Colombia
Entrevista a Margarita Flórez |
Colombia
sufre desde hace por lo menos medio siglo por una guerra
interna interminable al que se le suma el ser el principal
productor de cocaína del mundo. La vida individual vale poco
y millones de personas se acostumbran a convivir con la
muerte y la miseria extrema desde que nacen. La guerra y el
narcotráfico han provocado que una gran parte de la
población rural tuviera que huir hacia las ciudades en busca
de seguridad, pasando a vivir en condiciones infrahumanas en
el proceso conocido como "desplazamiento interno". Margarita
Flórez afronta estos dramas cotidianamente. Flórez es una
abogada colombiana que trabaja en el ILSA, un instituto
dedicado a las alternativas sobre el derecho, y además es
miembro de la Comisión Latinoamericana en Globalización y
Ciudadanía que promueve D3E.
-La
situación de violencia en Colombia ¿cómo afecta tu trabajo?
-Creo que
afecta el trabajo y la vida de todos los colombianos. La
violencia está instalada en mi país de forma permanente
desde que nací. Desde la década de los cincuenta ya había
violencia, y eso tiene explicaciones racionales y no
racionales. Racionales porque Colombia es uno de los diez
países con mayor exclusión social del mundo, e irracionales,
porque creo que la forma de militarización completa que está
tomando, en el sentido de formar realmente ejércitos con
muchísimo poder económico y militar, me parece que ya excede
un poco la concepción de guerrilla, o de grupo transitorio.
Creo que un grupo que dure 50 años, no es ya un grupo
transitorio, tiene otras características y más aún con la
envergadura de su armamento y de sus acciones.
El
narcotráfico ha jugado allí un papel muy relevante en el
sentido de que actualmente se dice que ambos grupos ilegales
armados tienen grandes entradas de dinero por la custodia
del negocio de la droga que hay en los territorios que
controlan. El llamado "impuesto de guerra sobre el gramaje"
en el caso de la guerrilla de las FARC y en el otro caso hay
indicaciones de estar directamente involucrados en el
narcotráfico (las Autodefensas Unidas de Colombia, los
grupos paramilitares).
-¿Pueden
ser derrotados militarmente las FARC y las otras?
-Yo no creo
que nadie lo quiera. Hay una cosa muy rara, como de que
nadie la quiere resolver. Hay una importante presión al
gobierno para contenerlas, vamos a ver cuanto dura.
-¿En tu
vida diaria cómo te afecta todo esto? ¿No puedes ir a
ciertos lugares?
-Hay una
restricción en la locomoción de todos los colombianos y las
colombianas. Hay territorios donde hay que ir con muchísima
cautela. Hay horarios, no puedes transitar de noche. Hay
ciertos códigos que tienes que seguir si quieres estar en A
o B, todo el mundo los tiene que seguir. Esencialmente
tienes que tener gente trabajando en la zona que tenga más o
menos una cotidianeidad, más o menos ya arreglada con los
grupos que están allí para poder entrar.
-¿En Bogotá
también se sienten esas restricciones?
-No, en
Bogotá no, Bogotá es un oasis, aunque allí se reflejan todos
los dramas que hay en la guerra. Por ejemplo, en el
enfrentamiento armado se ha hablado de territorios que han
quedado aislados en mi país, en los últimos años han habido
millones de enfrentamientos armados. O sea no es un fenómeno
que se explica solamente por la cuestión económica, que
también lo hay, es un fenómeno digamos de exclusión. Pero
fundamentalmente está el problema de la gente en las calles
en Bogotá, que viene desde la década del cincuenta, cuando
empezaron a llegar escapando de la primera ola de violencia.
-¿Cómo ha
afectado el desarrollo económico la situación de violencia?
Colombia no es solamente guerra, en Colombia hay
gente, hombres y mujeres que trabajamos por vivir
mejor y por aportar a la sociedad. Que no estamos
involucrados directamente con la guerra, aunque no
podemos salir de ella. |
-Probablemente hubo mucho éxodo de capital, pero no es el
paraíso de las inversiones. Desde principios de los noventa,
cuando entraron las empresas petroleras, lo hicieron aún a
riesgo de las presiones de los grupos de la guerrilla, de
métodos de violencia. También los bancos y las empresas de
energía.
