El Ártico, objetivo de las potencias mundiales

 

 En razón de su potencial energético, de las perspectivas para la navegación y de su ubicación apartado del mundo, el Ártico es una zona ansiada por las potencias mundiales

 

Las poblaciones indígenas, en cambio, perciben esa intrusión del mundo exterior como una amenaza para su modo de vida y para la supervivencia de la región.

 

Rusia, Canadá y Dinamarca rivalizan porque el dominio de la zona les permitiría el acceso a los fondos marinos del Polo Norte. La disputa quedaría a resolución de la Organización de Naciones Unidas.

 

Paralelamente, el calentamiento climático vuelve cada vez más factible la utilización de dos rutas que hasta hace poco tiempo sólo podían ser utilizadas entre el 1 de agosto y el 15 de septiembre de cada año: el pasaje del Noroeste, que atraviesa el archipiélago ártico canadiense y el pasaje del Noreste y bordea las costas de Siberia. Esto permitiría una gran reducción de las distancias y de los costos.

 

El trayecto que une a Tokio con Amsterdam es de 23 mil kilómetros si se pasa por el Canal de Panamá; de 21 mil por el Canal de Suez, de 15 mil por el pasaje del Noroeste y de 13.500 bordeando las costas rusas.

 

Canadá considera que el pasaje del Noroeste se encuentra enteramente  bajo su soberanía, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea estiman que esas aguas se rigen por el Régimen Internacional de los Estrechos, que autoriza el tránsito de cualquier buque sin distinción de bandera.

 

La ruta que bordea Rusia atraviesa varios mares unidos por estrechos, considerados por ese país como parte de sus aguas interiores.

 

Las disputas, se prevé, pueden resurgir, porque se está empezando a explorar la zona, y se considera que el Ártico contendría el 25 por ciento de las reservas de hidrocarburos del planeta.

 

Ya se están explotando algunos yacimientos en Alaska y en Siberia. Y se está preparando el terreno para hacer lo mismo con otros espacios marítimos, pese a que las reivindicaciones rivales entre Noruega y Rusia por el mar de Barents, y entre Estados Unidos y Canadá por el mar de Beaufort están demorando la explotación de la plataforma continental.

 

Pero algunas regiones protegidas (del noreste de Alaska) prohíben en principio la explotación de yacimientos conocidos. En Canadá, la oposición de las poblaciones indígenas posterga desde hace 30 años la explotación de yacimientos de gas del Delta del Mackenzie.

 

Pero esa política de protección es frágil. La desaparición de la Unión Soviética permitió una evolución hacia nuevas formas de cooperación, pero las relaciones entre algunos países siguen siendo complejas y los marcos internacionales instaurados están desarticulados.

 

En 1993 se creó el Consejo Euroártico de Barents destinado a la cooperación de los países de la zona, que se interesó especialmente en el desmantelamiento de los submarinos nucleares y de los residuos nucleares.

 

Ese es también el objetivo del acuerdo creado en 1996 por Estados Unidos, Noruega, Rusia y el Reino Unido para enmarcar la cooperación, interacción y coordinación de todos los Estados del Ártico, con la cooperación de algunas comunidades indígenas sobre problemas comunes, en particular sobre el desarrollo sustentable y la protección del medio ambiente.

 

Los Estados limítrofes del Ártico ejercen efectivamente su soberanía sobre las tierras y buscan hacerlo sobre los espacios marítimos.

 

El interés general supone una concertación y el respeto del derecho internacional. Eso es a lo que parecerían haberse comprometido los Estados Árticos en la conferencia de Groenlandia. Pero las presiones sobre la explotación de los yacimientos, incluso en las zonas protegidas, son muy fuertes.

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

19 de octubre de 2010

 

 

 

 

 Foto: consultoresdesalud.com.uy

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