La situación psíquica de los presos en Guantánamo roza la
desesperación. No reciben visitas, carecen de ventanas, de
luz natural y de aire fresco. Están privados de los derechos
judiciales establecidos por los convenios de Ginebra. Han
pasado más de cinco años para que los tribunales militares
inculpasen a un hombre por confesar haber colaborado con el
terrorismo
David Hicks ha sido el primer hombre en ser
condenado por los tribunales militares de Guantánamo. Es el
primer inculpado de los 775 hombres que han estado recluidos
en la base de Guantánamo como "combatientes enemigos
ilegales" desde el año 2002. Alrededor de 400 personas de
35 nacionalidades distintas siguen prisioneros sin cargos ni
juicio; sin saber ni siquiera si recuperarán su libertad
algún día.
En su último informe, Amnistía Internacional (AI) relata las
condiciones de aislamiento de los presos en Guantánamo. Pese
a que reciben una alimentación y unos cuidados médicos que
el gobierno de EEUU califica como "de gran calidad",
los detenidos permanecen encerrados 22 horas al día en
celdas individuales envueltas por mallas metálicas. No
reciben visitas, carecen de ventanas, de luz natural y de
aire fresco. Sus celdas de acero tan sólo tienen un
ventanuco, el de la puerta, tras el cual hay siempre un
guardia con la vista fija en ellos. Potentes focos iluminan
sus celdas durante las 24 horas. Algunos llevan años sin ver
la luz del día. Sólo unos pocos "privilegiados" tienen
permiso para hacer ejercicio, pero en solitario, en patios
con altos muros que apenas dejan penetrar los rayos del sol
y, en muchas ocasiones, sólo tienen permiso para hacerlo por
la noche.
El 80% de los presos están sometidos a régimen de
aislamiento. Ciento sesenta y cinco de los que se encuentran
en esta situación están recluidos en el campo 6, "un centro
moderno con las instalaciones más avanzadas y confortables
para los detenidos" según las autoridades estadounidenses.
Aunque AI compara el campo 6 con las cárceles de "supermáxima
seguridad" que hay en territorio estadounidense y que han
sido criticadas por los organismos internacionales al
considerarlas incompatibles con las normas y principios de
Derechos Humanos. Otros 100 hombres se encuentran en régimen
de aislamiento en el campo 5 y unos 20 en el campo ECO, un
centro separado de los demás en el que las condiciones de
reclusión, según el Comité Internacional de Cruz Roja, son
extremadamente duras.
Si la situación de los presos es cruel e inhumana, la
constitución de tribunales militares y la forma de obtener
pruebas para los juicios no lo son menos. Aunque han sido
detenidos durante la "guerra contra el terror" promovida por
Bush desde el 11-S, ninguno de los hombres recluidos
en Guantánamo es considerado como prisionero de guerra. Esto
les priva de las garantías judiciales que se reconocen en
los convenios de Ginebra.
Desde abril de 2003 el Gobierno estadounidense autorizó el
uso de "técnicas de interrogatorio" y la posibilidad de
aplicar "técnicas concretas en cada caso" para obtener
pruebas. Las pruebas obtenidas mediante coacción presentadas
ante los tribunales son admisibles y no hay obligación de
hacer público el medio por el cual se obtuvieron.
La situación psíquica de los presos roza la desesperación.
Además de los 3 hombres que se suicidaron dentro de sus
celdas en junio de 2006, se han registrado más de 40
intentos. Los abogados de algunos reclusos relatan las
condiciones paranoicas en las que se encuentran sus
defendidos, que no se fían de sus letrados porque piensan
que son interrogadores.
El día en que lo juzgaron, David Hicks vestía
el uniforme caqui de los presos de buena conducta en
Guantánamo. Está casado y es padre de dos hijos. Después de
cinco años en el infierno que relata AI en su informe,
confesó colaborar con el terrorismo. "El talibán
australiano" se había dejado el pelo largo para tapar sus
ojos de la luz artificial perpetua que iluminaba su celda de
acero.
Según su abogado, designado por el Pentágono, se declaró
culpable durante el juicio, celebrado a puerta cerrada como
exige la Ley de Comisiones Militares que rige esta
prisión, de haber recibido entrenamiento en un campamento de
Al-qaeda y luchar del lado talibán durante la invasión de
Afganistán a finales del 2001. Gracias a esta confesión y a
un acuerdo previo entre sus representantes y los militares
de EEUU, podrá cumplir la sentencia en su
Australia natal. Después de pasar cinco años en el
infierno de Guantánamo, sólo tendrá que cumplir nueve meses
en una prisión australiana para recuperar su libertad.
Mientras, organizaciones de la sociedad civil seguiremos
pidiendo la sustitución de los tribunales militares por
tribunales federales y el cierre del infierno de Guantánamo.
Alberto Sierra
Centro de Colaboraciones
Solidarias
España
20 de abril de 2007 |
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