Jair
Kirschke es uno de los más veteranos
entre los activistas de derechos humanos
en Brasil. Sostiene que la mirada
hegemonista de los militares de su país
impulsaron el Plan Cóndor y recuerda
operativos realizados en Argentina al
principio de los ’70.
-¿Por qué sostiene que el Plan Cóndor nació en Brasil?
-Me apoyo en hechos claros y conocidos. Y es importante
subrayar que el aparato represivo
brasileño trabajó siempre muy vinculado
con el aparato represivo argentino.
Incluso, cuando en Argentina había
democracia, antes del golpe de 1976. Mi
país inauguró la doctrina de la
Seguridad Nacional en 1964, con la
dictadura. Algo que nuestras naciones ni
conocían. Y Brasil, ese año, empezó a
organizar sus servicios de inteligencia.
Hasta entonces, no existían servicios
tan bien elaborados, tan bien pensados
para el mal. Hubo una figura
importantísima, el general Golbery do
Couto e Silva, que se encargó de
hacerlo.
-Usted habló de hechos conocidos. ¿Cuáles son?
-El primero es un operativo que Brasil realiza en
Buenos Aires. Un clásico operativo en el
año ’70. En la Argentina estaba
refugiado un coronel del ejército
brasileño, Jefferson Cardin de
Alencar Osorio, junto a su hijo y un
sobrino. Lo detuvieron y lo llevaron a
Río de Janeiro, donde cumplió una
condena de siete años.
-¿Por qué lo detuvieron?
-Por razones políticas. Era un tipo muy interesante el
coronel, que había liderado un grupo
guerrillero después del golpe. Se había
exiliado en Montevideo, donde se
organizó para ingresar a Brasil.
Tomó radios, asaltó cuarteles y había
salido en taxi desde la capital uruguaya
en un hecho bastante loco.
-¿Hubo algún otro episodio en la Argentina donde las fuerzas
armadas brasileñas hayan tenido
participación?
-Sí. En el ’72, un mayor del ejército brasileño, Joaquim
Pires Cerveira, se había exiliado en
Buenos Aires junto con un joven
estudiante, Joao Batista Rita Pereda,
y fueron detenidos. También los llevaron
para Río de Janeiro, donde varias
personas vieron cómo eran brutalmente
torturados. Los dos están desaparecidos.
Y como en Brasil estos hechos no
se publicaban, la noticia salió en The
Guardian, un diario británico, que
escribió hasta el nombre de la calle
donde habían sido torturados.
-Hasta ahora mencionó un par de casos que afectaron
básicamente a militares. ¿Hubo también
más víctimas civiles?
-No tengo precisa la fecha, pero un militante nuestro,
Edmur Péricles
Camargo, un negro enorme, fuerte y
que era guerrillero, vivía en Chile
y viajaba a Montevideo, cuando en una
escala en Ezeiza lo sacaron del avión.
Sobre su caso yo hablé en el Uruguay.
Un país donde estuvo un diplomático
brasileño importantísimo,
Pio Corrêa,
del que recién ahora se consiguieron
pruebas para vincularlo con la creación
de un servicio secreto en Itamaraty, en
el seno de la diplomacia brasileña. Este
señor iba también a Buenos Aires, donde
pedía la detención de alguien, después
iba un avión de la fuerza aérea
brasileña a Ezeiza, le entregaban al
detenido y este embajador les firmaba un
recibo a los represores.
-¿Es cierto que otra pieza clave del Plan Cóndor fue el
embajador brasileño en Santiago de Chile
cuando se produjo el golpe contra el
gobierno de Salvador Allende?
-Sí, lo llamaban el quinto integrante de la junta, con
ejército, marina, aeronáutica y
carabineros. Eso lo decían los militares
chilenos. Se trata de Antonio Cámara
Canto, que además estaba acompañado
por una cantidad importante de agentes
brasileños, del servicio nacional de
informaciones y de la policía federal de
nuestro país. Su tarea era seguir a los
cinco mil exiliados brasileños que había
en Chile. Fíjese quiénes vivían
allí: Fernando Henrique
Cardoso, José Serra, que hoy
es el gobernador de San Pablo y nuestro
gran pedagogo, Paulo Freire. Toda
gente muy calificada que se había ido a
partir del golpe del ’64. Incluso, antes
de que Allende llegara al poder
en Chile.
-¿De qué modo se involucró Cámara Canto en el Plan Cóndor?
-En el libro de un ex embajador norteamericano se cuenta lo
que hacía y otro diplomático que formuló
declaraciones ante el senado de
Estados Unidos dijo que
Cámara
Canto
invitó a varios embajadores a apoyar el
golpe. La noche del 11 de septiembre del
’73, en el magnífico predio de la
embajada brasileña en Santiago, el tipo
gritaba: ganamos, ganamos...
