Un
proyecto de ley presentado por el gobierno del socialista
Tabaré Vázquez para reparar esencialmente a las víctimas de
la guerrilla izquierdista que actuó en Uruguay en los años
sesenta y setenta, fue duramente rechazado por organismos de
derechos humanos y está causando revuelo en la interna del
propio oficialismo.
La
iniciativa, presentada al parlamento el 28 de marzo, procura
indemnizar con 150 mil dólares a las familias de 66
policías, militares y civiles presumiblemente muertos por la
guerrilla de izquierda entre 1962 y 1976 y a las de 26
militantes de izquierda desaparecidos en Uruguay.
El 2 de
marzo, en su discurso de conmemoración del segundo
aniversario de la asunción del gobierno por la coalición
progresista Frente Amplio, Vázquez ya había dejado
entrever un cambio en su política de derechos humanos, pero
muy pocos creyeron que lo que se estaba pergeñando llegaría
tan lejos.
En ese
discurso, el presidente uruguayo se refirió a los hechos de
violencia del pasado con un lenguaje ajeno a la retórica
habitual de la izquierda y del propio Frente Amplio, que
hasta entonces se había negado a hacer suya la famosa
“teoría de los dos demonios”, ésa que pretende colocar
en un mismo plano los actos de la insurgencia armada con los
del terrorismo de Estado.
El 2 de
marzo Vázquez habló de la necesidad de un “Nunca
más” a la “violencia entre todos los uruguayos”.
El
proyecto de ley va en esa línea, pero la profundiza, al
punto de constituirse en un ejemplo de aplicación práctica
de la teoría de los dos demonios.
Para
empezar, indica que “refrenda” una propuesta del diputado de
extrema derecha Daniel García Pintos,
que en principio había reclamado una indemnización para los
familiares de policías, militares y civiles muertos por la
guerrilla pero que después, en un gesto que él mismo
calificó de “magnánimo”, extendió el reclamo a los deudos de
unos pocos militantes de izquierda.
La
lista de las supuestas “víctimas de la subversión”
comprende algunos casos insólitos, como uniformados muertos
“por error” por sus propios compañeros en el curso de
enfrentamientos y un ex embajador uruguayo en Paraguay
ejecutado por un terrorista croata que lo confundió con un
diplomático yugoslavo.
Abarca
incluso a un coronel cuya ejecución en 1975 en París la
dictadura atribuyó a “la guerrilla tupamara” pero que todo
indica -y así lo denunció siempre la izquierda- que fue
víctima de enfrentamientos internos del régimen, y a un
policía muy presumiblemente asesinado por los propios
uniformados que lo sospechaban de vínculos con “la
subversión”.
Del
“otro bando”, del lado de las víctimas del terrorismo de
Estado, la nómina apenas refiere a los casos de 26 detenidos
desaparecidos en Uruguay investigados por una
Comisión para la Paz creada por el anterior gobierno en el
año 2000.
El
texto, que toma en consideración para indemnizar a las
“víctimas de la sedición” los casos sucedidos entre 1962 y
1976 “tanto en el territorio nacional como fuera de él”,
nada dice acerca de las decenas de personas muertas, en ese
mismo lapso, bajo la tortura en las cárceles, ejecutadas en
enfrentamientos fraguados con la guerrilla, en el curso de
protestas callejeras, y tampoco de los más de 150 uruguayos
secuestrados y desaparecidos en el extranjero, sobre todo en
Argentina.
En
particular, nada dice sobre los casos de una veintena de
uruguayos secuestrados en Buenos Aires y traídos hacia
Montevideo en octubre de 1976 en el marco de un “vuelo de
la muerte” que la propia Fuerza Aérea uruguaya reconoció
oficialmente.
Es muy
curioso, además, que se hable a texto expreso del
“enfrentamiento armado con la sedición que tuvo lugar entre
los años 1962 y 1976”, cuando las propias Fuerzas Armadas
reconocieron que ya en 1972 habían “liquidado a la
guerrilla”.
