Bajo estas
circunstancias se concretó el 15 de marzo, en Rio de
Janeiro, el prometido encuentro entre Kirchner y Lula para
tratar el tema del endeudamiento. Los argentinos estaban
entusiasmados, los brasileños eran cautos. El ala ortodoxa
brasileña liderada por el ministro Antonio Palocci era
contraria a un acuerdo con el vecino, y no deseaba que su
país apareciera entreverado con Argentina en el seno del
FMI. Pero la balanza se inclinó hacia quienes apuntaban a un
posición cercana a Buenos Aires. Es que la situación interna
del gobierno brasileño enfrenta problemas en varios frentes,
y no fue un detalle menor que el propio Lula debería entrar,
por primera vez, por una puerta trasera al lugar de la
cumbre, para evitar así una protestas ciudadana que lo
aguardaba en la puerta principal.
En los debates
alrededor de la cumbre presidencial se consideraba hasta qué
punto podría avanzar la coordinación entre Argentina y
Brasil frente a los organismos financieros globales y ante
la deuda externa. Para alejar los temores en los centros
financieros, los dos gobiernos repetían a quien quisiera
escuchar que no deseaban conformar un "cartel de deudores".
De todas maneras, las mayores exigencias venían de Kirchner,
reclamando cambios más sustanciales en las posturas del FMI.
El acuerdo estuvo a
punto de naufragar según trascendió unos pocos días después;
por un momento la delegación argentina consideró abandonar
la cumbre, pero Lula destrabó la situación al comprometerse
personalmente con llegar a un acuerdo. Finalmente los
presidentes de Argentina y Brasil subscribieron la
"Declaración de Copacabana" (ver el texto completo más
abajo). Allí no se encuentra una posición radical donde se
reclaman cambios sustanciales en los organismos financieros,
pero eso no debe impedir reconocer que es un documento
importante. En primer lugar se concreta una posición común
entre dos países importantes, por su propio peso, como por
ser el primer y tercer deudor del FMI. En segundo lugar, se
insiste en modificar las exigencias del fondo, alejándolas
un poco del reduccionismo financiero y acercándolas otro
poco a las estrategias de desarrollo. En efecto, la
declaración gira alrededor de reclamar que las metas de
superávit primario no sean fines en sí mismos, como
regularmente plantea el FMI, sino que estén condicionadas
tanto al crecimiento económico como a la "sustentabilidad de
la deuda". Entre otros puntos, se incluyó la demanda de
Brasil de considerar la infraestructua como inversión, así
como la exigencia conjunta de terminar con los subsidios
distorsionantes del comercio internacional.
El Declaración de
Copacabana está abierta a la adhesión de los demás países
del MERCOSUR, y en las próximas semanas se verá que suerte
correrá. Por ahora el gobierno de Uruguay ya adelantó que no
se sumará a ella.
Este declaración es
un paso importante especialmente para Argentina en sus
negociaciones con el FMI. Ahora ha sumado a Brasil, al menos
en parte, y puede invocar este documento conjunto. Es un
buen inicio, aunque ciertamente la Declaración de Copacabana
se expresa con un lenguaje muy delicado, de manera de
atender los modos propios de los pasillos del FMI, pero con
un mensaje lo suficientemente claro como para que todos lo
puedan entender. Se establece así un nuevo ejemplo de las
potencialidades positivas que tiene la coordinación
regional.
Declaración de Copacabana
Los presidentes de
la República Argentina, Néstor Kirchner, y de la República
Federativa del Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva,
mantuvieron una reunión de trabajo en Río de Janeiro el 16
de marzo de 2004 con el objetivo de establecer mecanismos de
cooperación para un crecimiento económico con equidad, y
consideraron:
Que las actuales
características del sistema financiero internacional
plantean contradicciones entre el desarrollo sostenido y su
financiamiento.
Que deberán
desarrollarse en la arquitectura financiera internacional
mecanismos adecuados para evitar las crisis.
Que dado este
contexto resulta evidente que la estabilidad macroeconómica
regional proveerá a cada país el campo fértil para su
crecimiento.
Que frente a esto
la esfera comercial y la financiera no son ámbitos aislados.
Por el contrario, la relación entre comercio, finanzas y
crecimiento es crucial para alcanzar un desarrollo económico
y financiero sostenible.
En virtud de lo
expuesto, los presidentes acordaron:
1º Conducir las
negociaciones con organismos multilaterales de crédito
asegurando un superávit primario y otras medidas de política
económica que no comprometan el crecimiento y garanticen la
sustentabilidad de la deuda, de modo tal de preservar
inclusive la inversión en infraestructura.
2º Con igual
propósito, otorgar un tratamiento fiscal diferenciado de las
inversiones asociadas al financiamiento de instituciones
multilaterales para el desarrollo.
3º Revisar los
mecanismos de licitación de los financiamientos de
organismos multilaterales con el objeto de fortalecer las
inversiones nacionales y regionales sin perjuicio de las
reglas de transparencia.
4º Elaborar
alternativas para neutralizar en nuestros países los efectos
negativos derivados de los desequilibrios generados en el
mundo desarrollado.
5º Desplegar
acciones conjuntas para la apertura de mercados y la
eliminación de subsidios en los países industrializados,
como instrumento indispensable para el crecimiento de los
países en desarrollo y para contribuir al equilibrio y
morigeración de los flujos de capitales.
6º Impulsar
mecanismos para incrementar el ahorro doméstico y regional,
con vistas a fortalecer el crecimiento del ingreso.
En consecuencia,
para concretar las propuestas relativas a estos temas se
decidió la realización de una reunión, en un plazo no mayor
a los sesenta días, de las autoridades económico financieras
y con la participación de las cancillerías de ambos países.
Los presidentes
invitarán a los socios del Mercosur y de sus Estados
Asociados a participar de este proceso