El
África al sur del Sahara es el
centro de una disputa por la
explotación del petróleo. Pero nada
indica que ese conflicto resulte
beneficioso para las poblaciones. El
peso de África en la producción
mundial no parece importante: en el
2007 la producción africana (unos
10,3 millones de barriles por día)
representaba sólo el 12,5 por ciento
de la producción mundial. Y las
reservas no pasaban de 117 millones
de toneladas: el 9,5 por ciento de
las reservas mundiales.
¿A qué se debe, por tanto, esa disputa internacional? Según
Le Monde Diplomatique hay tres
razones fundamentales: en primer
lugar al descubrimiento de nuevos
yacimientos y a la explotación
intensa de los ya conocidos.
África es el continente donde la producción petrolera aumenta más:
3,2 por ciento entre 2006 y 2009.
Se trata, además, de la región del mundo con el consumo más
bajo de petróleo: el 3,5
por ciento de la producción mundial
total.
En segundo lugar, porque la producción africana se concentra
en la costa del Mediterráneo,
particularmente en
Argelia,
Libia y el golfo de
Guinea. Esa zona, vecina a exportadores tradicionales como
Nigeria,
Camerún,
Gabón y
Angola, asistió en los últimos años al aumento de las exportaciones
de
Guinea
Ecuatorial,
que pasaron de 1.700 barriles por
día en 1966 a 363 mil barriles
diarios en 2007, y lo mismo debería
ocurrir en
Santo Tomé
y
Príncipe.
Actualmente todas las miradas convergen hacia el golfo de
Guinea
y su petróleo, que es de muy buena
calidad. Además, la mayoría de los
nuevos yacimientos se encuentra en
el mar, lo que disminuye el costo
del transporte hacia
Estados
Unidos,
y sobre todo mejora relativamente la
seguridad de los sitios de
extracción que resultan más fáciles
de proteger.
En tercer lugar, las cifras globales de la producción
africana actual no son
representativas de la importancia
que ésta tiene para países como
Estados
Unidos y
China. El petróleo de
África representa el 20 por ciento de las importaciones
estadounidenses y llegará al 25 por
ciento en 2015.
Durante los últimos diez años, también
China
se ha vuelto más dependiente de
África.
Pekín importó de ese continente 53
millones de toneladas de petróleo,
convirtiendo a
Angola
en su principal proveedor
extranjero, por delante de
Arabia
Saudita. Las exportaciones de
Sudán representan el 6 por ciento de las importaciones
petroleras.
La carrera mundial por las materias primas plantea dos
problemas: el de la relación entre
los recursos naturales y la
democracia, y el de la naturaleza de
la integración de los países
africanos a la globalización.
Tanto el gobierno chino como el estadounidense manifiestan la
voluntad de consolidar los regímenes
existentes, antes que asumir los
riesgos y los costos de un proceso
de real democratización de
África.
Por otra parte,
Estados
Unidos ha reforzado su presencia militar en la región.
Para no reproducir los errores del pasado, es urgente
implementar políticas diferentes a
los programas del liberalismo
económico, con el fin de promover la
diversificación de la producción
africana y de esa forma permitir que
la riqueza petrolera ponga en marcha
una dinámica de desarrollo real en
cada país productor.
Solamente así se podrá tender a poner la riqueza al servicio
de los pueblos, evitando su
concentración en menos manos,
concentración que suele ir
acompañada por la multiplicación de
la pobreza.