Un grupo de oficiales brasileños llamó
“terrorista” al gobierno y el ejército
respaldó la ley de amnistía. De a poco
va resurgiendo el viejo partido
militar.
Derrocar al gobierno constitucional de
Luiz Inácio Lula da Silva no pasa
por la cabeza del más afiebrado militar
brasileño: tres expertos consultados por
este diario en los últimos meses
coincidieron en ese punto. Sin embargo
la oposición a cualquier investigación,
mucho más a cualquier punición, de los
crímenes cometidos durante la dictadura
(1964-1985) expresada recientemente por
militares, dejó en evidencia que en los
cuarteles aún impera el espíritu de
cuerpo a la hora de boicotear la
revisión del pasado.
Como si fueran un partido político en
campaña, generales y coroneles, en su
mayoría jubilados, reunidos en el Club
Militar de Río de Janeiro, desafiaron al
poder civil reivindicando la ley de
amnistía de 1979 y calificaron de
“terroristas” a ministros del actual
gobierno por haber participado en la
resistencia al gobierno de facto.
“Antidemocráticos” y “nostálgicos de la
Guerra Fría” los definió el secretario
de Derechos Humanos del gobierno
federal, Paulo Vannuchi.
Lejos de ser expresión de un grupo de
desvariados, las piezas discursivas del
Club Militar expusieron, oficiosamente,
el parecer de la jerarquía castrense. En
Brasilia, horas después del acto
carioca, la Comandancia del Ejército
divulgaba una nota, seca y sin
adjetivos, dando por cerrado el debate
sobre la ley de amnistía y, con ello, el
juzgamiento de los sospechosos de
torturas y desapariciones, delitos de
lesa humanidad que según el Ministerio
de Justicia no pueden ser amnistiados.
Aunque carezca de existencia formal, el
partido militar ha demostrado eficacia
política al incrustar una cuña entre el
ministro de Defensa, Nelson Jobim,
adverso a “reabrir las heridas” del
pasado, y Tarso Genro, ministro
de Justicia, que defendió la apertura de
procesos contra los sospechosos de
crímenes que tuvieron como víctimas a
militantes brasileños y extranjeros.
Genro viajó meses atrás a España
donde se reunió con el juez Baltasar
Garzón. El magistrado español, según
trascendió, dejó abierta la posibilidad
de que la Justicia de su país inicie una
causa por la muerte del catalán
Miguel Sabat Nuet, ocurrida en
noviembre de 1973 en un centro de
detención de la policía política del
régimen.
“Brasil es uno de los países más
atrasados en la investigación de lo que
aconteció en el régimen militar. Aquí
impera una oscuridad sobre el pasado...
y contra esa oscuridad puede ayudar la
apertura de una causa en una corte de
otro país”, resumió la fiscal Eugenia
Gozaga Fávero, que solicitó la
exhumación del cuerpo de Sabat Nuet.
Ciertamente, después de que el
presidente paraguayo Fernando Lugo
recibiera la semana pasada un informe
con más de 19.000 casos de violaciones
de derechos humanos durante el
stronissmo, Brasil ha quedado en
la retaguardia del esclarecimiento de la
barbarie.
Como cualquier partido que se precie de
tal, el militar, además de una
ideología, la de Seguridad Nacional,
también tiene objetivos de poder.
Estos se desprenden de su equipamiento y
presupuesto necesarios para dar
respuesta a las hipótesis de conflicto
que están en fase de revisión.
El próximo 7 de septiembre, Día de la
Independencia, ministros y comandantes
de las fuerzas armadas presentarán el
Plan Estratégico de Defensa Nacional,
donde, se descuenta, la Amazonia y los
“megacampos” petroleros descubiertos en
los últimos meses en el litoral
atlántico serán las áreas prioritarias.
“Históricamente la Amazonia fue
considerada por los militares como un
coto de caza. En la dictadura quisieron
poblarla con un proyecto de desarrollo y
autoritario, y ahora vuelven a mostrar
que ellos quieren ser los dueños de la
soberanía”, resumió el profesor
Argemiro Procopio.
El titular de relaciones internacionales
de la Universidad de Brasilia planteó
durante una entrevista con PáginaI12 que
“después de muchos años de ostracismo
los militares están volviendo a escena,
y la cara visible es el general
Augusto Heleno Ribeiro, que no por
casualidad es jefe del Comando Militar
de la Amazonia”.
Procopio sostiene que la “cuestión
nacional” hoy pasa por la Amazonia”. “La
Amazonia está haciéndose brasileña,
bajando a la opinión pública del
sureste, que es la que decide”, entiende
Procopio.
Heleno Ribeiro
protagonizó una suerte de
insubordinación contra el Poder
Ejecutivo cuando censuró la política de
defensa en las fronteras amazónicas que
se encuentran “amenazadas” por la
“codicia” de potencias extranjeras.
La provocación del general fue
sancionada con una orden de “silencio”
emanada del Palacio del Planalto, pero
aprobada por una veintena de diputados y
senadores, en parte vinculados con los
productores agropecuarios de la
Amazonia, la pata legislativa que
precisaba el partido militar