Señores Presidentes, Señor
Secretario General
En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad que
brindan a mi país de participar en este encuentro que,
con espíritu de diálogo y cooperación, busca tratar la
acción internacional futura para luchar contra el
hambre, superar la pobreza e incrementar la
financiación para el desarrollo.
Existiendo responsabilidades compartidas y teniendo en
cuenta que el hambre no espera, es importante destacar
la función fundamental de las Naciones Unidas, de sus
organismos, fondos y programas en el tema para ayudar
a erradicar las principales causas de la pobreza y del
hambre, mediante la creación de puestos de trabajo, la
generación y la justa distribución de la riqueza.
El mundo desarrollado gasta en subsidios a su
producción más de 300.000 millones de dólares
anuales. Esa cifra supera en seis veces la ayuda
directa que destinan a los países pobres.
Los países más pobres pierden casi 40.000
millones por año por menos exportaciones debido
al proteccionismo agrícola de los países
industrializados.
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Expresamos el más firme compromiso del gobierno
argentino en la lucha contra el hambre y la pobreza en
el mundo. Una lucha a la que concebimos como parte de
un esfuerzo multilateral y sistemático, orientado a
ubicar al desarrollo sustentable en el centro de la
agenda global.
Quienes hoy tienen hambre y sufren pobreza no
necesitan más diagnósticos, exigen acción. El hambre
no reconoce ni respeta fronteras, religiones ni
etnias. Diferenciar entre un hambriento africano,
asiático o latinoamericano es imposible. Hay que
saciar su hambre ya, sin dilación.
El mundo tiene sobrados recursos para ello. Sabemos
que el hambre y la pobreza no podrán enfrentarse sólo
a través de medidas paliativas, ni a partir de
esfuerzos de alcance sólo nacional.
El mundo desarrollado gasta en subsidios a su
producción más de 300.000 millones de dólares anuales.
Esa cifra supera en seis veces la ayuda directa que
destinan a los países pobres.
Los países más pobres pierden casi 40.000 millones por
año por menos exportaciones debido al proteccionismo
agrícola de los países industrializados.
Debemos eliminar hipocresías e impedir que los
acontecimientos sigan el actual rumbo perverso. No
existe sistema político ni plan económico que pueda
tener sustentabilidad mientras subsistan los niveles
acuciantes de pobreza.
Inestabilidad social y devastación ambiental en el
mundo en desarrollo significarán incremento de la
inmigración ilegal e incremento de la inestabilidad
mundial.
Por eso nos oponemos a la idea de que estas reuniones
pueden llegar a favorecer sólo a los que sufren
hambre.
Quienes tienen desarrollo debieran promoverlo allí
donde están las economías menos desarrolladas y más
inequitativas para preservación de sus propios
intereses, si quieren lograr un mundo más seguro. La
pobreza no es sólo negativa desde el punto de vista
moral o de filosofiía política, lo es también desde
una visión puramente económica.
Equidad, inclusión, trabajo donde no lo hay, y
desarrollo sustentable tienen que ser el camino de la
paz mundial.
Existen hoy evidencias empíricas del fracaso de la
teoría del derrame que indican que el mercado por sí
solo no reduce los niveles de pobreza y evidencias
empíricas respecto de que un punto de crecimiento en
un país con fuerte inequidad reduce la pobreza en
menor magnitud que en otros con una distribución del
ingreso más igualitaria.
Es preciso entonces que el sistema internacional apoye
y complemente las acciones impulsadas por nuestros
gobiernos, propiciando un esquema de comercio más
equilibrado y más justo; así como un tratamiento
realista de la deuda externa que no comprometa el
crecimiento económico de los países endeudados.
Una alianza mundial contra el hambre y la pobreza debe
permitir a los países en desarrollo producir mejoras
sustantivas que redunden en beneficio de todos los
sectores de la sociedad.
Es también prioritario impulsar fórmulas innovadoras
de financiamiento de la inversión pública y privada,
así como incrementar la movilización de recursos
necesarios para alcanzar las ambiciosas metas trazadas
en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Al mismo tiempo, deben considerarse relevantes los
debates que estamos llevando a cabo con los organismos
multilaterales de crédito sobre la necesidad de
reformar la contabilidad fiscal para considerar los
gastos en infraestructura como una inversión.
América Latina ingresa al siglo XXI como el área que
alberga los mayores niveles de desigualdad mundial,
señalando una paradójica situación en la cual el
hambre de los más pobres es tan real como las riquezas
naturales que los rodean.
Nuestro país es el que menos desigualdad muestra en la
región y viene obteniendo avances importantes en la
lucha contra la pobreza, pues en el último año cayó
diez puntos el número de pobres.
Es verdad sabida que la pobreza y el hambre se
vinculan precisamente con esta distribución
inequitativa del ingreso, que no sólo retroalimenta la
desigualdad sino que lesiona severamente los
imperativos democráticos de la libertad y la autonomía
personal. Sabemos que no hay democracia plena sin
ciudadanía plena, y que la ciudadanía plena descansa
en la posibilidad de reconocernos y de respetarnos
como iguales.
El pensamiento dominante durante los noventa
desvinculó a la gestión macroeconómica del desarrollo
de la sociedad, convirtiendo al crecimiento en un
problema técnico y a la equidad en un imperativo
moral.
Es preciso volver a vincular estrechamente la
eficiencia y la competitividad con la justicia social,
como única estrategia realista al servicio de la
ampliación de las oportunidades de progreso personal y
social.
Entendemos que la economía debe estar al servicio del
bienestar general y creemos que el bienestar de los
ciudadanos está dado, fundamentalmente, por la
dignidad que genera el trabajo.
Cuando hay hambre no hay familia, ni escuela, ni
hospital. Sólo cuando hay trabajo decente el
desarrollo humano y material son posibles. Bajo esta
cosmovisión, la Argentina ha propuesto para la IV
Cumbre de las Américas, que se realizará en nuestro
país, el lema "Crear trabajo para enfrentar la pobreza
y fortalecer la gobernabilidad democrática", que fue
aceptado por todos los países del hemisferio.
Confiamos en que las iniciativas surgidas de este Foro
serán apoyadas activamente por los países más
desarrollados, y esperamos pronto poder constatar que
la prédica y la práctica convergen, para que
encuentros como éste no se limiten a ser meros
ejercicios intelectuales.
Muchas gracias
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