Cada 14 de marzo las presas y los presos de la dictadura
celebran el día del liberado. Y parece coincidencia,
parece casualidad pero es mucho más que una
coincidencia o una casualidad porque los
desaparecidos que están empezando a aparecer,
Ubagesner Chaves Sosa, Fernando Miranda, nos llaman
a luchar por la liberación de la memoria que sigue
presa.
Nuestro país quiere dejar de ser un santuario de la
impunidad, impunidad de los asesinos, impunidad de
los ladrones, impunidad de los mentirosos, y en esa
dirección estamos dando por fin, después de tantos
años, los primeros pasos.
Este no es un fin de caminos, es un inicio. Mucho costó pero
estamos empezando el duro y necesario recorrido de
la liberación de la memoria en un país que parecía
condenado a amnesia perpetua.
Todos los que aquí estamos, todos los que nos hemos juntado
hoy, compartimos la esperanza de que más temprano
que tarde habrá memoria y habrá justicia, porque la
historia enseña que la memoria puede sobrevivir
porfiadamente a todas sus prisiones y enseña que la
justicia debe y puede ser más fuerte que el miedo si
la gente la ayuda.
Dignidad de la memoria, memoria de la dignidad. En el
desigual combate contra el miedo, en ese combate que
cada uno libra cada día, qué sería de nosotros sin
la memoria de la dignidad. El mundo está sufriendo
un alarmante desprestigio de la dignidad. Los
indignos, que son los que en el mundo mandan, dicen
que los indignados somos prehistóricos, nostalgiosos,
románticos, negadores de la realidad.
Todos los días, en todas partes escuchamos el elogio del
oportunismo y la identificación del realismo con el
cinismo, el realismo que obliga al codazo y prohíbe
el abrazo, el realismo del “vale todo” y del
“arreglate como puedas, y si no podés, jodete...” El
realismo también del fatalismo, el más “jodido” de
los muchos fantasmas que acechan, hoy por hoy, a
nuestro gobierno progresista aquí en el Uruguay, y a
todos los nuevos gobiernos progresistas de América
Latina. El fatalismo, esa perversa herencia colonial
que nos obliga a creer que la realidad puede ser
repetida pero no puede ser cambiada, que lo que fue,
es y será, y que mañana no es más que otro nombre de
hoy. Pero acaso no fueron reales, no son reales las
mujeres y los hombres que han luchado y luchan por
cambiar la realidad, los que han creído y creen que
la realidad no exige obediencia, no son reales
Ubagesner y Fernando y todos los que están llegando
desde el fondo de la tierra y el tiempo a dar
testimonio de otra realidad posible. Y todas y todas
los que con ellos creyeron y quisieron, ¿no fueron,
no siguen siendo reales? ¿Fueron irreales los
verdugos, irreales las víctimas, irreales los
sacrificios de tanta gente en este país que la
dictadura convirtió en la mayor cámara de torturas
del mundo?
La realidad es un desafío, no estamos condenados a elegir
entre lo mismo y lo mismo. La realidad es real
porque nos invita a cambiarla y no porque nos obliga
a aceptarla. Ella abre espacios de libertad y no
necesariamente nos encierra en las jaulas de la
fatalidad. Bien decía un gran poeta brasileño, que
el gallo solo no teje la mañana. La realidad es real
porque no está sola, no estuvo solo en la vida y en
la muerte, no está solo este criollo Ubagesner, de
nombre tan raro, que hoy es un símbolo de nuestra
tierra y de nuestra gente.
Este militante obrero encarna el sacrificio de muchas
compañeras y de muchos compañeros que creyeron en
nuestro país y en nuestra gente, y que por creer se
jugaron la vida. Hemos venido hoy a decirles a todas
ellas, a todos ellos, que valió la pena. Hemos
venido a decirles que no murieron por morir nomás,
aquí estamos hoy reunidos para decirles que los
tangos tienen razón en eso de que la vida es un
ratito, pero hay vidas que duran asombrosamente
mucho porque duran en los demás, en los que vienen.
Tarde o temprano ya se sabe, nosotros caminantes,
seremos caminados por los pasos de después, así como
nuestros pasos caminan ahora sobre las huellas que
otros pasos dejaron.
Ahora que los dueños del mundo nos están obligando a
arrepentirnos de toda pasión, ahora que tan de moda
se ha puesto la vida frígida y mezquina, no viene
nada mal recordar aquella palabrita que todos
aprendimos en la infancia, la palabrita mágica, la
palabrita abrepuertas, Abracadabra, y recordar que
Abracadabra significa en hebreo antiguo, “envía tu
fuego hasta el final.”
Abracadabra compañeros, porque esta jornada más que sepelio
es una celebración, estamos celebrando la memoria
viva de Ubagesner y de todas las mujeres y de todos
los hombres generosos que en este país enviaron su
fuego hasta el final. Los que nos siguen ayudando a
no perder el rumbo y a no aceptar lo inaceptable, y
a no resignarnos nunca, y a nunca bajarnos del
caballito lindo de la dignidad. Porque en las horas
más difíciles, en aquellos tiempos enemigos, en los
años de mugre y miedo de la dictadura militar ellos
supieron vivir para darse y se dieron enteros, y se
dieron sin pedir nada a cambio, como si viviendo
cantaran aquella copla andaluza que decía, y que por
siempre dice: “tengo las manos vacías, pero las
manos son mías”, gracias.
Montevideo, 14 de marzo de 2006
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