Vuelvo después de un mes al
Colegio de Abogados de Ica para dirigir un taller sobre
derechos humanos y me sorprende encontrar, en la esquina
opuesta, una flamante agencia del BIF. El ingreso de un
nuevo banco podría ser una buena muestra de la
prosperidad que ha traído a Ica la agroexportación.
Sin embargo, cada madrugada, entre cuatro y cinco de la
mañana, se aprecian escenas menos alentadoras: camiones
y combis de los services recorren los pueblos jóvenes,
recogiendo personas muy pobres, en su mayoría mujeres.
Muchas son desplazadas por la violencia que afectó
Ayacucho y Huancavelica en los años ochenta y buena
parte son analfabetas... Seres vulnerables y frágiles,
que fácilmente pueden ser explotados y no volverán a sus
hogares hasta las 9 o 10 de la noche.
Los trabajadores son trasladados hasta las pampas de
Pisco, convertidas en una floreciente campiña gracias a
la irrigación. Algunos se dedican al espárrago, otros a
cosechar alcachofas, otros páprika o cebollas... pero
para todos la jornada es dura: el sol de Ica puede ser
agradable para quien llega de vacaciones, pero agobiante
para quien debe trabajar hasta doce horas, día tras día.
Muchas trabajadoras se enferman porque sólo tienen a su
disposición agua contaminada con fertilizantes o lejía.
En realidad, el agua es un grave problema en Ica. La
capital del departamento estaba rodeada por varias
lagunas, pero ahora sólo queda la Huacachina. Debido a
los pozos cavados por algunas agroexportadoras, varios
barrios pobres de la ciudad ahora carecen de agua.
Otro problema que afecta la salud de las trabajadoras
son los hongos y parásitos que esconden las hortalizas.
Las que no tienen seguro deben pagar la consulta en una
posta médica... pero algunos ingenieros se rehúsan a
darles permiso. "Si te vas, ya no te recogeremos
mañana", les dicen y una trabajadora no tiene ninguna
protección frente a esta u otras arbitrariedades, porque
no hay sindicatos en las pampas. Además, siempre habrá
otra mujer pobre dispuesta a ocupar el lugar de la
enferma.
Las prósperas agroexportadoras ni siquiera pagan a las
trabajadoras el salario mínimo, gracias a Fujimori,
quien pocos días antes de abandonar el Perú, promulgó la
Ley 27360, impulsada por el ministro de Agricultura José
Chlimper. Esta norma dispone un jornal mínimo en las
actividades agrícolas de 16 soles, ahora reajustado a
18, por lo que al mes, trabajando 26 días al mes
perciben 468 soles... y esta suma comprende la partida
para la CTS y gratificaciones.
Sin embargo, existen services que pagan apenas trece o
catorce soles diarios y que, por horas extras nocturnas
pagan sólo un sol. Insultos, malos tratos o acoso sexual
son también frecuentes. Existe, claro, una Dirección
Regional de Trabajo, que sólo tiene dos personales, lo
cual cierra el círculo de la precariedad laboral.
Aunque los medios de comunicación no divulgan estos
abusos, algunas denuncias han llegado al extranjero y
las empresas compradoras de espárragos a veces envían
misiones para observar las condiciones laborales. Por
unas horas, los trabajadores tienen guantes, uniformes y
agua limpia a su disposición, hasta que los observadores
se retiran. Los compradores peruanos tienen muchos menos
escrúpulos frente a la explotación de sus compatriotas.
Un integrante de la Cámara de Comercio de Ica lamenta
todas estas injusticias, pero sostiene: "Si no fuera por
la agroexportación, esas personas no tendrían cómo
subsistir". Puede ser cierto, pero no deja de ser
chocante este panorama, porque las empresas podrían muy
bien pagar sueldos dignos, asegurar agua limpia y
condiciones decentes, manteniendo importantes ganancias.
Perderían, eso sí, el sobrenombre de "agroexplotadores".
También Toledo, días antes de concluir su mandato, se
acordó de proteger a los agroexportadores mediante la
Ley 28810, aprobada sin ninguna discusión en el Congreso
de la República, que prorroga la norma anterior... hasta
el año 2021. ¿Recién en quince años más pagarán las
empresas gratificaciones y CTS a los trabajadores?
¿Enfrentará el gobierno aprista los abusos que sufren
los campesinos? ¿Modificará el nuevo Congreso la
concesiva legislación? Quizás deberían pensar que, si
los trabajadores tuvieran mejores ingresos,
contribuirían a dinamizar la economía regional... y
habría más agencias bancarias.
Mientras miraba el local del BIF se detuvo ante el
semáforo una camioneta 4x4 manejada por un hombre con
anteojos oscuros. A su lado había una niña rubia de unos
tres años, sin cinturón de seguridad. Estaba de pie,
haciendo bromas a su hermanito y la empleada doméstica
que iban atrás. Involuntariamente pensé que el conductor
podía ser uno de los ingenieros beneficiados por la
agroexportación. Acaso alguien cuya fortuna se basa en
el abuso hacia los más indefensos termina
insensibilizándose frente a los riesgos que afrontan sus
propios hijos. La luz del semáforo cambió, la camioneta
esquivó dos mototaxis y partió velozmente bajo el
ardiente sol de Ica.
Wilfredo Ardito Vega
La Insignia
29 de agosto de 2006
FOTOS:
juanfranco.com