Hallazgo de cuerpos de desaparecidos
Las
simientes reclaman justicia |
|
Que nos digan a dónde han escondido las
flores
que aromaron las calles persiguiendo un
destino.
¿Dónde, dónde se han ido?
(Todavía Cantamos, Víctor Heredia)
|
EFE |
|
Al viejo
estilo del fútbol uruguayo, sobre la hora, el gobierno del
presidente Tabaré Vázquez obtuvo resultados positivos para
su política de derechos humanos, al encontrar el cuerpo de
un detenido desaparecido en 1975, cuya área de inhumación
había sido indicada por la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU).
Un equipo de arqueólogos de la Facultad de Humanidades de
Uruguay, encabezado por el licenciado José López Mazz, halló
primero los huesos de un pie, para luego ir liberando el
cuerpo completo de uno de los dos presos políticos que la
FAU reconoció haber matado y enterrado aquel año, lo que
implicó un cambio sustancial en la vida política uruguaya y
oxigenó al gobierno que recibía críticas luego de ocho meses
de infructuosa búsqueda.
Los técnicos de la Facultad de Humanidades finalizaban su
trabajo ese martes 29 de noviembre, luego de excavar 600
metros cuadrados de una chacra cercana a la ciudad de Pando,
a 30 kilómetros de Montevideo, sin hallar restos en un lugar
transformado en un campo de fosas abiertas y vacías.
El médico forense Guido Berro identificó una gran similitud
entre la dentadura aún conservada en el esqueleto hallado y
la historia clínica odontológica de Ubagesner Chávez Sosa,
uno de los dos militantes comunistas muertos por tortura en
la base aérea Boisso Lanza (el otro fue Arpino Vega).
Solo 24 horas después de ese primer hallazgo, datos aportados
por un “informante anónimo” volvieron a sacudir a la
sociedad uruguaya: en el Batallón de Infantería 13, cerca de
una cancha de fútbol, en una isla de sauces (como se venía
denunciando desde 1985) apareció un cráneo y, debajo, el
cuerpo de otro desaparecido.
Los restos óseos, cuyas imágenes fotográficas y televisivas
impactaron a los uruguayos, serían de uno de los ocho presos
políticos –también comunistas– que entre 1975 y 1976
desaparecieron en la unidad represiva “300 Carlos”, también
conocida como “El infierno”, que actuaba en los fondos del
Batallón.
Aciertos y
errores
Al asumir la presidencia del primer gobierno de izquierda de
Uruguay, el pasado 1 de marzo, Vázquez ordenó a los
comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Aviación
investigar y elaborar respectivos informes sobre el destino
de los uruguayos desaparecidos durante la dictadura militar
(1973-1985).
En el anterior gobierno, del conservador Jorge Batlle
(Partido Colorado), se había creado una Comisión para la Paz
que luego de tres años de trabajo confirmó la desaparición
de 26 presos políticos durante el régimen militar uruguayo,
pero aceptó la versión militar según la cual los cuerpos
habían sido cremados y arrojados al mar.
Los informes entregados por los comandantes el pasado 8 de
agosto tenían diferencias con el de la Comisión para la Paz
e implicaron un cambio en el relacionamiento con el poder
civil. El Ejército reconoció “sus muertos” y la Aviación
señaló dos lugares de enterramiento en la chacra de Pando.
La Fuerza Aérea también admitió la existencia de traslados
ilegales en sus aviones, y confirmó el llamado “segundo
vuelo”, en el cual se trajo desde Argentina, en octubre de
1976, a un grupo de uruguayos detenidos en Automotores
Orletti, quienes fueron ejecutados tras vivir un mes
clandestinamente cautivos en Uruguay. Aún se desconocen los
nombres de quienes fueron “trasladados” en ese “segundo
vuelo”.
La Armada, que primero deslindó responsabilidades en las
desapariciones, se vio obligada a elaborar un segundo
informe en el que reconoció sus vínculos con la Escuela de
Mecánica de la Armada argentina, responsable en 1978 de la
desaparición de 30 miembros del GAU uruguayo en Buenos
Aires.
La aparición del cuerpo en el Batallón 13 dejó mal parado al
comandante del Ejército, general Ángel Bertolotti, cuyo
informe señalaba a otra unidad militar –el Batallón de
Paracaidistas Nº 14– como el lugar donde se habían enterrado
todos los cuerpos luego de un operativo de exhumación de
tumbas en 1984.
Interpretar
o anular
Ese mismo Batallón 14, cercano a la ciudad de Toledo, había
sido escenario de un acto dramático en el que Bertolotti le
indicó a la joven Macarena, nieta del poeta argentino Juan
Gelman, que allí se encontraban los restos de su madre,
asesinada en 1976, luego de darle la vida en el Hospital
Militar.
Bertolotti daba por ciertos los informes que los propios
represores de entonces –hoy oficiales retirados– le habían
dado, basado en la existencia de una “Operación Zanahoria”
por la que en 1984 se habría desenterrado varios cuerpos de
las unidades militares para volver a inhumarlos en el
Batallón 14.
Los restos óseos hallados en el Batallón 13 dejaron en
evidencia que la “Operación Zanahoria” habría sido por lo
menos incompleta, y dio la razón a otro grupo de técnicos
universitarios, dirigido por el profesor Daniel Panario, de
la Facultad de Ciencias del Uruguay, que había señalado el
lugar donde el cuerpo fue hallado luego de un estudio de la
evolución forestal a través de fotos áreas del lugar.
Ahora, mientras se amplían las excavaciones en el Batallón 13
y se continúa buscando el segundo cuerpo de la chacra de
Pando, sin descartar como sitio de enterramientos a la
unidad de paracaidistas, otra batalla se inicia en el ámbito
parlamentario donde se discute la Ley de Caducidad.
Dicha ley, impuesta por el gobierno de Julio María
Sanguinetti en 1986 y refrendada –bajo amenaza de desacato
militar– en un plebiscito en 1989, ha sido interpretada por
los gobiernos uruguayos de los últimos 20 años como una
amnistía irrestricta, interpretación que no se corresponde
con el texto de la ley aprobada.
El oficialismo ha propuesto una ley interpretativa de la Ley
de Caducidad, por la que se llegarían a juzgar algunos
crímenes de la dictadura. Sin embargo, grupos sociales y la
central sindical uruguaya, PIT-CNT, han replanteado la
discusión de una ley de nulidad que vuelva todo a fojas
cero, como ocurrió en Argentina.
En Uruguay, mientras se cava y se debate, las flores
escondidas han surgido de la tierra luego de un oscuro
invierno de tres décadas y, aún transformadas en bulbos de
tallos sin carne y pétalos marchitos que ya no pueden
florecer, se muestran como la simiente de una verdad que,
ahora sí, reclama justicia.
Roger Rodríguez
© Rel-UITA
8 de
diciembre de 2005
|