América Latina

           

El camino de la izquierda

en América Latina

Movilizar al pueblo y pasar a la ofensiva

  

 

Atilio Borón, intelectual argentino, en un reportaje de Jaime Salvatierra para “La Epoca”, plantea que el camino para los gobiernos de izquierda en América Latina es movilizar al pueblo y pasar a la ofensiva. La derecha -expresa-, a diferencia de la izquierda, está en permanente actitud de guardia, de movilización. Además está altamente organizada y siempre plantea la lucha en todos los escenarios; no sólo el electoral.

 

La disputa con la derecha debe plantearse en todos los terrenos; desde el parlamentario, los medios de comunicación, el debate ideológico, etc. El que gane la opinión, la calle, puede asegurar sus proyectos de cambio. El problema es que los caminos para el cambio no siempre se pueden sostener sólo por las vías institucionales; sobre todo porque es evidente la actuación abierta, desembozada y con enormes recursos, del centro imperialista.

 

La izquierda no controla los grandes medios de comunicación, ni las universidades, ni la industria. Su único respaldo puede ser la prédica ideológica, el entusiasmo y la movilización de las masas. Hace varios siglos, Maquiavelo planteó que el príncipe tiene dos caminos: se apoya en los poderosos, en los magnates, o se apoya en el pueblo. Si se apoya en los primeros su suerte está echada, porque para los magnates cualquier gobierno es visto como un intruso. En cambio, si se apoya en el pueblo y este lo considera su representante genuino, siempre va a contar con su lealtad.

 

Para los gobiernos de izquierda de América Latina -sostiene Borón- la alternativa es clara: o se apoyan en el pueblo y toman los recursos necesarios para la lucha política, o simplemente quedan maniatados, imposibilitados de hacer cualquier transformación profunda. Es una ilusión pensar que una revolución, en el sentido de cambios profundos, puede realizarse dentro de las reglas de juego de la democracia burguesa. En realidad, la burguesía organiza el proceso político de manera que quede asegurada la victoria de las clases dominantes, aunque en alguna coyuntura puede haber pequeños resquicios por donde puede avanzar alguna conquista.

 

Lo que tiene que hacer un gobierno de izquierda es ampliar los límites de la democracia burguesa hasta transformarla en una democracia genuina. El arma que tiene hoy un gobierno popular es un trabajo de concientización que permita consolidar a los sectores progresistas en el gobierno. Si un gobierno popular no toma ese camino cava su propia fosa. Es un error pensar que quien llega al gobierno dispone del poder social. La construcción del poder pasa por organizar, movilizar y crear conciencia.

 

Aún en la democracia “la calle” sigue siendo un elemento fundamental en la vida política. Impulsar el entusiasmo, movilizar a los sectores populares, ganar la opinión, es el camino para superar a la institucionalidad burguesa.

 

En varios países de América Latina, corrientes progresistas impulsan cambios profundos. Algunas de esas fuerzas ven con claridad que América Latina debe consolidarse como una nación de Repúblicas. Y cada vez queda más claro que el sueño de los héroes de la primera independencia, la unidad latinoamericana, se ha visto postergado por la acción de los imperios; actualmente por la acción del imperialismo estadounidense, que promueve la balcanización practicando el “divide et impera”, la vieja divisa del imperio romano.

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

25 de septiembre de 2008

 

 

 

 

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