Estados Unidos,
según el Atlas de Le Monde
Diplomatique, es el corazón de la
economía global y la potencia
mundial dominante desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial (1945).
Pero en 2007 y 2008 quedaron en evidencia las dificultades
del sector financiero
estadounidense.
Los problemas en Irak y Afganistán revelaron un
debilitamiento de Estados Unidos
en el sistema mundial.
Ya desde la Guerra Fría, para Estados Unidos su
supremacía militar garantiza la
seguridad mundial, asegura los
equilibrios regionales, protege las
fuentes y la circulación de la
energía y sirve como herramienta
disciplinaria hacia los Estados que
puedan significar una amenaza para
su poderío y el orden que él
determina.
En constante aumento desde 2009, los gastos militares de
Estados Unidos representan la
mitad de los egresos mundiales en
este rubro: 711 mil millones de
dólares sobre un total estimado en
1,5 billones*.
Si a esto se le suman los gastos de sus aliados, el total
alcanza a 1,15 billones de dólares,
es decir, el 81 por ciento de los
gastos mundiales.
Además, Estados Unidos dispone de una red global de
723 bases en más de 130 países, en
los cinco continentes. Actualmente
hay 290 mil miembros de las Fuerzas
Armadas estadounidenses asentados
fuera de su país, a los que hay que
agregar los 200 mil desplegados
hacia Irak y Afganistán.
La gran maquinaria militar estadounidense se ve relativizada
por el atolladero que enfrenta en
esos países. Y la historia
contemporánea revela que ninguna
potencia ha podido afirmar su
predominio con el mero ejercicio de
la fuerza.
En los últimos 30 años, incluso, Estados Unidos se ha
convertido en el primer deudor
mundial, y el volumen de su deuda
neta (es decir, la diferencia entre
créditos públicos y privados que
posee Estados Unidos y los
que poseen los países extranjeros
sobre activos estadounidenses) pasó
de 360 mil millones en 1997 a 3,7
billones en 2007. En otras palabras:
su deuda pasó del 15 al 27 por
ciento de su Producto Bruto Interno
(PBI).
Los problemas de la deuda se financiaron en primera instancia
con fondos provenientes
principalmente de Japón y de
los países emergentes.
A largo plazo, si Estados Unidos no corrige su
posición como deudor, terminará
reduciendo su autonomía, y en
perspectiva, deberá enfrentar una
dificultad complementaria: su
creciente dependencia energética del
exterior, que pasó del 23 por ciento
en 1970 al 60 por ciento en 1990, en
un contexto de rápido aumento de la
demanda global, de escasez de
recursos y del aumento tendencial de
los precios.
Estados Unidos,
única gran potencia militar, se ha
convertido en el primer deudor del
mundo y depende de flujos
financieros externos. Es el
principal factor de la crisis
actual. La crisis de 2008 puso en
duda la perpetuidad de esa potencia
y propulsó la emergencia de un mundo
plural post-estadounidense.
Acostumbradas desde hace mucho tiempo a ser el centro del
mundo, en el futuro las elites
estadounidenses deberán, con toda
seguridad, reducir sus ambiciones.