-¿Arreglan
con quienes controlan el territorio? ¿Pagan este impuesto de
guerra?
-No sé,
pero creo que en el caso de las petroleras debe es posible
que así sea, pero no podría asegurar eso. Pero lo que yo se
es que operan, haya o no violencia en el país.
-El Plan
Colombia: ¿Cómo evalúas su aplicación y su impacto?
-Yo estaría
muy preocupada si fuera a Uruguay por el Plan Colombia, y te
voy a decir por qué. En el año 1986 empecé a viajar por la
región en virtud de mi trabajo. Solamente en el aeropuerto
de Bogotá había personal antidroga, y recién comenzaba eso.
Y en el resto de los aeropuertos de los estados de América
Latina no había nada de eso. Hoy en día puedo certificar la
presencia de personal -no se si estadounidense, o de la
policía de cada país-, pero hay personal antidrogas, hay
perros antidrogas en todas partes. La droga ya juega un
papel en la política regional muy importante en tanto es una
justificación de una presencia militar permanente. Hoy en
día creo es evidente que la existencia del narcotráfico
justifica la presencia militar estadounidense.
De modo que
creo que el Plan Colombia es un plan que empieza en
Colombia, que se llama Colombia, pero que tiene
implicaciones en otros países como por ejemplo Ecuador, Perú
y Bolivia, y ahora también avanza sobre la triple frontera
entre Argentina, Paraguay y Brasil. La droga es un problema,
yo la condeno, la droga en mi país ha producido muertos, ha
producido un apartheid terrible hacia nosotros en el
exterior, una justificación de la violencia, etc. La droga
es lo peor que nos pudo pasar, pero creo que la represión
contra la droga es justificada como arma de control.
-Con
respecto a la exclusión social en Colombia, hace tiempo se
hablaba de los sicarios de 12 años a los que les ordenaban
matar a alguien por medio dólar y vivían hasta los 15 años
cuando que otro sicario los mataba. ¿Eso sigue existiendo?
-Sí claro,
eso sigue existiendo, tal vez no con la misma presencia que
tuvo al principio de los noventa, pero siguen existiendo
sicarios. Hay una constante en la historia colombiana que
son las bandas, no las bandas urbanas, sino las bandas
rurales. Entonces en cada proceso de reconciliación nacional
siempre quedaban bandas y quedaban armas. Estos niños, estos
hijos y nietos de las décadas de los 50, de los 60, y de los
70, criados en las barriadas más miserables de Medellín,
claro tuvieron esa escuela, y allí es donde aparece el "narco",
que da la posibilidad de una realización en 10 o 12 años de
tener cosas inimaginables para la clase media colombiana,
carros, bueno carros, motos, joyas, toda esa parafernalia
que ellos veían como su imaginario de ascenso.
-En
este contexto, ¿cómo se moviliza la ciudadanía? ¿en qué
trabajan los grupos de base?
-Los grupos
de base y las ONG trabajan en muchísimos temas, trabajan en
temas de agroecología, trabajan en temas de cuidados de
cuencas, las comunidades indígenas han hecho grandes planes
de manejo de sus territorios, lo mismo las comunidades
negras. Se trata de seguir la vida, hasta cierto punto
desarrollando sus expectativas, sus ideales, aún en medio de
esta guerra, y eso quisiera yo que lo destacaran, Colombia
no es solamente guerra, en Colombia hay gente, hombres y
mujeres que trabajamos por vivir mejor y por aportar a la
sociedad. Que no estamos involucrados directamente con la
guerra, aunque no podemos salir de ella.
Nicolás
Minetti (*)
Foro Ciudadano,
D3E Uruguay
Convenio
La Insignia / Rel-UITA
12 de noviembre de 2004
* N. Minetti
integra el equipo de D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y
Equidad América Latina) y es además editor de la revista
Factor S.
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