El sábado 8 de enero seis personas
fueron asesinadas y 13 heridas por
un atacante en un estacionamiento de
la ciudad de Tucson, Arizona. El
ataque estaba dirigido contra la
diputada federal Gabrielle Giffords,
herida de gravedad.
Giffords,
una demócrata conservadora, apoyó la
reforma
sanitaria del presidente Barack
Obama y se opone a la ley SB
1070 de Arizona, considerada una
de las leyes más radicales contra la
inmigración en el país.
Ella, como otros políticos con
puntos de vista similares, recibió
amenazas y
su oficina fue atacada al menos una
vez.
Más grave aún, en una página web
atribuida a Sarah Palin,
candidata republicana a la
vicepresidencia en 2008 y reconocida
líder del movimiento conservador
radical “Tea Party”, se mencionan 20
“targets” -señalados con blancos
similares a los de una mira
telescópica de un arma- a eliminar
políticamente, entre ellos el
distrito 8 encabezado por
Giffords.
Muchos analistas
responsabilizan del
ataque de Tucson al
clima político radical
creado por los
conservadores. |
Muchos analistas responsabilizan del
ataque de Tucson al clima político
radical creado por los
conservadores. Particularmente en
Arizona, que se
convirtió en una caldera política
donde el odio y las amenazas contra
aquellos que defienden, por ejemplo,
una reforma migratoria en lugar de
deportaciones masivas son moneda
corriente.
Los conservadores, especialmente
miembros del Partido Republicano, se
defienden diciendo que el atacante,
Jared Lee Loughner, tiene
problemas
mentales y que no es miembro de ese
partido.
Sin embargo las conexiones existen.
Es decir, las conexiones filosóficas
e ideológicas a causa del clima de
odio racial y político instalado en
amplios sectores sociales por la
propaganda radical conservadora.
La campaña
El método de la propaganda
derechista es simple pero muy
eficiente: repetición constante de
consignas fáciles de memorizar y con
poco o ningún análisis.
Un ejemplo: durante décadas, los
conservadores buscaban una reforma
del sistema de asistencia social (Welfare)
o, de ser posible, su eliminación. Y
gracias a su perseverancia lograron
inclusive que un Presidente
demócrata reformara dicho sistema,
limitando la ayuda a los sectores
más pobres de la sociedad.
¿Cómo se logró? Durante años
atacaron a este programa, creado
después de la crisis capitalista de
1929, diseminando lemas en contra de
los “vagos”
mantenidos a costa de los impuestos.
Actualmente, la
propaganda derechista se
centra en dos áreas:
contra la inmigración,
principalmente
indocumentada, y el alza
de impuestos. |
Constantemente la prensa divulgaba
reportajes sobre drogadictos
recibiendo dinero de la asistencia
social,
mujeres que tenían hijos para
recibir dinero sin trabajar, etc.
Finalmente, en 1996, Bill Clinton
firmó la ley de reforma a la
asistencia
social, limitando sus recursos e
imponiendo restricciones a quienes
podían
beneficiarse de la misma.
Sin embargo, nadie recibió un
descuento en
sus impuestos por el dinero ahorrado
ni tampoco se modificó la asistencia
social a los millonarios -como los
subsidios a la agricultura y los
estímulos fiscales a ciertas
industrias-.
Actualmente, la propaganda
derechista se centra en dos áreas:
contra la
inmigración, principalmente
indocumentada, y el alza de
impuestos.
En el primer caso, decenas de grupos
racistas participan activamente de
esta
campaña que les ha permitido crecer
y aumentar sus fondos.
En el segundo caso, la propaganda es
más profunda porque apunta no solo
al
sistema político sino al proyecto
económico del país.
Además de grupos aislados, el
movimiento del Tea Party,
financiado
generosamente por corporaciones y
millonarios, ha tomado las calles
para
exigir un “alto a los abusos del
gobierno”, impedir que aumente
impuestos y evitar “caer en el
socialismo”.
Este último lema puede explicar el
odio
contra la tibia reforma de salud del
presidente Obama, que los
Republicanos
quieren eliminar.
El discurso radical de los
militantes del Tea Party en
contra de la
inmigración, impuestos, reformas
sanitaria y bancaria, sumado a las
agresivas campañas -con lenguaje
muchas veces racista- en contra de
políticos que apoyan esas
propuestas, ha contribuido a crear
este clima de intolerancia, propenso
a la agresividad física que resultó
en el ataque mortal de Tucson.
Esto fue reconocido por el propio
sheriff del condado de Pima, donde
ocurrió el atentado contra la
diputada Gabrielle Gifford.
El sheriff Clarence Dupnik aseguró
que Arizona se había convertido “en
la Meca del prejuicio y la
intolerancia”.
Mencionó que las personas
“desbalanceadas” (con problemas
emocionales, como el asesino de
Tucson) son influenciadas por
aquellos con mensajes vitriólicos en
contra del gobierno. “La corriente
de odio, resentimiento e
intolerancia en el país está
llegando a niveles escandalosos”,
concluyó Dupnik.
Radio y discursos racistas
La propaganda de extrema derecha,
rabiosa, agresiva y despiadada,
tiene su principal bastión en
decenas de programas de radio estilo
“talk show” a lo largo del país.
