Estados Unidos

 

Escándalos, secretos y seguridad

Elecciones controvertidas en EE.UU.

 

Nos encontramos a menos de un mes de las elecciones parlamentarias más esperadas en  EE.UU. desde 1994, cuando el partido republicano tomó posesión del Congreso, dos años después de la llegada de Clinton a la Casa Blanca. No es seguro que después de unos resultados inesperados en 2002 o 2004 el electorado vaya a comportarse de manera predecible. Escándalos sexuales y programas secretos del presidente que violan los derechos civiles de los ciudadanos de  EE.UU. ocupan parte de la campaña y pueden ser decisivos para el control de las cámaras

 

En toda la historia de  EE.UU., se ha asumido que en la ronda de elecciones parlamentarias a mitad del mandato de cualquier presidente, gana siempre el partido opositor. Eso no sucedió en 2002, fenómeno que se debe a los atentados del 11-S y la guerra en Afganistán. Pero después de seis años de control republicano, tanto del ejecutivo como del legislativo, la opinión pública estadounidense parece lista para ceder el Congreso a los demócratas en una nueva revolución electoral como la de 1994.

Para entender la complicada situación actual, no basta con analizar simplemente los patrones históricos. Los republicanos han intentado convencer a un gran porcentaje de posibles votantes de que el suyo es el mejor partido para protegerles y defender sus intereses y valores, a diferencia del de Bill y Hillary Clinton. Para muchos, a pesar de los numerosos fracasos, tanto en el ámbito interno como internacional, este argumento tiene mucho peso. Pero todo el partido republicano, tanto Bush como los candidatos, han hecho mucho para dañar su propia imagen ante el electorado, justo antes de ser juzgados en las urnas. Antes de entrar en los detalles que influyen en las elecciones pendientes, sería oportuno mencionar algunas cuestiones relativas al sistema electoral en  EE.UU. y sus implicaciones internas y para el resto del mundo.

Las elecciones parlamentarias en  EE.UU.:

a quién se elige y cómo

El Congreso estadounidense está divido en dos cámaras. La cámara alta es el Senado que consta de 100 miembros, dos por cada uno de los 50 estados. Los senadores son elegidos uno por uno. Es decir, que el electorado (los habitantes de cada respectivo estado) vota a cada candidato, y no al partido. El mandato es de seis años, así que hay un tercio de escaños en juego ahora. Los demócratas necesitan ganar seis para controlar el Senado. La Cámara de Representantes, la cámara baja, tiene 435 miembros.

La cantidad de cada estado depende de su población. Un estado pequeño como Delaware, por ejemplo, tiene un solo representante. California, el estado más poblado, tiene 53. El mandato de cada representante es de dos años y los demócratas necesitan ganar 15 escaños para controlar la cámara. Dada la frecuencia de las elecciones para los representantes, se considera que la división entre los partidos en esta cámara indica el nivel de aprobación electoral de la gestión del presidente.

Para qué sirve y cómo funciona cada cámara

Pero el control de las cámaras es mucho más que una manera abstracta de evaluar la acción del ejecutivo; tiene efectos muy tangibles en el día a día para todos los estadounidenses, y para todo el mundo. Es el Congreso quien autoriza el uso de la fuerza internacional, por ejemplo . En el sistema bipartidista estadounidense, quien controla cada respectiva cámara controla cada comité que funciona dentro de ella. Toda la legislación que elabora cada cámara tiene su origen en un comité. Hay comités para las fuerzas armadas, asuntos exteriores, la salud, la economía, la vivienda, etc. Los comités también tienen poder para iniciar investigaciones sobre cualquier asunto en el ámbito de su jurisdicción. Por ejemplo, el Comité para la Inteligencia de cualquier cámara podría investigar los fallos en la interpretación de la información antes y durante la invasión de Irak. No ha ocurrido hasta ahora porque los republicanos lo controlan todo.

Es importante señalar que es la Cámara de Representantes quien inicia el proceso de denuncia del presidente y el Senado quien le juzga. Este proceso de impeachment (acusar al presidente de delitos cometidos en el desempeño de sus funciones) fue utilizado por última vez durante el mandato de Bill Clinton por haber mentido acerca de lo sucedido con la becaria Mónica Lewinsky. Muchos analistas opinan que George Bush podría estar en peligro si su partido pierde en noviembre. Desgraciadamente, puesto que muchos demócratas apoyaron la invasión a Irak en 2002-2003, denunciar a Bush tendrá muchas implicaciones políticas negativas para su partido en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2008. Pero eso no quiere decir que nada cambiaría o que el Congreso no se movilizaría de ganar los demócratas.


Escándalos recientes

Desde Reagan y el nacimiento de la derecha cristiana, y especialmente después del caso Lewinsky, el partido republicano se ha presentado como el partido que mejor representa la ética y los valores de la mayoría de los estadounidenses. Supuestamente, el partido conservador es el más representativo de la voluntad del pueblo acerca de los asuntos financieros, morales, y de seguridad.

El problema al que se enfrentan ahora es que desde el comienzo de la actual sesión de la Cámara de Representantes, cuatro republicanos han dimitido de sus puestos por problemas de conducta. Además, el pasado 13 de octubre, Bob Ney, representante republicano de Ohio, un estado muy dividido ideológicamente, se ha declarado culpable de haber aceptado sobornos del ya condenado lobbyist conservador, Jack Abramoff. El Sr. Abramoff es uno de los lobbyists más conocidos en Washington, pero también condenado de cinco a diez meses de cárcel por corrupción y fraude, en marzo pasado. Desde entonces, los demócratas no dejan de hablar de la “cultura de corrupción” en Washington que ha surgido gracias al control absoluto de los republicanos.

