Estados Unidos

           

El sueño en el fondo del río

 

 

Uno imagina que entre los negocios ilícitos que afligen al continente americano, el narcotráfico tiene una corona indisputable. Pero no. Los coyotes, o polleros, como los llaman en México, le pisan los talones. Son quienes manejan las redes del tráfico de indocumentados que buscan traspasar la frontera de Estados Unidos, y sus ingresos se calculan en 10 mil millones de dólares al año, según una investigación de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

 

Se hallan organizados en unos 120 grupos, que pertenecen a carteles internacionales que se ocupan de todo el proceso, desde captar en su país de origen al candidato a ser trasegado, hasta ponerlo en territorio de Estados Unidos. Y no hay lealtad con el cliente. En muchos casos los emigrantes son abandonados a su propia suerte, al atravesar el río Grande, o en media travesía del desierto, o hacinados en vagones de ferrocarril y en contenedores, ya cobrado el precio del viaje clandestino.

 

"El peaje" entre el río Usumacinta, en la frontera de México con Guatemala, y la margen norte del río Bravo, lo que significa atravesar a escondidas todo el territorio de México, cuesta entre 1.500 y 3.000 dólares, una suma que el candidato debe proveer por anticipado, con lo que queda a merced de sus transportadores. Los clientes provienen de cualquiera de los países de Centroamérica, de Ecuador, Perú, Colombia, y también de la China continental y otros países del Asia. No pocas veces está de por medio la complicidad de las autoridades, que llevan su tajada del negocio.

 

El precio del peaje completo, desde el lugar de origen, depende de las distancias, pero puede llegar hasta los 15.000 dólares. Es lo que había pagado un muchacho de Olancho, al que conocí hace unos años en un restaurante chino de Arlington, en Washington, donde trabajaba de manera ilegal como camarero. Una deuda que había dejado atrás en Honduras, y que pasarían años antes de que pudiera salir de ella.

 

Y es en el camino del éxodo donde el negocio de la prostitución, tanto de mujeres como de niños, enseña su garra. Los coyotes engañan a quienes les han pagado, separan mañosamente a las familias, y dejan a sus víctimas extraviadas en alguna parte de la ruta, para prostituirlas.

 

Ya vieron lo que pasó hace unas semanas con los emigrantes ecuatorianos y chinos que viajaban a medianoche por el río Kukra hacinados en una lancha, apenas una de las estaciones de su largo y penoso recorrido hacia México. Una banda de coyotes, rivales de los que transportaban a los emigrantes, los embistió desde otra embarcación, con lo que cumplieron su designio criminal de volcar la lancha.

 

Dunia Guillén, que había salido de Cuenca, en Ecuador, dejando atrás a su marido, José Condoy, cayó por la borda con su niña de cinco años, Catherine, y separadas en la caída la buscó desesperadamente en las aguas oscuras del río hasta que dio con ella, y sosteniéndola por encima de su cabeza pidió ayuda a gritos para que agarraran a la niña. Algunos de los otros náufragos lograron llegar a ella y le quitaron a Katherine, logrando ponerla a salvo, pero la mujer no pudo luchar más, y se ahogó.

 

Ahora Dunia está enterrada en el cementerio de Kukra Hill, donde yacen otros emigrantes que han encontrado el sueño americano en el fondo del río, mientras Catherine, la huérfana, ha regresado a Cuenca con su padre y sus abuelos. También para ella ha sido un sueño

Sergio Ramírez
Convenio Rel-UITA/La Insignia

21 de junio de 2007

 

 

 

Foto: culturadoor.com

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