El Estado debería
promover que los ciudadanos cuenten con documentos de
identidad, para que puedan ejercer sus derechos
fundamentales, pero la vida y necesidades de los más
excluidos no ha sido tradicionalmente una prioridad. Es más,
los indocumentados han sido vistos como una fuente de
recursos. Al elevado costo de las partidas de nacimiento, se
sumaba hasta hace poco la obligación de que toda persona que
desease obtener el DNI, debía presentar como requisito
obligatorio la libreta militar. Para muchos campesinos,
obtener la libreta militar implicaba asumir gastos de
multas, fotografías, viajes y trámites. La ley 28316,
promulgada el 5 de agosto, ha abolido por fin este
requisito.
Desde 1999 el
servicio militar es voluntario, por lo que no tenía mayor
sentido que los peruanos siguiéramos obligados a portar un
documento de identidad específico para las Fuerzas Armadas.
La libreta militar obligatoria parte precisamente de una
concepción de servicio militar obligatorio.
Algunas voces
dentro de las Fuerzas Armadas han señalado que perciben
anualmente aproximadamente 13 millones de soles por concepto
de la expedición de las libretas militares. Sin embargo,
creemos que la prioridad para el Estado debería ser
facilitar el acceso a la documentación a casi dos millones
de personas. Los ingresos de las Fuerzas Armadas, deberían,
en todo caso, provenir de los impuestos que los ciudadanos
pagan.
Otro argumento que
se planteó es que en caso de conflicto armado externo,
resulta imprescindible para las Fuerzas Armadas contar con
una relación de los reservistas. Sin embargo, de darse el
peregrino caso, es posible simplemente acceder a los
registros de la RENIEC, donde, además, se estipula si los
ciudadanos tienen alguna discapacidad que impediría su
accionar.
La abolición del
requisito de la libreta militar es un paso importante, pero
todavía existen muchas trabas generadas por el Estado para
que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos
fundamentales. Hasta el gobierno de Fujimori, quien
alcanzaba los dieciocho años obtenía la libreta electoral,
que tenía carácter permanente. En realidad, normalmente,
nadie se quedaba con la misma libreta toda la vida: se
cambiaba el documento en caso de extravío o deterioro, al
llenarse todos los espacios asignados para las elecciones o
para precisar un cambio de domicilio. Todos estos trámites
eran gratuitos y dependían de las circunstancias personales
del ciudadano.
El gobierno de
Fujimori reemplazó a la libreta electoral por el DNI en un
contexto por demás sórdido: un año antes, se había obligado
a los peruanos a sacar otro documento, la libreta electoral
mecanizada. Luego, se anunció que ésta no tenía validez, por
lo que obtener el DNI era la única alternativa para
identificarse. Después se supo que el entonces jefe de la
Reniec, Julio Vargas Prada, había organizado un fraude
millonario con la emisión de documentos de identidad.
Millones de
peruanos jamás han podido canjear su libreta electoral por
el DNI y se han visto excluidos de la condición de
ciudadanos. No sólo se trata de campesinos andinos o nativos
amazónicos, sino de los migrantes en el exterior, para
quienes el precio de los trámites consulares es más
elevado... y el viaje hasta el consulado peruano más cercano
puede ser muy costoso. En algunos discursos oficiales se
alude a la supuesta "irresponsabilidad" de los peruanos que
no cambian su documento de identidad. Habría que preguntarse
si no fue irresponsable el propio Estado al generar una
obligación adicional y onerosa para todos los ciudadanos.
La situación es más
grave, naturalmente, porque el DNI que con esfuerzo y
resignación otros millones de peruanos obtuvieron, a los
seis años pierde vigencia. El argumento oficial de la
provisionalidad del documento es la necesidad de actualizar
los datos. En la práctica, como se ha dicho, la
actualización depende de circunstancias individuales y
carece de mayor sentido establecer un único plazo para ello.
La renovación del DNI implica nuevamente pagos, fotografías,
viajes y demoras.
El carácter
provisional del DNI es uno de los problemas que pueden
terminar convirtiendo al Perú en un país de indocumentados.
Actualmente, por problemas económicos o un rechazo
consciente a este trámite, una abrumadora mayoría de
peruanos de todos los sectores sociales no ha cumplido con
renovar el DNI en el plazo dispuesto y no parece estar
dispuesta a hacerlo. Probablemente, si esta especie de
resistencia pasiva de la ciudadanía continúa, la respuesta
inicial será continuar amenazando con multas elevadas... y
luego prorrogar una y otra vez la vigencia del DNI, hasta el
punto que la gente asuma que siempre habrá prórrogas.
Para enfrentar este
problema, existe ya el proyecto de ley 9698, proyecto de ley
9698 presentado por el congresista José Luis Risco, que
establece el carácter permanente del DNI. Esperamos que, así
como el Congreso por unanimidad aprobó la norma que
eliminaba el requisito de la libreta militar para la
obtención del DNI, también apruebe esta iniciativa. La
gratuidad de las partidas de nacimiento sería otra norma que
ayudaría a muchas personas. La lucha por conservar la
ciudadanía debería ser una bandera de todas las
organizaciones civiles en todo el país y de todos los
políticos que dicen defender los intereses de los peruanos