Elecciones en Bolivia
¿Y nuestro apartheid, hasta cuando? |
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Evo Morales y su propuesta de inclusión social derrotaron
180 años de ignominia y colonización del Estado boliviano,
en donde “el color de la piel cuenta para el ascenso social;
las clases sociales tienen color, lengua y cultura. Las
clases ascendentes, cuanto más arriba están, más se clarean
la piel, y cuanto más bajas, más se indianizan y se oscurece
la piel y el apellido”, en palabras de Álvaro García
Lineros, vicepresidente electo de Bolivia.
García Lineros, matemático, sociólogo y ex guerrillero,
también afirma que el triunfo de la mayoría del pueblo
boliviano en las urnas significa el “fin del apartheid”. De
esta forma señala la noche oscura que ha franqueado la
inmensa mayoría del pueblo, sojuzgada por una clase
dirigente desproporcionadamente rica y absolutamente
corrupta, que usó los partidos tradicionales como
instrumentos para la construcción de una república
aristocrática, en la cual políticos, ricos y empresarios
consolidaron un poder xenófobo y excluyente da las grandes
mayorías indígenas. Esos gobiernos le entregaron la riqueza
nacional al poder corruptor y saqueador de las
transnacionales, y han sido oficinas de negocios del
Departamento de Estado de Estados Unidos. Tampoco se salvan
las fuerzas militares, también factor de opresión y
corrupción, que sólo han servido de gendarmería al servicio
de las clases pudientes, y tampoco lo hace la iglesia ultra
goda que desde su nicho burgués observa el sufrimiento del
pueblo como un mayor acercamiento a Dios.
El triunfo de Morales en Bolivia no sólo debe entenderse
como una protesta social y un voto de castigo a una
dirigencia demacrada, sino que es una realidad de mayor
dimensión. Se reclama un modelo social incluyente, una
opción alternativa de futuro que derrote la desigualdad
aberrante a cambio de una sociedad igualitaria, para lo cual
el nuevo gobierno deberá reformular las relaciones de su
país con el resto de la aldea global, de forma que las
transnacionales se sometan a nuevas reglas de juego y
Bolivia haga valer su soberanía. Recuperar las fuerzas
armadas de las uñas sucias de la oligarquía y el poder
omnímodo del presidente de turno. Que cambien
definitivamente las relaciones de jinete y caballo, en la
cual el caballo es el pueblo originario –despectivamente
llamado “cocalero”– y el jinete los ricos y los políticos
que secuestraron la política en beneficio de sus propios
movimientos, dándole un entierro de tercera a los partidos
políticos. Hacer realidad la agenda social que tanto se
reclama en las grandes movilizaciones populares y que fue
herramienta de campaña para lograr el triunfo.
En Bolivia se ha izado la
WIPHALA para
América Latina, la bandera de los siete colores del arco
iris, la bandera de los pueblos solares, emblema cultural
andino como expresión de igualdad y unidad, con relaciones
económicas dentro del sistema de hermandad en la
reciprocidad y solidaridad humana, es la expresión
dialéctica de la evolución de la ciencia y la tecnología, el
arte y el desarrollo socioeconómico, político y cultural de
los pueblos. Esta bandera, la
WIPHALA,
llama a la unidad, a un renacimiento social y político que
se ha puesto en marcha con gobiernos como los de Argentina,
Brasil, Uruguay, Venezuela y ahora Bolivia.
Finalmente, mientras el panorama es alentador en unos
países, en Colombia nos preguntamos: ¿y nuestro
APARTHEID,
hasta cuándo? Como regalo de Navidad el actual gobierno del
presidente Álvaro Uribe, que tiene un Ministro de
Agricultura xenófobo y enemigo de campesinos e indígenas, se
hizo aprobar la mal llamada Ley Forestal, que declara que
todo lo que se encuentra sobre la corteza terrestre es
sujeto de explotación y comercialización. Esto es, que al
desplazamiento por la violencia se le agrega la
desapropiación de las tierras ancestralmente pobladas por
comunidades indígenas y afrocolombianas, pero además,
intervienen los bosques y selvas declarados parques
naturales de reserva, para ofrecerlos a empresas privadas y
transnacionales de explotación maderera. Ante esta agonía,
¿seguirá nuestra izquierda poblada con muchos caciques y
pocos indios? ¿Construiremos un nuevo modelo de sociedad
teorizando mientras marchamos sobre la alfombra roja, o nos
vamos de una vez a las calles y a los campos a trabajar con
el pueblo, en organización y movilización, para seguir el
ejemplo de los oprimidos de Bolivia?
En Bogotá, Luis Alejandro Pedraza
© Rel-UITA
27 de diciembre 2005
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