No hay duda de que muchos cuestionan sus motivos en cada caso y que la mayoría del electorado se ha cansado ya de la guerra y no la apoya. la mayoría de los estadounidenses no se sienten más seguros gracias a las políticas de Bush y considera que la invasión de Irak fue un error.

 


Pero hay más. A principios del presente mes, el ya ex representante republicano de Florida, Mark Foley, ha dimitido cuando la cadena estadounidense ABC hizo público varios e-mails y mensajes instantáneos de naturaleza sexual que éste había mandado a un becario varón menor de edad. Mientras numerosos colegas republicanos se abstenían de defender directamente a Foley (muchos decían que los e-mails eran “demasiado amistosos”), algunas fuentes empezaron a denunciar a varios líderes superiores del partido que sabían del asunto desde hace un año pero que prefirieron cerrar los ojos ante los posibles delitos de Foley para no llamar la atención de forma negativa. Además, y como gran ironía, perjudicial para los republicanos, el representante Foley presidía el Comité para los Niños Desaparecidos y Explotados. Después de la revolución de 1994, cuando Foley fue elegido, el caso Lewinsky y la persecución de Clinton, los conservadores ya no pueden juzgar a los demócratas por carencia de fortaleza moral.

Secretos y libertades civiles

A lo largo del último año, la prensa ha revelado varios programas secretos del presidente que violan los derechos civiles de los ciudadanos de  EE.UU.. A pesar de que muchos de esos programas tienen su origen en el despacho oval, después su revelación, los Congresistas republicanos, casi en su mayoría, han apoyado a Bush.

Entre los programas de espionaje interno, el ejecutivo está monitorizando transacciones bancarias mundiales, leyendo nuestros e-mails, escuchando llamadas internas (supuestamente si una parte está en el extranjero) y compone una base de datos de cada llamada realizada en territorio estadounidense. Puesto que tradicionalmente los conservadores temen un gobierno omnipotente, muchos votantes republicanos cuestionan la legitimidad y la legalidad de esos programas y no aceptan los argumentos de Bush de que son necesarios para prevenir “otro 11-S”.

Los dos partidos han procurado sacar ventajas políticas de este tema. Los demócratas alegan que somos víctimas de un claro abuso del poder del ejecutivo y que las mayorías republicanas en ambas cámaras lo han facilitado. Además, la existencia, ya reconocida por Bush, de una red de cárceles secretas por todo el mundo, el mero hecho de que éste haya planteado reevaluar la interpretación estadounidense de la Convención de Ginebra sobre la tortura y las dudas sobre el futuro de los presos de Guantánamo, han provocado mucha ira entre los demócratas porque no son actos que representen los valores liberales fundamentales de  EE.UU.. Los republicanos han intentado sacar ventaja política de las posturas del partido demócrata, que consideran antipatrióticas y blandas en cuestiones de “seguridad de la patria”.

Seguridad e incertidumbre

Tanto como hemos visto en las elecciones de 2002 y 2004, al final, la seguridad será un factor importante en los próximos comicios. Mientras tanto, como se acaba de señalar, son muchos los que han perdido la confianza en el actual presidente, o al menos ahora le están cuestionando.

Recientemente, el mismo día que se publicó un informe que estimó en 655.000 civiles los muertos en Irak desde marzo de 2003, en una rueda de prensa, Bush expresó su intención de continuar la vía diplomática para resolver el problema de Corea del Norte y descartó el informe sobre la cantidad de muertos civiles en Irak. No hay duda de que muchos cuestionan sus motivos en cada caso y que la mayoría del electorado se ha cansado ya de la guerra y no la apoya.

Estas dudas existen a pesar de los esfuerzos de Bush durante los días previos al aniversario del 11-S, intentando reforzar la idea de que Irak forma parte de la Guerra contra el Terrorismo. Pero la mayoría de los estadounidenses no se sienten más seguros gracias a las políticas de Bush y considera que la invasión de Irak fue un error.

Conclusiones sobre unas elecciones

El miedo todavía sirve para estimular al electorado, pero ya no tanto como en las últimas dos rondas de elecciones, y puede fallar para el partido que lo manipule mal. Pero, al final, puesto que cada escaño depende de factores locales, es difícil predecir cuales serán los resultados generales solo a partir de un análisis de la agenda nacional o internacional. Sin embargo, en la jerga política americana, siempre se espera la influyente “sorpresa de octubre” antes de unas elecciones importantes, que incline las intenciones de los votantes indecisos.

El caso Abramoff, el caso Foley, la información que poco a poco va saliendo sobre los verdaderos antecedentes de Irak y las políticas inexplicables de Bush acerca de Irán y Corea del Norte (más bien a los ojos de los que ciegos seguidores del presidente) pueden producir efectos enormes en las próximas elecciones.

No cabe duda de que el partido republicano debe de estar muy preocupado. Esa preocupación no es debida a que parte de su electorado pueda votar a los demócratas, porque cuando están hartos, los conservadores no votan. Por ejemplo, George Bush debe su segundo mandato al voto de su “base” cristiana, que incluyó a los 4 millones de cristianos evangélicos, que, por cualquier motivo, no votaron en 2000. Ahora, es “la base” demócrata la que está motivada a votar para acabar con el monopolio republicano. El peligro para todos es que si ganan los republicanos, de un día a otro, podríamos ver un cambio de rumbo violento en la política exterior estadounidense. Temo que si no ganan, al menos una cámara, Bush se sentirá arropado para dejar a un lado la diplomacia acerca de Irán o Corea del Norte e iniciar otra guerra injustificada.

 

Jared D. Larson

(University of Delaware)
Investigador asociado de IGADI

Agencia de Información Solidaria

26 de octubre de 2006

 

FOTO: www.twcdc.com

 

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