Ecuador

 

Mi voto por la esperanza

 

 

 Llegó el momento de las definiciones. Cada ciudadano tiene este domingo la oportunidad de ejercer su derecho a escoger

 

Están en juego dos formas de entender el mundo. Una opción se sintetiza en el continuismo que se agota en la visión de una "zona franca": todo para asegurar la acumulación del capital, anticipando cada vez más inestabilidades. La otra busca una sociedad que tenga como criterio de éxito su capacidad para no excluir a nadie, sin minimizar los riesgos que ésta implica.

 

Asumo con certeza y optimismo esta segunda opción. Voto por Rafael Correa, por su proyecto, nuestro proyecto. Resaltando su consideración para construir una patria digna y soberana incorporando a la población en la definición de su presente y de su futuro. No es aceptable que sólo una fracción de la sociedad organice la vida nacional. El voto en tanto factor de igualdad -al menos formal-, es importante, pero no suficiente.

 

La sociedad, además de intervenir activamente en la vida política, requiere un nivel de bienestar que satisfaga sus necesidades básicas. Las equidades deben ser el motor de las transformaciones, plasmando el mensaje de Simón Bolívar: "sin igualdad perecen todas las libertades, todos los derechos". Eso exige la conversión de todos los ecuatorianos en ciudadanos plenos, con derechos y obligaciones. Este empeño, atravesado por una serie de amenazas derivadas de una creciente sumisión a voluntades foráneas, entraña el establecimiento de una nueva estrategia de desarrollo.

 

Seguir haciendo más de lo mismo esperando que las cosas mejoren, es una necedad. Los dramas provocados por la aceptación de modelos extraños a nuestras culturas son inocultables. Se impone un cambio de objetivos, no sólo de políticas y herramientas para la acción. Esta tarea requiere desplegar democráticamente la creatividad y la organización. Su horizonte no tiene límites, así como tampoco un sendero rígido. Hay que emprenderla concientes que no podrá detenerse por ningún razonamiento inspirado en la perversa lógica de la rentabilidad.

 

El acceso a una justicia imparcial es un derecho. La disponibilidad de una vivienda digna para todas las familias, también. La educación y la salud, sin ataduras a la capacidad de pago, garantizarán la vida, tanto como la disponibilidad del agua entendida como un bien común y no como una fuente de negocios: la naturaleza, en suma, no es una mercancía. El trabajo, en tanto derecho indiscutible, como medio de realización y parte misma del buen vivir, nos abre ilimitadas posibilidades, a partir de las cuales habrá que empezar a repensar la organización de la sociedad entera.

 

Este puede ser el momento para empezar a controlar nuestro porvenir. La acción de cambio, que se completa en las urnas, recién comienza. La sociedad organizada, asumiendo como propio el triunfo, deberá ampliar concientemente las posibilidades de realización de las propuestas formuladas. O tendrá que prepararse para seguir resistiendo y construyendo nuevos sueños que la movilicen.

Alberto Acosta

Convenio Rel-UITA / La Insignia

23 de noviembre de 2006

FOTO: kaosenlared.net

 

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