“Arroyito revoltoso, /¿qué te dijo
aquel clavel?/ Dice que no ha muerto
el Jefe,/ que Zapata ha de volver.”
El corrido es eminentemente rural,
pero su esencia originaria se
refuerza cuando se canta a Emiliano
Zapata Salazar, general del Ejército
Libertador del Sur, más aún si para
hacerlo se recurre a un diálogo
entre elementos naturales, del
campo. Esto no es historia pasada,
sino realidad viva que
cotidianamente se recrea en los
pueblos y se fortalece en fechas
importantes; como este 10 de abril,
cuando se cumple el 90 aniversario
del asesinato de
El
caudillo del sur,
perpetrado por fuerzas
gubernamentales, “a traición, porque
no podían de frente”, como recuerda
otro corrido.
La clase política y los herederos de
los antiguos hacendados, en contra
de quienes lucharon los zapatistas,
no pueden librarse de su fantasma y
buscan exorcizarlo con montajes a
modo, supuestamente para recordar su
vida y sus actos, aunque su práctica
diaria demuestra que lo que más
quisieran es librarse de él y sus
ideales.
Pero hay otros que sí lo recuerdan y
mucho: los campesinos, los
verdaderos, los que trabajan y viven
del campo, los mismos que defienden
sus tierras como Emiliano les
enseñara. Por muchas partes del país
el general Emiliano Zapata
sigue cabalgando junto a ellos
porque, como cuando él vivía y
luchaba a su lado, siguen siendo
despojados de sus tierras. Los
ejemplos pueden ser muchos, aunque
sólo algunos han roto el aislamiento
y se han posesionado en la opinión
pública. Sobresalen los proyectos
hidroeléctricos de Temacapulín,
Jalisco, y Paso de la Reina, Oaxaca,
cuyos habitantes se oponen a la
construcción de la presa El
Zapotillo y Paso de la Reina, porque
inundarían sus tierras, dejándolos
sin forma de producir sus alimentos,
destruirían el tejido social que los
une y eso aumentaría la migración y
la pobreza.
Pero no son los únicos. Los
habitantes de San Jerónimo Taviche,
Ocotlán, Oaxaca, luchan contra las
mineras canadienses porque se llevan
sus riquezas, mientras ellos se
quedan más pobres; la comunidad
rarámuri de Coloradas de la Virgen,
municipio de Guadalupe y Calvo,
Chihuahua, se opone a ser despojada
de su territorio y la explotación de
sus recursos naturales por unos
cuantos talamontes a quienes las
autoridades agrarias dan derecho
contra toda evidencia; los pueblos
originarios del Distrito Federal
luchan contra la privatización de
sus tierras para la ampliación del
Metro, y los de San Pedro Yosotatu,
en la mixteca oaxaqueña, quieren que
les devuelvan sus tierras que el
gobierno federal pretendió vender a
unos invasores.
Hace dos o tres décadas, cuando el
gobierno declaró que ya no había
tierra que repartir y ofreció
recursos económicos para que los
campesinos se pusieran a producir
las que tenían, muchas
organizaciones campesinas cayeron en
el juego, abandonaron la lucha por
la tierra y con ella los ideales
zapatistas, dando lugar a un nuevo
corporativismo. Los resultados están
a la vista, ahora esas
organizaciones o sus herederas
dependen para su existencia de los
financiamientos públicos; de los
pocos que quedan, porque ya está
demostrado que la mayoría de ellos
no se dirigen a los campesinos de
escasos recursos, sino a los grandes
que se dedican a la exportación.
Este cambio de rumbo tuvo fuertes
efectos negativos en la lucha por la
tierra, y no sólo se presentó un
abandono por obtenerla, sino se dejó
el campo abierto para el despojo.
Claro, ahora adquiere otras formas.
Ya no es sólo la tierra lo que
interesa, sino los recursos
naturales en ella existentes, y
entre éstos no nada más los
forestales y mineros, como fue por
mucho tiempo. Ahora lo que más les
importa es el agua y la
biodiversidad, los recursos
genéticos y los conocimientos
indígenas asociados a ellos. Por eso
este 10 de abril, cuando los
campesinos recuerdan el 90
aniversario del asesinato de su
general, es necesario que también
hagan un balance de lo que han sido
estas nueve décadas de lucha, así
como de los nuevos escenarios y las
formas que habrán de tomar las
nuevas luchas que, dada la
situación, requieren plantearse como
resistencia y emancipación al mismo
tiempo. Sólo de esa manera puede
sostenerse la veracidad del corrido:
Emiliano Zapata no ha muerto
y ha de volver.
Francisco López
Bárcenas
La Jornada, México
14 de abril de 2009