Pero la
aberración mayor la constituye tal vez lo que puede ser
considerado como el meollo ideológico del proyecto: por un
lado, el hecho mismo de “juntar” situaciones tan dispares,
desde todo punto de vista, como las de algunas víctimas de
la dictadura con las de los muertos por las organizaciones
armadas. Y por otro la afirmación de que los uniformados a
cuyos deudos se pretende indemnizar “hicieron una
inquebrantable defensa de una sociedad que se encontraba
conmovida por un ambiente de extrema violencia”.
En
estos dos puntos fue que se enfocaron organizaciones de
derechos humanos y algunos militantes de la propia coalición
en el gobierno, entre otros, para rechazar el proyecto
presentado por el Ejecutivo.
“El
‘Nunca más’ debe ser al terrorismo de Estado”, y no,
como dijo Tabaré Vázquez a una violencia
genérica, comentó el abogado Javier Miranda,
uno de los referentes de la Asociación de Madres y
Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. “La del ‘Nunca
más’ fue una consigna forjada en la lucha por la defensa
y la promoción de los derechos humanos. No queremos que se
cambien las expresiones porque pierden su sentido histórico,
y a ésta, Vázquez le está dando por lo menos, un
alcance distinto”, señaló.
“Hemos
combatido la teoría de los dos demonios regularmente. Acá no
hubo una guerra entre dos bandos, y los desaparecidos no son
producto de ninguna guerra sino del terrorismo de Estado”,
mientras “los policías y militares que perdieron la vida en
el combate a la llamada subversión en los años del
movimiento armado en Uruguay son funcionarios
públicos que perdieron la vida cumpliendo sus funciones”,
destacó Miranda. “Si el Estado quiere indemnizarlos
que lo haga, pero que no junte situaciones”.
“Esto
constituye un golpe grande a toda la lucha por los derechos
humanos”, dijo a su vez Luisa Cuesta, otra
integrante de la Asociación de Madres y Familiares de
Desaparecidos. “Cuando vi la firma
de los integrantes del gobierno” al pie de un proyecto
impulsado, por ejemplo, por sectores de extrema derecha, “no
lo podía creer”, confió. Cuesta declaró que “había
puesto muchas esperanzas en este gobierno de encontrar más
verdades” sobre lo sucedido en los años setenta, pero que
“esto” la desilusiona.
El tono
en que se expresó la asociación de ex presos políticos
Crysol fue algo más fuerte: “de modo alguno podemos aceptar
un rango común entre quienes fueron perseguidos y torturados
hasta la muerte, la desaparición y el encarcelamiento o el
exilio prolongados, con situaciones de otra naturaleza como
los casos de las familias de policías o militares muertos en
acción, cuyo dolor respetamos, sin olvidar la función
objetiva al servicio de un Estado policíaco y militar que
aquéllos cumplían”.
Por
otra parte, ya está circulando en Internet una declaración
de “Ciudadanos en contra del proyecto de ley presentado por
el Poder Ejecutivo al Parlamento el 26 de marzo de 2007”.
El
comunicado estima que la iniciativa legislativa “pone sal en
las heridas de las víctimas del terrorismo de Estado” y pide
“un gesto de reflexión crítica y autocrítica de parte del
gobierno o sus parlamentarios” para retirarlo.
Se
prevé que la Mesa Política del Frente Amplio discuta el tema
el lunes 9 de abril, pero ya existen presiones de algunos
grupos de la coalición para modificar, en mayor o menor
grado, la formulación del proyecto de ley.
De
todas maneras, aun si la iniciativa fuera abandonada, el
solo hecho que el gobierno la haya propuesto le quedará como
“una mancha muy oscura”, estimaron fuentes de organismos
humanitarios.
En Montevideo, Daniel
Gatti
© Rel-UITA
4 de abril de 2007 |
|
|
|
FOTO:
agenciadenoticiasuruguaya.com.uy
Volver
a Portada