Este embajador siguió en Chile
hasta septiembre del ‘75. ¿Por qué esa
fecha? Porque en los últimos días de
noviembre y en los primeros de diciembre
hubo una famosa reunión en Santiago de
Chile donde formalmente se decidió hacer
la Operación Cóndor. Y los preparativos
se dieron con la participación de
Cámara Canto.
-¿Y había militares brasileños también?
-Recién ahora se supo el nombre de un coronel brasileño que
participó de esa reunión. Pero los
militares brasileños tuvieron cautela
para no dejar las huellas digitales en
lo que hacían. Sabemos quiénes estaban
de otros países, pero de Brasil,
sólo se conoció hace poco. En el marco
de la doctrina de la Seguridad Nacional,
donde las fronteras geográficas no se
consideraban y sí las ideológicas,
Brasil, para nuestros militares,
debía ser la nación hegemónica de la
región. Y ellos no permitirían que a sus
límites hubiera gobiernos de izquierda
o, al menos, progresistas. Esto era
intolerable. Ahí tiene el Operativo 30
Horas, algo impresionante...
-¿El que se había planificado para invadir Uruguay si
triunfaba el general Líber Seregni en
las elecciones presidenciales?
-Sí, lo llamaron así porque Brasil ocuparía en 30
horas Uruguay. Fue para el año
’71. Si ganaba Seregni, los
militares tomarían el país. Hoy, además
de documentos, tenemos declaraciones.
Eran tan preocupantes las elecciones en
Uruguay que hubo reuniones entre
nuestro presidente, el general
Garrastazu Medici, Richard Nixon,
Henry Kissinger y Vernon
Walters para tratar este tema. Un
militar brasileño dijo en enero de 2007
en un programa de TV que se llama
Historia, que los uruguayos habían
pedido la invasión durante el gobierno
de Pacheco Areco. El periodista
que lo entrevistaba, que sabe mucho del
Plan Cóndor, se sorprendió cuando lo
escuchó decir eso.
-¿Se conoce aproximadamente cuántos argentinos se refugiaron
en Brasil en los años ’70?
-Nosotros recibimos a más de 2.000 personas. Pero no sé
cuántos argentinos, cuántos uruguayos,
cuántos chilenos. Y lo hicimos siempre
en colaboración con la Acnur.(Agencia
de la ONU para los Refugiados)
-¿Cuál fue el papel que desempeñó la Iglesia de su país en
defensa de los derechos humanos? ¿Hubo
esfuerzos aislados como los de Elder
Cámara o Evaristo Arns o los apoyó
institucionalmente?
-Se trató de obispos sueltos. Con el golpe del ’64, la
Iglesia puso en marcha aquello de la
marcha con Dios y por la libertad.
Tradición, Familia y Propiedad. Justo
había pasado por Brasil un
sacerdote extranjero que juntaba
multitudes en las plazas de San Pablo,
Río y Porto Alegre, hablando un poco en
portugués y otro poco en español.
“¡Hermanos...!”, decía (y lo imita).
Hablaba con una prédica contra los
comunistas. Aparecía en la televisión
con el rosario, con una imagen de la
virgen. Eso fue en tiempos del pregolpe.
Y obispos importantes estaban metidos en
ello. Hasta que después, otros,
empezaron a aparecer públicamente en
contra de la dictadura.
-Usted nos dijo que los militares brasileños no dejaron
huellas. ¿En qué se basa para afirmarlo?
-Tuvieron tanta cautela que, hoy en día, en la Argentina
hay una gran cantidad de militares
detenidos, en Uruguay hay dos ex
presidentes enjuiciados y en Chile
acaban de condenar al general
Contreras por el crimen del general
Prats. Pero en Brasil no
hay ni un condenado. Aunque ahora,
después de haber trabajado con el fiscal
italiano Giancarlo Capalbo el
tema del Tribunal Penal de Roma desde el
7 de diciembre de 1999, tenemos los
casos de dos ítalo-argentinos
desaparecidos en Brasil. Y la
justicia italiana, el 24 de diciembre de
2007, determinó el pedido de captura de
146 represores de Perú,
Bolivia, Paraguay, Chile,
Uruguay, Argentina y
Brasil. Hasta ahí, los militares
brasileños nunca habían sido molestados
para nada.
-¿Cuántos integrantes de las fuerzas armadas de su país están
involucrados en ese grupo?
-Trece.
-¿En qué período fueron cometidos los delitos que se les
imputan?
