Con Jair Krischke
Asesinan a otro líder comunitario y ambientalista en Pará
En la tarde
del pasado sábado 22, en la localidad de Miritituba, municipio de Itaituba, en
el estado norteño de Pará, fue asesinado João Chupel Primo, de 55 años, empleado
en un taller mecánico. Era activista católico, coordinador de su comunidad y,
por denunciar la deforestación, ya había sido amenazado de muerte. Sirel dialogó
con Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de
Porto Alegre (MJDH), para conocer su opinión sobre este nuevo episodio de
violencia rural.
-¿Cuál es tu reflexión ante esta “guerra de baja intensidad” que
se vive en el norte de Brasil?
-Esto sigue ocurriendo porque las cosas no cambian, porque todo
sigue igual. Es una tierra de nadie, una ausencia total y absoluta del Estado
que permite que esto pase.
Hay una impunidad mafiosa tan arraigada que permite seguir
matando sin que pase realmente nada. Vivimos en una zona del mundo donde la vida
no vale nada.
Cada día nos sentimos agredidos por estos hechos de violencia
extrema. En este caso no era un campesino, sino alguien comprometido con la
organización de la gente en defensa de su fuente de ingresos que es la selva.
Esto contrarió seguramente los intereses de madereros y
terratenientes de la región, y con eso ya es suficiente para ser candidato al
asesinato.
-Quien denunció el homicidio en este caso fue el obispo católico
de esa región, Dom Frei Wilmar Santin.
-Y que también está amenazado.
Porque en esta región quien participa en denuncias y
acusaciones de deforestación y usurpación de tierras entra en la lista de
marcados para morir.
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Hay una
impunidad mafiosa tan arraigada que permite seguir matando sin que pase
realmente nada. Vivimos en una zona del mundo donde la vida no vale nada.
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-¿Cuál es el papel de la iglesia católica en esas regiones? Según
el obispo Santin, João Chupel había recibido el encargo de organizar a su
comunidad…
-Son comunidades eclesiales que organizan a la gente con un fin
pastoral, para que puedan seguir trabajando y mejorar sus condiciones de vida.
En este caso había grupos de extractivistas, ex garimpeiros1,
etc. En la zona mucha gente vive recolectando castaña de Pará, açaí, y otras
frutas y semillas silvestres que tienen una demanda creciente en las grandes
ciudades brasileras.
Para ellos,
la destrucción de la selva es el fin de su modo de vida, de su supervivencia, y
sin eso sólo les queda la miseria absoluta.
-El obispo Santin emplaza al gobierno y pregunta por qué la
Policía Federal no ha llegado aún a desplegarse en la región.
-La Policía Federal tiene una gran cantidad de agentes, pero el
país es enorme, casi inabarcable. Además, los federales no quieren vivir en esas
zonas selváticas, y los que llegan ahí enseguida empiezan a ver la forma de irse
a las ciudades, a Sao Paulo, etc.
Lamentablemente, soy muy pesimista con respecto a que pueda
instalarse allí la Policía Federal. Esto replantea periódicamente el tema de
llevar allí a las Fuerzas Armadas...
-... pero eso es muy peligroso. En ese proceso se sabe cómo se
empieza pero no cómo se termina.
-Muy peligroso, porque las Fuerzas Armadas están preparadas para
la guerra, y el problema que hay allí es de seguridad pública. Se trata de
proteger a los más débiles para que rija la ley y de preservar la selva no sólo
de los madereros y los usurpadores de grandes latifundios, sino también de los
garimpos que extraen sobre todo oro usando mucho mercurio.
Esto
contamina de manera casi irreversible los cursos de agua superficiales y
profundos, por tanto también la flora y la fauna. Es gravísimo. Son metales
pesados, altamente cancerígenos y neurotóxicos.
También es tierra de narcotraficantes. Todos ejercen violencia,
matan indios, matan extractivistas, es lamentable.
-Parece que fuera otro mundo.
-En Brasil quedan muchos “otros mundos” sin presencia del
Estado. Este vacío es casi siempre ocupado por organizaciones
criminales que muchas veces cooperan para repartirse el territorio y los
recursos.
La ley es inexistente. Es la barbarie.
Por ahora celebramos que por lo menos en el caso de la pareja de
extractivistas asesinada en mayo pasado, José Claudio Ribeiro da Silva y
Maria do Espírito Santo, se ha logrado identificar y detener a los
asesinos.
Pero hay que estar vigilantes para que realmente sean juzgados,
condenados y que cumplan su pena, porque desgraciadamente esto no es la regla en
esa región.
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