Los encargados de estos programas
dedican horas diarias al análisis
político-social de la manera más
simplista y vulgar, atizan el rencor
racial y difunden toda clase de
teorías conspirativas -desde el
dominio del gobierno sobre las
personas por medio del idioma o su
gramática, hasta el “socialismo” de
Obama, pasando por la
“invasión de ilegales” (inmigrantes
sin documentos).
Solo nos queda imaginar
que si el asesino de
Tucson hubiera sido
latino, estaríamos
viviendo una ola
sangrienta de
represalias contra
inmigrantes, comercios y
organizaciones latinas |
Estos programas son populares, y el
máximo exponente de esta corriente
es Rush Limbaugh, quien de
acuerdo a un reporte reciente,
factura 100 millones de dólares por
año.
De acuerdo a Limbaugh, “los
demócratas están beneficiándose con
la muerte”, dice refiriéndose a los
asesinatos de Tucson.
El objetivo central de esta
propaganda radical es infundir temor
en la audiencia. Temor a lo
desconocido, temor a “perder
nuestros valores”. Incluso los
demócratas son identificados como
izquierdistas.
Estos programas de radio defienden
el derecho a portar armas -¡Arizona
recientemente aprobó que cualquiera
puede portar armas en colegios y
universidades!-, fuertemente
arraigado en la cultura popular
estadounidense.
Y además, no dejan un día sin atacar
a la inmigración.
A manera de rápida referencia,
recordemos que en la Alemania de los
años 30 Hitler fue creando su poder
y su base social con base en una
hábil propaganda política que usó el
temor -entonces al comunismo- para
luego tomar el poder.
Blanco sobre blanco
El asesino, Jared Lee Loughner,
es un blanco de 22 años, quien a
pesar de
padecer problemas mentales pudo
comprar el arma que usó para matar
seis
personas y herir a varias más.
La facilidad con que se pueden
obtener armas
en Estados Unidos es
asombrosa, y el derecho a poseerlas
y hasta cargarlas es
rabiosamente sostenido,
precisamente, por grupos radicales
blancos.
Es particularmente interesante
comprobar que como Loughner
es blanco la prensa masiva busca
“explicar” por qué
cometió el crimen colectivo y pocos
lo llaman asesino y menos aún
terrorista.
No hace falta reflexionar mucho para
entender cuál sería el tratamiento
de esta prensa si el criminal fuera
negro o latino.
Poco después del atentado contra el
edificio federal de Oklahoma, en
1995,
llevado a cabo por Timothy James
McVeigh, que dejó 168 muertos
y 450
heridos, una entrevista realizada
por Barbara Walters para el
programa
“20/20” en la cadena ABC de
televisión, pone de manifiesto esta
diferencia de lenguaje.
En su entrevista con el asesino,
Walters se pregunta cómo un
muchacho con cara de ángel pudo
haber cometido semejante crimen.
McVeigh
era blanco, naturalmente.
Solo nos queda imaginar que si el
asesino de Tucson hubiera sido
latino,
estaríamos viviendo una ola
sangrienta de represalias contra
inmigrantes,
comercios y organizaciones latinas,
así como contra políticos que apoyan
una reforma
migratoria, como la misma
Giffords.
Aliados
La diputada Giffords, de 40
años, casada con un astronauta y sin
hijos, es
una judía practicante.
Aunque pertenecer a una religión en
particular no
garantiza posiciones políticas de
posturas definidas, es necesario
reflexionar en este aspecto para
entender, quizá, su posición ante el
fenómeno
de la inmigración y la persecución
contra indocumentados que se vive en
Arizona -encabezada por el
vociferante sheriff Joe Arpaio,
del condado de
Maricopa, donde Phoenix es la ciudad
más importante-.
Mientras los latinos no
nos acerquemos a otros
grupos raciales,
políticos y sociales,
seguiremos en la
incertidumbre política y
lamentando la violencia
que cada vez está más
cerca de nuestras vidas. |
De acuerdo a una encuesta de “boca
de urna” del periódico Los Angeles
Times durante las elecciones
estatales de 1994, en las cuales se
decidió no solo quién sería el
gobernador de California sino la
suerte de la Proposición 184
-considerada la antecesora de la ley
SB 1070 de Arizona- los votantes que
más se opusieron a tal Proposición,
de acuerdo a su religión, fueron los
judíos.
Esta información no parece haber
sido procesada seriamente por las
organizaciones defensoras de los
inmigrantes y de los derechos
civiles de
latinos.
Pocos son los grupos que han buscado
acercarse a organizaciones de otras
razas y creencias religiosas
-fuera
del catolicismo- para crear una
coalición o asociación para promover
la tolerancia o contrarrestar el
mensaje de odio político, racial y
social de organizaciones como el
Tea
Party.
Transitoriamente, dicha organización
y sus aliados republicanos harán lo
posible para neutralizar el
potencial daño de imagen que el
asesinato de
Tucson pueda crearles.
En poco tiempo volverán a sembrar el
odio y a
nombrar blancos a eliminar.
Mientras los latinos no nos
acerquemos a otros grupos raciales,
políticos y
sociales, seguiremos en la
incertidumbre política y lamentando
la violencia
que cada vez está más cerca de
nuestras vidas.