-En 1980, en mi primer caso, investigamos el operativo
realizado en el aeropuerto de El Galeao,
en Río de Janeiro, el 12 de marzo de ese
año. Es la causa del secuestro de
Horacio Campiglia y Mónica Pinus de
Binstock. También hay otro del 26 de
junio en Uruguayana, donde desapareció
Lorenzo Ismael Viñas, que es hijo de
David Viñas. El venía en ómnibus hacia
Brasil. Esto es muy interesante desde el
punto de vista jurídico, porque en el
año 1979 hubo una amnistía. Y cuando la
prensa buscó al actual ministro de
Justicia brasileño, Tarso
Genro,
un hombre de izquierda, para preguntarle
sobre estos casos, respondió que la
amnistía había borrado todo. Sus colegas
periodistas, insistentes, le dijeron que
estaba equivocado porque los delitos
eran del ’80 y la ley los cubría hasta
agosto del ’79. Pero
Genro,
que era mi amigo, aunque no puedo decir
que ahora lo sea, les volvió a responder
que como eran homicidios, los homicidios
del ’80 habían prescripto. Aunque olvidó
que como es secuestro con desaparición,
el crimen sigue vigente. Con la
publicación de estas informaciones, los
militares enloquecieron. Y uno de ellos,
que está retirado, me inició una causa.
Hasta un sargento me enjuició. Y si yo
le mostrara la querella, dedica dos
páginas a decir: “fui del aparato
represivo del ejército con muchísimo
orgullo porque nosotros combatimos al
comunismo”.
-¿Cuál es su visión de los juicios que se siguen en la
Argentina contra los represores de la
última dictadura?
-Yo diría que Argentina es el que está más adelantado entre
todos los países de la región. Hubo una
lucha de su pueblo, a través de las
organizaciones de derechos humanos y
también una mayor conciencia de lo que
había pasado. ¡Treinta mil
desaparecidos! ¡Por favor! Es algo tan
grande que no hay en la Argentina
ninguna persona que no tenga un
familiar, un amigo o un conocido
desaparecido. Eso hizo reaccionar al
pueblo argentino de una manera muy
justa. Y aunque no se avanzó en un
primer momento, la Corte Suprema decidió
la inconstitucionalidad de las leyes de
obediencia debida y punto final para que
en verdad comenzaran a marchar las
cosas. Además, ustedes tienen en la
figura de algún miembro de la Corte una
posición extraordinaria basada en los
conceptos del derecho internacional que,
en Brasil, nos hace falta.
-Esto induce a pensar que en su país será muy difícil avanzar
en las causas contra militares. ¿Siguen
teniendo mucha influencia las fuerzas
armadas sobre el poder político?
-Yo digo que sí. Y es que hicieron un pacto con los
gobiernos, incluso el de Lula, para
mantener el statu quo. Es incomprensible
que hasta el día de hoy sigan
intocables. No se abren los archivos de
la represión. Naciones Unidas le
solicitó formalmente a Brasil que los
abra. Y nada. Existe una sentencia de
octubre pasado de la Justicia Federal
que determina la apertura de los
archivos. Y nada... Hay un pacto para
que no se toquen ciertas cosas. Lula
tiene a un general en un despacho
vecino, Jorge Félix, que durante una
entrevista dijo que no convenía que se
abrieran los archivos porque ahí iban a
aparecer cosas terribles. Las
declaraciones las publicó Folha de Sao
Paulo. A mí me parece que el presidente
le tendría que haber dicho a este
general, adiós, váyase. No se pueden
decir estas barbaridades. Es el
responsable de la Seguridad
Institucional. Y está desde el primer
mandato de Lula.
-¿Se producen situaciones de este tipo porque el presidente
permite que haya impunidad?
-En la transición de Cardoso a Lula, el boletín oficial
publicó un decreto con la firma de
Fernando Henrique aumentando los plazos
para la apertura de los archivos. El no
hubiera firmado una cosa así justo en el
último día de su gobierno si no hubiera
una concertación. Es más, puede parecer
un disparate, pero Collor de Melo
propuso una ley en el Congreso brasileño
que cuida la clasificación y
desclasificación de documentos y dice
quién puede desclasificar y quién no.
Sólo el presidente de la Nación puede
hacerlo con los documentos ultrasecretos.
Otro dato: Lula creó un comité
interministerial para examinar los
documentos y reclasificarlos que jamás
se reunió.
Y lo hizo en su primer mandato.
-Es evidente que no está nada de acuerdo con las decisiones
que toma Lula.
