Guaranís-caiowás en
el municipio de Antonio Joao
"Sólo queremos ser libres" |
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Una
comunidad de indios brasileños lucha por su derecho a la
tierra. Acusa a Lula de abandonar a los indígenas para
evitar disputas con los terratenientes
"Dorvalino pide a través de mi cuerpo que se libere esta
tierra", dice en guaraní Liria Fernandes Rocha al lado de la
cabaña donde vive con sus cinco hijos. Habla por su marido,
Dorvalino Rocha, asesinado a tiros el pasado 24 de diciembre
por un vigilante a sueldo del dueño de la hacienda que
ocupan. "Dorvalino pensaba que iba a conseguir esta tierra
antes del día de su muerte, pero ellos lo mataron antes", se
lamenta Liria.
"Ellos" son los terratenientes, los dueños de la tierra que
disputan a docenas de familias de guaranís-caiowás en el
municipio de Antonio Joao, a pocos kilómetros de la frontera
de Brasil con Paraguay. Desde marzo del año pasado los
indios vivían allí, amparados por un decreto presidencial
que había declarado territorio indígena esta hacienda y
otras ocho vecinas. En total, más de 9.000 hectáreas
dedicadas a la ganadería y al cultivo de soja comenzaron a
ser pobladas por centenares de guaranís.
La alegría de los indios duró pocos meses. En diciembre, una
medida cautelar del Supremo, tomada a partir de un recurso
de los propietarios, suspendió la validez del decreto: los
jueces entendieron que se estaban lesionando los derechos de
los terratenientes y ordenaron la evacuación del terreno.
Chozas
improvisadas
Liria, Dorvalino y otros pocos más se quedaron en una
pequeña parcela cedida a regañadientes por el propietario.
La mayoría, sin embargo, tuvo que dejar las tierras. Hoy
viven a pocos metros de allí, en las márgenes de una
carretera de barro y piedras por la que circulan camiones
cargados de ganado y potentes todoterrenos conducidos por
hombres blancos que contemplan con indiferencia el
campamento.
Alrededor de 700 indios esperan, bajo chozas improvisadas
con palos y toldos de plástico negro, que la justicia
brasileña resuelva el proceso.
"Por nosotros, pueden esperar ahí 20 años si quieren, somos
capitalistas honrados que defendemos nuestro derecho a la
propiedad privada", asegura Dácio Queiroz Silva, dueño de la
mayor hacienda de la zona y responsable de contratar a los
vigilantes que acabaron con la vida de Dorvalino. "Fue un
suceso fatal, nosotros no queríamos matar a nadie, ni nos
pintamos la cara ni bailamos para asustar a las personas.
Nuestros vigilantes sufrieron una emboscada y no tuvieron
más remedio que disparar. Los indios son violentos y
anárquicos, causaban desperfectos en la hacienda y hasta
lavaban con jabón a sus hijos en los abrevaderos: están en
la carretera sólo para llamar la atención".
Movimientos
sociales
El conflicto en António Joao es uno entre tantos que opone a
terratenientes e indios en Brasil. Según el Consejo
Indigenista Misionario (CIMI), una organización de defensa
de los derechos indígenas ligada a la Conferencia Episcopal
brasileña, 38
indios murieron el año pasado a consecuencia de
enfrentamientos relacionados con la tierra, la cifra más
alta en una década. El CIMI y otros movimientos sociales le echan la culpa al
Gobierno, al que acusan de no demarcar tierras y olvidarse
de los indios.
"El Gobierno de Lula no tiene política indigenista", afirma
Marcelo Brito dos Santos, del Centro de Derechos Humanos de
Mato Grosso do Sul. Según Brito, "el Ejecutivo no quiere
enfrentarse a los grandes propietarios, por eso apenas
demarca tierras y deja a los indios abandonados: en nombre
de los pactos y la gobernabilidad han gobernado sólo para
unos pocos".
Las críticas han creado un clima de ruptura con un Gobierno
llamado en su momento a responder a las expectativas de los
excluidos. "Los movimientos sociales apuntan al blanco
equivocado", se defiende Luiz Fernando Villares, procurador
general de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), para
quien la cifra de muertes de indios se ha exagerado. Además,
según Villares, "el Gobierno no demarca tantas tierras
porque cada vez quedan menos disponibles. Sin embargo, ha
creado más reservas que cualquier otro Gobierno del pasado,
y eso a pesar de los poderes locales y el conservadurismo de
los magistrados, como se ve en el caso de Antonio Joao".
Emboscada
ficticia
Las explicaciones no convencen a los movimientos sociales y
tampoco a los indios. En el campamento de Antonio Joao, Léia
Aquino Pedro, una de las líderes de la comunidad, se
pregunta: "¿Quién manda aquí? ¿Un presidente con millones de
votos o un juez? Los indios elegimos a un presidente para
que decidiese lo mejor para su pueblo, así que Lula tiene
que hacer valer su firma".
Pero lo que más irrita a Léia es la actitud de los
terratenientes. Niega que Dorvalino o cualquiera de los
otros indios de la comunidad preparase una emboscada contra
los vigilantes. "Nosotros dejamos las tierras pacíficamente
y ya estábamos viviendo en la carretera, pero ellos querían
una muerte para asustarnos y causarnos más sufrimiento",
explica ante la tumba de Dorvalino.
En el pequeño cementerio instalado en las tierras que
reclaman, descansan los restos de otros líderes indios. Léia
se emociona al hablar de los muertos por la causa indígena y
sentencia: "No queremos vivir así, sólo queremos ser libres
y ejercer nuestro derecho a la tierra. No queremos ser
tratados como animales, asesinados y abandonados en la
carretera como si fuésemos extranjeros en nuestro propio
país".
Tomado de
comfia.info
8 de
febrero de 2006
Fotografías:
photographersdirect.com
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