Estados Unidos
"Con los
ojos bien abiertos: el costo humano de la guerra", una
conocida exposición nacional organizada por el American
Friends Service Committee, visitó el Valle Central los días
22 y 23 de marzo gracias al auspicio del Pan Valley
Institute y otras organizaciones locales.
La
exposición consiste en un par de botas por cada soldado
estadounidense muerto en la invasión a Irak (1.524 a fecha
de hoy) y decenas de zapatos de civiles en memoria de los
más de 100.000 ciudadanos iraquíes muertos. Una sección
multimedia, con información e imágenes de la guerra, invita
a la reflexión.
Los visitantes recorren las filas de botas, gastadas unas,
casi nuevas otras, cavilando quizá sobre quiénes las usaron
y en qué circunstancias, aunque los organizadores agregaron
los nombres de los caídos. Este memorial silencioso y
original estremece; lo dicen las flores y otras ofrendas que
descansan junto a algunas de las botas, el llanto silencioso
frente a otras y la pregunta común: por qué.
"Mi hijo no murió en Irak, fue asesinado por este gobierno y
sus mentiras", declaró en estremecedor mensaje Cindy Sheehan,
de 47 años y residente de Vacaville, en California. Casey,
su hijo, tenía 24 años cuando murió hace un año a miles de
kilómetros de su hogar. "Por cada bota que ustedes ven aquí
hay miles que sufren", dijo Sheehan, quien agregó que el
gobierno estadounidense miente cuando habla de las razones
de la invasión.
Como afirmando estas palabras, sobre un pequeño pedestal hay
un par de mocasines que pertenecieron a un soldado iraquí. A
su lado, un texto y varias fotos explican que la mayoría de
los soldados de aquel país se enfrentaron a la primera
potencia militar del planeta sin equipamiento adecuado. Pero
cómo, ¿acaso no dijeron que el gobierno de Bagdag tenía las
famosas armas de destrucción masiva? "El gobierno es
hipócrita; ha dicho cosas que no son ciertas", afirma
Sheehan.
La exposición también expone otro costo, el económico. Así,
varios paneles presentan datos contundentes, los números
detrás de la guerra. Por ejemplo, la ocupación de Irak
cuesta 1.100 millones de dólares al día, suficiente para
evitar todos los recortes al presupuesto educativo del país.
Pero quizá las cifras más elocuentes son las que explican
quienes se benefician de esta carnicería humana. La empresa
Halliburton, que aún paga compensación diferida al
vicepresidente Dick Cheney, ha ganado 1.700 millones por
contratos en Irak; La corporación KBR, subsidiaria de
Halliburton y a la cual pertenecía Cheney, fue contratada
para importar petróleo para las fuerzas de ocupación a pesar
de que Irak es uno de los mayores productores petroleros del
mundo.
Mientras tanto, el Congreso de Estados Unidos, con mayoría
republicana, aprueba casi todas las propuestas de la Casa
Blanca en materia de guerra, incluidas las leyes que
cercenan las libertades ciudadanas. Con pocas posibilidades
de un diálogo democrático, los congresistas tienen en sus
manos el presupuesto federal propuesto por el presidente
Bush, con un desmesurado aumento del presupuesto militar y
drásticas reducciones para la educación y otros servicios
públicos. Y mientras el gobierno de Estados Unidos se
prepara para nuevas aventuras militares en todo el mundo
-Irán, Siria, Corea del Norte-, los fantasmas de su pasado
de promesas incumplidas lo persigue.
"Me pregunto cuándo cumplirá Estados Unidos su palabra de
ayudar a sus aliados de la llamada guerra secreta de Laos
-dijo Mai Vue, una maestra de origen hmong y residente de
Fresno-. Cuando Washington se retiró de Asia, dejó atrás a
miles de combatientes abandonados, que fueron lentamente
masacrados." Durante la guerra de Vietnam (1965-1973),
Estados Unidos extendió sus operaciones a Laos en la llamada
guerra secreta, reclutando a miles de combatientes de origen
hmong. En 1973, los rebeldes tomaron el poder en Laos y
obligaron a estos hmong a huir rumbo a Tailandia. Después de
años de hacinamiento en campos de refugiados, muchos fueron
admitidos en Estados Unidos.
"Es humillante ver que estos combatientes, con rango militar
y que arriesgaron todo por sus hermanos estadounidenses,
vinieron a este país a limpiar toilets y sus hijos son
objeto de burlas y discriminación en las escuelas", dijo
emocionada Mai Vue, una de las casi 100.000 hmong que
llegaron al país en la década de 1980. Vue también hizo un
recuento de las dificultades culturales de los mayores para
integrarse en la sociedad y de las consecuencias de
depresión y suicidios ante la indiferencia oficial.
"La guerra destruye la vida, debemos oponernos a ella y a la
brutalidad", finalizó Vue, con voz entrecortada por la
emoción.
"Quisiera tener la oportunidad de hablar con una madre
iraquí y decirle que me averguenzo del gobierno que tenemos
-dijo a su vez Cindy Sheehan-. ¡Ni un centavo más para la
guerra, detengamos esta locura!."
Eduardo Stanley
Convenio La insignia/ Rel-UITA
1 de abril de 2005
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