-Es más, tiene que cumplir una decisión judicial que llegó
hasta la Suprema Corte y no lo hace. Es
sobre la cuestión de Araguaia. Hace casi
treinta años un grupo de familiares de
guerrilleros desaparecidos llevaron una
denuncia a la Justicia Federal para
saber dónde estaban los cuerpos. Y
consiguieron por medio de un abogado,
Luis Eduardo Greenhalg, una decisión
favorable: que se abrieran los archivos
para el tema de Araguaia. Pero el
presidente después lo mandó al abogado
general de la Nación para ingresar un
recurso en contra de la decisión. La
Corte ratificó la apertura en octubre,
pasaron nueve meses hasta hoy y el niño
ya puede nacer (sonríe), aunque la
sentencia no se cumple. Y esos archivos
están en manos del ejército. Un ejército
cuyo poder llega hasta que el presidente
de la Nación no cumpla con una sentencia
judicial. Impresionante, pero es así.
-En consecuencia, ¿Lula tiene para usted una deuda muy grande
en materia de derechos humanos?
-Lula y el PT, que nació como una gran esperanza para el
pueblo, especialmente para los más
pobres, los más humildes y ahora nos
encontramos ante una situación que no es
así. En verdad, el tema de los derechos
humanos recibe un maltrato del gobierno.
En determinado momento tenía, a nivel de
ministerio, un equipo de trabajo y quien
estaba a su frente era un militante del
PT de toda la vida, un ex preso político
y periodista al que siempre le negaron
un espacio de importancia: Nilmário
Miranda. Ahora, tenemos a los derechos
humanos en el nivel de una secretaría
nacional, vinculada al despacho del
Presidente.
-¿Cuáles son las principales violaciones a los derechos
humanos del presente en un país como
Brasil?
-Las violaciones a los derechos humanos no son solamente de
la policía que tortura y que mata. Yo
siempre digo que, nosotros, en Brasil,
tenemos al gran violador de los derechos
humanos que es el Estado nacional,
también el estado provincial y las
intendencias. Porque niegan atención a
los niños, una buena educación, no
cuidan la salud pública, no cuidan a los
viejos y ésas son violaciones a los
derechos humanos. En Brasil suceden
cosas increíbles y la gente no se da
cuenta de que la calidad de vida se va
terminando. Mientras tratamos el pasado,
que es importante, hablamos de un país
donde se mata gente todos los días. Y
especialmente la Policía Militar.
-¿Que depende de las fuerzas armadas o es autónoma?
-Es casi autónoma. Se trata de una invención de la dictadura
del ’68. Pero en Rio Grande do Sul
existe hace casi 170 años. En San Pablo
hace casi cien años, como en Minas
Gerais y Pernambuco, aunque antes eran
el ejército del gobernador del estado.
No tenían atribuciones de policía. En el
’68, como le decía, cuando los militares
dan el golpe dentro del golpe, en
diciembre de ese año se publica el acta
institucional número 5 que termina con
los hábeas corpus, establece la censura
en la prensa, en el teatro, en la TV y
también se crean por decreto las
policías militares y les dan
atribuciones. Las fuerzas armadas
hicieron la constitución, que no fue
refrendada por nadie, y en el ’88, y
pese a que logramos la nueva
constitución en Brasil, que la llamamos
la constitución civil ciudadana, por
presión de los militares sigue vigente
una disposición de que la policía
militar es reserva de las fuerzas
armadas.
-¿Para usted es completamente absurdo?
-Yo siempre explico una cosa para que se entienda bien cómo
es el tema de la policía militar en
Brasil, algo aberrante. Policía viene de
griego, polis, que significa ciudad. Y
militar viene del latín, milis, de
milicias. Entonces, los militares son
entrenados para qué. Para enfrentar al
enemigo, vencerlo y someterlo a su
voluntad. Eso es ser militar. Pero la
policía tiene que ver con el ciudadano
que tiene derecho a protección. Hasta el
ciudadano que comete un crimen tiene
derecho a protección. Acá tenemos
policía militar y seguimos sufriendo la
misma impunidad.
-Mientras tanto, ¿cuál es la política para los millones de
pobres que tiene su país?
-Ahora la represión está direccionada hacia ellos. Esto me
hace recordar al encuentro de la Iglesia
Católica en Puebla, que se realizó bajo
la opción por los pobres. Y por eso, yo
siempre digo que acá, en Brasil, la
policía ya había hecho antes la opción
por los pobres, las tres Pe: pobres,
pretos (negros) y putas, que son las
víctimas del sistema.
Cuando uno percibe que en Brasil la banca obtiene ganancias
espectaculares, algo está funcionando
mal.
Gustavo Veiga
Página 12
17 de julio de 2008