Dos
visiones de los problemas mundiales |
La Cumbre Iberoamericana
de San José de Costa Rica, del 19 y 20 de noviembre, y la
del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC),
celebrada en Santiago de Chile el 20 y 21 del mismo mes, han
sido escaparates de dos formas opuestas, prácticamente
antagónicas, de comprender los problemas mundiales y el
terrorismo y de abordar sus soluciones.
En San José, los mandatarios
latinoamericanos apostaron por el multilateralismo, el
refuerzo de la ONU y el respeto a su Carta, la adhesión al
Derecho Internacional y la lucha contra la pobreza. En la
agenda de la APEC, el terrorismo sustituyó a las cuestiones
comerciales como tema central y Estados Unidos priorizó los
acuerdos de cooperación regional y hemisférica en la lucha
antiterrorista.
Los líderes latinoamericanos presentes en San José aprobaron
una declaración final que apuesta por el Derecho
Internacional y la Carta de la ONU y en la que se menciona
expresamente el respeto a la soberanía e igualdad jurídica
de los Estados, la no intervención, la prohibición de la
amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones
internacionales y el respeto a la integridad territorial de
los países. El texto también hace hincapié en el
multilateralismo y apoya una reforma de Naciones Unidas que
la haga más efectiva y democrática, el cumplimiento de las
metas de la Declaración del Milenio de la ONU y un
compromiso más firme para la lucha contra la pobreza.
Además, se expresó la voluntad de luchar contra el
terrorismo dentro de las normas del Derecho Internacional y
la protección de los derechos humanos y el Derecho
Internacional humanitario, y se dio un apoyo explícito a la
Alianza de Civilizaciones propuesta en la ONU por José Luis
Rodríguez Zapatero. Fuentes diplomáticas en San José han
interpretado estas conclusiones como una advertencia hacia
EE UU, desde una región que mayoritariamente rechazó su
estrategia de guerra unilateral y preventiva dirigida a la
invasión de Irak y que, en el actual contexto internacional,
ha perdido peso estratégico e importancia en la agenda del
vecino del Norte. Sin embargo, las debilidades de la Cumbre
restan contundencia al aviso.
El Foro de la APEC en Santiago de Chile recibía la primera
gran visita internacional de George W. Bush tras ser
reelegido presidente de EE UU, precisamente ante un grupo de
países que no respaldó de forma unánime su política
exterior. La APEC, de la que forman parte varios países
latinoamericanos pero también algunas de las principales
economías del mundo, como EE UU, Rusia, China o Japón, es el
mayor proyecto comercial del planeta. Pero en esta ocasión,
una agenda originalmente basada en el comercio ha dado paso
a cuestiones de seguridad y antiterrorismo, centrales en la
estrategia internacional de EE UU. Bush pretendía ganar
apoyos políticos y afianzar su colaboración con dos regiones
que ve con preocupación: Asia, como zona estratégica de
primera importancia, y América Latina, que ha perdido peso
político pero se considera problemática como foco de
narcoterrorismo, insurgencias e inestabilidad política. En
2003 la ayuda militar de EE UU hacia ella superó la ayuda al
desarrollo, una expresión más de política exterior
militarizada: a medida que pierde importancia en la agenda
del Departamento de Estado, gana puestos en la del
Pentágono. En Chile se pretendía, además de conseguir
acuerdos comerciales, llegar a compromisos en materia
antiterrorista centrados en la cooperación militar y el
control del comercio de armamento.
Fue precisamente el Foro APEC, y su importancia comercial
para muchos países del área, lo que empujó a varios líderes
latinoamericanos a no asistir a San José. Aunque los
presentes se esforzaron en restar importancia a las
ausencias, se alcanzó un récord sin precedentes en 14 años:
no estuvieron Ricardo Lagos (Chile), anfitrión de la APEC en
Santiago; Alejandro Toledo (Perú), y Luis Inázio Lula da
Silva (Brasil), también desplazados allí; Jorge Sampaio
(Portugal) y Fidel Castro (Cuba) por problemas de salud, y
Hugo Chávez (Venezuela), por el atentado que costó la vida
al fiscal Danilo Anderson, que investigaba el golpe de
Estado contra él del 11 de abril de 2002. Estas ausencias se
vieron como expresión del desencanto hacia un mecanismo que
ha logrado escasos resultados y donde las declaraciones
finales no incluyen compromisos concretos para el desarrollo
socioeconómico y político. En San José, sin embargo, de
forma no oficial, la falta de interés también se atribuyó a
las tensiones y divisiones internas generadas, en años
anteriores, por la política de José María Aznar. Con su
seguidismo de EE UU en la cuestión de Irak y los intentos de
imponer sus criterios de forma unilateral se generaron
tensiones y divergencias entre los países latinoamericanos y
entre ellos y España que están mostrando ahora su verdadero
coste político. Las presiones a Chile y México, entonces
miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU,
para que votaran a favor de la guerra, fueron el ejemplo más
patente de ese desencuentro, aunque hubo otros menos
visibles: en la Cumbre de Santa Cruz de la Sierra, de 2003,
presentó un borrador de estatutos de la secretaría
permanente que no había sido consultado a nadie previamente.
La nueva Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), cuyos
estatutos se han aprobado en San José, nace con menos peso
político del originalmente previsto precisamente por los
recortes que México impuso a sus competencias como protesta
por el incidente. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones,
la creación de la SEGIB se ha presentado como fundamental
para institucionalizar un mecanismo multilateral que
comenzaba a agotarse, al tratarse de un órgano político de
carácter permanente que puede mejorar la coordinación
política e institucional.
La apuesta por un sistema internacional basado en el
multilateralismo y el Derecho Internacional y el rechazo de
políticas de fuerza al margen de la ley es uno de los
resultados más destacados de la Cumbre Iberoamericana.
También lo es el compromiso de estudiar el canje de deuda de
América Latina por educación básica y el propósito de
intensificar la colaboración hacia Haití, observado como
ejemplo de cooperación de los países del área para la
estabilización y desarrollo de países en crisis. La
principal debilidad es la ausencia de mecanismos efectivos
para impulsar esos principios y la falta de peso político de
esta institución que incluye a España y Portugal, así como
la ausencia de compromisos concretos para solucionar graves
problemas de la región como la pobreza o la corrupción. La
ausencia de varios líderes para estar en Santiago de Chile
muestra que, más allá de declaraciones, son necesarios
avances en materia económica y elevar el perfil político
para poder hablar con voz propia en los asuntos globales. De
lo contrario EE UU seguirá utilizando la mezcla de
incentivos económicos y amenazas políticas para impulsar una
política exterior unilateral, basada en la seguridad militar
y la ley del más fuerte. Los espacios multilaterales de
cooperación son hoy más importantes que nunca, y en este
marco es necesario no sólo hacerlos eficaces sino ampliar su
área de acción, establecer alianzas con otras potencias
intermedias y con organismos supranacionales como la UE y
una verdadera voluntad de dotarlos de los recursos
necesarios para cumplir sus objetivos.
Mabel González
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Convenio La Insignia / Rel-UITA
26 de noviembre del 2004
* Analista del Centro
de Investigación para la Paz (CIP) de España
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