Los antiguos romanos inventaron si vis pacem para
bellum [si quieres la paz, prepara la guerra], falsa
máxima aplicada con entusiasmo y de manera muy especial en
los últimos cien años. La paz es la situación y relación
mutua de quienes no están en guerra o la pública
tranquilidad de los Estados en contraposición a la guerra o
turbulencia, según el diccionario de la lengua española.
Nada más lejos de la turbulenta realidad que agita muchos
lugares de la Tierra. El día 21 de septiembre es el Día
Internacional de la Paz, conmemoración establecida por la
ONU para recordarnos que la paz continúa siendo un anhelo
insatisfecho. Pero la quietud que define el diccionario como
paz no es paz de no mediar otras condiciones y situaciones.
Durante la dictadura franquista, que hizo propaganda con la
idea de que España vivía en paz, la oposición decía que
había tranquilidad y no paz, y tranquilidad viene de tranca.
La paz no es sólo tranquilidad en el
orden. La paz es ausencia de guerra, por
supuesto, pero sobre todo ausencia de
las condiciones y factores que permiten
la guerra, la inician, la incitan y la
mantienen. Es decir, la paz va
acompañada de justicia y de igualdad de
derechos cumplidos. |
|
La paz no es sólo tranquilidad en el orden. La paz es
ausencia de guerra, por supuesto, pero sobre todo ausencia
de las condiciones y factores que permiten la guerra, la
inician, la incitan y la mantienen. Es decir, la paz va
acompañada de justicia y de igualdad de derechos cumplidos.
También de ausencia de miseria y humillación. La Escuela de
Cultura de la Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona y
Médicos Sin Fronteras publicaron hace unos meses un informe
sobre la paz en el mundo. Se congratulaban porque había diez
nuevos procesos de paz, pero se mantenías 25 conflictos
armados.
Una larga lista de conflictos sobre la Tierra, que no son
los de Irak y Palestina, merecen el adjetivo de "olvidados"
porque los grandes grupos económicos transnacionales
(ubicados en los países más ricos), que a su vez son
propietarios de los grandes grupos transnacionales de
comunicación, no tienen ningún interés en informar sobre
esos conflictos. Ni interés político ni interés económico y,
desde luego, tampoco interés informativo.
Recordemos algunos de esos inacabables conflictos olvidados.
La guerra incivil de Liberia, iniciada en 1999, continúa
activa y causan muertos. También está vivo el conflicto
armado entre tropas sublevadas y el dictador Gbagbo en Costa
de Marfil. De igual modo, continúa la violencia armada en
Senegal por insurrecciones independentistas y en Burundi
siguen los enfrentamientos entre hutus y tutsis, así como
hay violencia en Sierra Leona por la actuación armada de
grupos no conformes con lo que les tocó en los acuerdos de
paz. En Angola, finalizado el largo conflicto entre Unita y
el gobierno, se alzan ahora los separatistas de Cabinda, y
en Sudán, donde el rico norte (que dice ser musulmán) se
enfrenta al pobre sur (que dice ser cristiano), la paz es
una quimera desde 1983. Un conflicto agravado por el
petróleo descubierto en el sur del país, con muertes y
limpieza étnica de cristianos. En Yemen, hay levantamientos
tribales, que tienen mucho que ver con la pobreza extrema
que soporta el país; y en Nepal, la guerrilla maoísta,
alzada en 1996, y el gobierno monárquico autoritario
castigan al país con violencia incesante. En Cachemira se
enfrentan Pakistán e India, ambos países con armas
nucleares, que ya han tenido dos guerras convencionales
desde 1947. En Afganistán hay enfrentamientos entre soldados
estadounidenses y talibanes, y las tropas internacionales
sólo garantizan la seguridad de la capital, Kabul. Incluso
en Europa, en los Balcanes, hay un goteo de conflicto armado
inacabable en Kosovo y Macedonia.
Por otra parte, atentados terroristas promovidos,
organizados y ejecutados por fanáticos en cualquier lugar
del mundo, con resultado de numerosas víctimas civiles
(Nueva York, Bali, Madrid, Londres…), han convertido la
Tierra en zona de guerra perpetua. Sin embargo, no caigamos
en el simple y falaz argumento de los tópicos de la guerra
santa contra el terrorismo, porque eso sólo asegura que éste
continúe con buena salud.
Acaso los países más poderosos –y los grupos económicos más
poderosos–
deberían hacer examen de conciencia y también propósito de
enmienda, porque en el origen de muchos de los conflictos
que azotan el mundo están los turbios intereses y las no
menos turbias actuaciones de esos grupos. Véase África, como
ejemplo.
La mejor base para iniciar la reducción drástica de los
conflictos armados (y también del terrorismo) sería iniciar
una guerra diferente, pero en serio. Lo ha formulado en la
ONU José Luis R. Zapatero, presidente del gobierno español:
La lucha contra la pobreza es la guerra más noble que la
Humanidad pueda librar. Tal vez la única. Tal vez la
única.
Xavier Caño
Centro de
Colaboraciones Solidarias
19 de
setiembre de 2005