Las
noticias nos han traído a casa los
conflictos entre el Gobierno peruano
(con el Ejército y la Policía por
delante) y la población indígena
amazónica, que se opone a la explotación
del petróleo que se encuentra bajo sus
tierras.
Es larga la lista de los argumentos de las organizaciones
indígenas que solicitan la derogación de
los decretos que, dentro del Tratado de
Libre Comercio entre Perú y
Estados Unidos, impulsan estas
actividades extractivas: desplazamiento
de la población, contaminación del medio
ambiente, problemas de salud,
limitaciones para sus modos de vida y
sus sistemas productivos, de caza, de
recolección, etc. Los argumentos
gubernamentales descansan en los
mitificados “beneficios de las
inversiones extranjeras”, por los que
los países con gobiernos neoliberales se
desviven y entregan en bandeja de plata
el control de sus recursos naturales.
Son ilustrativos los resultados de informes, como los de las
organizaciones Christian Aid e
InspirAction, que desenmascaran “el
escándalo de un sistema fiscal mundial
que permite a los más ricos del mundo y
a las empresas que representan eludir
sus responsabilidades, mientras condena
a los más pobres a un desarrollo
raquítico”.
Los cálculos indican que
los
países empobrecidos del Sur dejan de
cobrar cada año cerca de 130.000
millones de euros en impuestos que las
empresas que operan en su territorio
evaden con alguna maniobra
(ellos dirían arquitectura financiera) o
dejan de pagar gracias a tratos
“preferenciales”. La evasión que las
empresas multinacionales realizan en
América Latina y el Caribe se
calcula en 50.000 millones de euros. Los
informes nombran a empresas como la
petrolera británica British
Petroleum, la angloholandesa
Royal Dutch Shell y la
estadounidense ExxonMobil. El
escamoteo de
las
empresas mineras europeas, asiáticas y
norteamericanas radicadas en África
supera los 65 millones de dólares. También aparecen retratadas en los informes empresas de
otros sectores como la cadena de
supermercados Wal-Mart.
Las cuatro empresas encabezan el ranking
de las mayores compañías del mundo del
2008, según la revista Fortune.
A finales de los 90, los organismos financieros
internacionales aprovecharon la
bancarrota de Zambia para imponer
la privatización de sus minas de cobre
que no ha aportado beneficios al país
por los derechos de explotación tan
bajos. Parecido al asunto del coltan.
Las mayores reservas mundiales de coltan
están en la República Democrática del
Congo, pero, en un año (en el 2006),
lo que este país ha recibido por los derechos de las explotaciones
mineras ha sido ¡menos de 86.000
dólares! O los plátanos. Uno de cada tres plátanos que
compremos provendrá de las compañías
norteamericanas Dole, Chiquita
y Del Monte. Si dichas compañías
tributaran alrededor del 35 por ciento,
en sus periplos por el mundo, con escala
en paraísos fiscales, rebajarían su
fiscalidad por debajo de la mitad.
Recuerden que la
cifra global de esta evasión fiscal
ascendía a más de 140.000 millones de
dólares, cuando el presupuesto global
que los países ricos destinan a la ayuda
al desarrollo es de aproximadamente 90
millones de dólares.
Como dice InspirAction “si los países en
desarrollo pudieran contar con todo ese
dinero que dejan de recaudar a las
empresas, podrían transformar las vidas
y las expectativas de millones de
personas pobres. Por ejemplo, si
se
hubiera invertido una cantidad similar
en los sistemas sanitarios de estos
países desde el año 2000, cada año se
habrían salvado las vidas de 350.000
niños menores de cinco años”.
Ante este atraco oficializado, las respuestas gubernamentales
para revertirlo no sólo no se dan, sino
que, vía los acuerdos de libre comercio
se profundiza y legitima un nuevo
ejercicio de servilismo frente a las
transnacionales. Los informes referidos
enumeran una serie de posibles medidas
para corregir esta situación, a saber:
promover un nuevo estándar contable
internacional que obligue a las empresas
a informar sobre sus actividades en cada
país, requerir a los bancos que desvelen
la propiedad de las entidades
extranjeras a las que prestan servicios,
promover la adopción de principios para
prevenir abusos fiscales, etc. Una
propuesta alternativa sería defender la
gestión soberana de los recursos
naturales por sus propias poblaciones y
exigir desde ya un ejercicio de
justicia: la devolución inmediata de
todas esas cantidades sustraídas.
Gustavo Duch*
Tomado de CCS
1 de julio de 2009