Argentina

“El hambre de los más pobres es tan real como las riquezas naturales que los rodean”

Discurso del Presidente Néstor C. Kirchner en la Cumbre Mundial contra el Hambre y la Pobreza, realizado en el ámbito de las Naciones Unidas

 

 

Señores Presidentes, Señor Secretario General



En primer lugar, quiero agradecer la oportunidad que brindan a mi país de participar en este encuentro que, con espíritu de diálogo y cooperación, busca tratar la acción internacional futura para luchar contra el hambre, superar la pobreza e incrementar la financiación para el desarrollo.

Existiendo responsabilidades compartidas y teniendo en cuenta que el hambre no espera, es importante destacar la función fundamental de las Naciones Unidas, de sus organismos, fondos y programas en el tema para ayudar a erradicar las principales causas de la pobreza y del hambre, mediante la creación de puestos de trabajo, la generación y la justa distribución de la riqueza.

 

El mundo desarrollado gasta en subsidios a su producción más de 300.000 millones de dólares anuales. Esa cifra supera en seis veces la ayuda directa que destinan a los países pobres.

Los países más pobres pierden casi 40.000 millones por año por menos exportaciones debido al proteccionismo agrícola de los países industrializados.

 


Expresamos el más firme compromiso del gobierno argentino en la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo. Una lucha a la que concebimos como parte de un esfuerzo multilateral y sistemático, orientado a ubicar al desarrollo sustentable en el centro de la agenda global.

Quienes hoy tienen hambre y sufren pobreza no necesitan más diagnósticos, exigen acción. El hambre no reconoce ni respeta fronteras, religiones ni etnias. Diferenciar entre un hambriento africano, asiático o latinoamericano es imposible. Hay que saciar su hambre ya, sin dilación.

El mundo tiene sobrados recursos para ello. Sabemos que el hambre y la pobreza no podrán enfrentarse sólo a través de medidas paliativas, ni a partir de esfuerzos de alcance sólo nacional.

El mundo desarrollado gasta en subsidios a su producción más de 300.000 millones de dólares anuales. Esa cifra supera en seis veces la ayuda directa que destinan a los países pobres.

Los países más pobres pierden casi 40.000 millones por año por menos exportaciones debido al proteccionismo agrícola de los países industrializados.

Debemos eliminar hipocresías e impedir que los acontecimientos sigan el actual rumbo perverso. No existe sistema político ni plan económico que pueda tener sustentabilidad mientras subsistan los niveles acuciantes de pobreza.

Inestabilidad social y devastación ambiental en el mundo en desarrollo significarán incremento de la inmigración ilegal e incremento de la inestabilidad mundial.

Por eso nos oponemos a la idea de que estas reuniones pueden llegar a favorecer sólo a los que sufren hambre.

Quienes tienen desarrollo debieran promoverlo allí donde están las economías menos desarrolladas y más inequitativas para preservación de sus propios intereses, si quieren lograr un mundo más seguro. La pobreza no es sólo negativa desde el punto de vista moral o de filosofiía política, lo es también desde una visión puramente económica.

Equidad, inclusión, trabajo donde no lo hay, y desarrollo sustentable tienen que ser el camino de la paz mundial.

Existen hoy evidencias empíricas del fracaso de la teoría del derrame que indican que el mercado por sí solo no reduce los niveles de pobreza y evidencias empíricas respecto de que un punto de crecimiento en un país con fuerte inequidad reduce la pobreza en menor magnitud que en otros con una distribución del ingreso más igualitaria.

Es preciso entonces que el sistema internacional apoye y complemente las acciones impulsadas por nuestros gobiernos, propiciando un esquema de comercio más equilibrado y más justo; así como un tratamiento realista de la deuda externa que no comprometa el crecimiento económico de los países endeudados.

Una alianza mundial contra el hambre y la pobreza debe permitir a los países en desarrollo producir mejoras sustantivas que redunden en beneficio de todos los sectores de la sociedad.

Es también prioritario impulsar fórmulas innovadoras de financiamiento de la inversión pública y privada, así como incrementar la movilización de recursos necesarios para alcanzar las ambiciosas metas trazadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Al mismo tiempo, deben considerarse relevantes los debates que estamos llevando a cabo con los organismos multilaterales de crédito sobre la necesidad de reformar la contabilidad fiscal para considerar los gastos en infraestructura como una inversión.

América Latina ingresa al siglo XXI como el área que alberga los mayores niveles de desigualdad mundial, señalando una paradójica situación en la cual el hambre de los más pobres es tan real como las riquezas naturales que los rodean.

Nuestro país es el que menos desigualdad muestra en la región y viene obteniendo avances importantes en la lucha contra la pobreza, pues en el último año cayó diez puntos el número de pobres.

Es verdad sabida que la pobreza y el hambre se vinculan precisamente con esta distribución inequitativa del ingreso, que no sólo retroalimenta la desigualdad sino que lesiona severamente los imperativos democráticos de la libertad y la autonomía personal. Sabemos que no hay democracia plena sin ciudadanía plena, y que la ciudadanía plena descansa en la posibilidad de reconocernos y de respetarnos como iguales.

El pensamiento dominante durante los noventa desvinculó a la gestión macroeconómica del desarrollo de la sociedad, convirtiendo al crecimiento en un problema técnico y a la equidad en un imperativo moral.

Es preciso volver a vincular estrechamente la eficiencia y la competitividad con la justicia social, como única estrategia realista al servicio de la ampliación de las oportunidades de progreso personal y social.

Entendemos que la economía debe estar al servicio del bienestar general y creemos que el bienestar de los ciudadanos está dado, fundamentalmente, por la dignidad que genera el trabajo.

Cuando hay hambre no hay familia, ni escuela, ni hospital. Sólo cuando hay trabajo decente el desarrollo humano y material son posibles. Bajo esta cosmovisión, la Argentina ha propuesto para la IV Cumbre de las Américas, que se realizará en nuestro país, el lema "Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática", que fue aceptado por todos los países del hemisferio.

Confiamos en que las iniciativas surgidas de este Foro serán apoyadas activamente por los países más desarrollados, y esperamos pronto poder constatar que la prédica y la práctica convergen, para que encuentros como éste no se limiten a ser meros ejercicios intelectuales.

Muchas gracias
 

 


29 de setiembre de 2004

 

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