columnas de una triste
estadística, que habla de accidentes mientras operan
maquinarias para las que apenas están capacitados o
realizan otras tareas impropias de su edad. El asunto
-ya se sabe- lo desaprueba la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), pero el freno a las
inequidades apenas aparece.
Investigaciones de la OIT en varias naciones
sudamericanas demostraron que muchos menores de edad
empleados en las minas presentan retraso en el
crecimiento, además de desnutrición crónica, deterioro
neurológico e invalidez por accidente.
Son
mano de obra barata en la agricultura
Tal
situación se podría revertir si se generan otras fuentes
de ingresos y oportunidades para los adultos que liberen
a los pequeños de preocupaciones domésticas, a lo que se
añade la necesidad de que se respeten sus derechos más
elementales, como es el tener acceso a la educación y a
una infancia feliz.
La
realidad, sin embargo, está lejos de resultar un cuento
de hadas. Los niños pobres deben soportar las peores
condiciones si quieren mantener su empleo. En ocasiones
se les obliga a trabajar durante muchas más horas de las
que estipulan las leyes laborales y a cambio reciben una
remuneración menor que los adultos por realizar una
misma labor, algo así como si de entrada tuvieran que
pagar por el "pecado" de ser infantes.
Según
un informe de las Naciones Unidas, la violencia
que sufren en el lugar de trabajo es frecuente, y va
desde la brutalidad física, la grosería, el aislamiento,
la intimidación y el acoso sexual, hasta casos de
asesinato.
Aunque
algunos lo consideran menos arriesgado, el trabajo
doméstico -opción que hallan principalmente las niñas
para ayudar al sustento familiar- se está convirtiendo
en otra forma de explotación.
La
OIT estimó que en el 2004 existían unos 250 000
niños en esas condiciones en Haití -el país
más pobre de América Latina- 200 000 en Kenya
y 100 000 en Sri Lanka, mientras
investigaciones llevadas a cabo en Filipinas,
Perú y El Salvador, ratificaron que la
mayoría de los contratados en el servicio doméstico
denunciaron ser víctimas de malos tratos.
El uso
de menores en conflictos armados y en el negocio del
sexo son otros ejemplos de violencia contra la infancia.
Aunque las cifras de los que son obligados a
prostituirse resultan solo estimaciones aproximadas, se
calcula que, cada año, casi un millón de menores
dejan atrás las esperanzas de una Cenicienta para
adentrarse en los hogueras de una transacción de la que
no se sale sin marcas eternas.
¿Erradicar?
No
obstante el reconocimiento que la OIT y otros
organismos hacen al esfuerzo de algunos gobiernos para
acabar con el trabajo infantil, será muy difícil cumplir
con el Objetivo de Desarrollo del Milenio de erradicarlo
en todas sus formas para el 2015.
Aunque
se considera un paso de avance, no hay que congratularse
por el hecho de que por primera vez el trabajo infantil
descendiera durante el periodo 2000-2004, de 246
millones a 218.
No son
uno, ni dos, son ¡218 millones de niños!, no
pocos huérfanos de madre y padre a consecuencia del
SIDA, millones sin escuelas, golpeados, tristes, sin
atreverse a imaginar cómo será su vida cuando crezcan.
Mientras América Latina fue la región que
registró la mayor caída en el cuatrienio al reducir de
17,4% a 5,7% la cifra de infantes de entre
5 y 14 años que trabajan, Asia concentra el mayor
número de menores de 14 años ocupados laboralmente, con
alrededor de 122 millones, seguida por África
Subsahariana, con 49,3 millones. Otro
grupo constituido por países desarrollados, Oriente
Medio y África septentrional, alberga 13,4 millones.
La
situación de la infancia a nivel mundial es poco
alentadora. Resulta esperanzador que en América
Latina la situación de los niños comience a cambiar
en países como Venezuela, Bolivia,
Nicaragua, Ecuador, Brasil y otros en
que eliminar la pobreza, erradicar el analfabetismo y
mejorar los niveles de salud son tareas de primer orden.
Cifras
para meditar
·
Se
calcula que alrededor de 500 000 niños trabajan
en la agricultura en Estados Unidos sin
protección legal, una buena parte de ellos latinos
inmigrantes. Precisamente ese país, con la mayor
población infantil de toda América, no ha
ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos del Niño, de 1989.
·
Cerca
de 300 000 menores están involucrados en
conflictos armados.
·
En el
2003 había en África 43 millones de
huérfanos a causa del SIDA y se prevé que en el 2010 esa
cifra se elevará a 50 millones, lo que
inevitablemente conllevará incrementar el trabajo
infantil.
·
El
programa internacional para la erradicación del trabajo
infantil funciona en aproximadamente 90 países y es el
mayor sistema de cooperación técnica de la OIT.
·
Uno de
cada seis niños del planeta está obligado a ganarse la
vida con el trabajo.
Comfia
12 de febrero de 2007
Volver
a Portada