La rebelión de la clase media |
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La
protesta contra el Contrato de Primer Empleo (CPE)
moviliza a
familias enteras en contra de la precariedad laboral de los
jóvenes.
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EFE |
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Aquí
están, han venido todos: universitarios, estudiantes de
secundaria, sindicalistas, trabajadores, funcionarios,
viejos y nuevos progres, nostálgicos del 68, padres,
abuelos, bebés, familias enteras... Son los mismos que
votaron no en el dramático referéndum del 29 de mayo que
sentenció a muerte el proyecto de Constitución europea.
Están aquí otra vez, en la calle, y por el mismo motivo. Son
decenas de miles los que desfilan, en esta suave tarde de
final de invierno, por los bulevares del sur de París camino
de la plaza de la Nación.
El
ambiente festivo no oculta la preocupación profunda que los
invade. "Estoy aquí para defender el futuro de mis hijos",
dice Julie, una mujer entrada en la cincuentena que ha
acudido a la manifestación en compañía de su hija
adolescente. No es la única. Hay muchos padres con sus
retoños esta tarde. Y otros que se encuentran casualmente
durante la marcha. "¿Vas solo?", le pregunta a voz en grito
un hombre a su hijo, al que acaba de localizar entre la
muchedumbre. Éste, con cara de indisimulado fastidio, niega
con la cabeza y, mientras señala a una muchacha que camina a
su lado, aprieta el paso para salir de allí a toda prisa...
El
Contrato de Primer Empleo (CPE), rebautizado irónicamente de
múltiples maneras por los manifestantes - "Contrato
Precariedad Exclusión", "Cómo Perder las Elecciones",
"Contrato Para el Infierno", "Contrato Papelera Empleo"...-,
concentra todos los ataques, toda la cólera, todos los
miedos. Pero acaso el CPE, un contrato indefinido destinado
a los menores de 26 años que permite el despido sin
justificación los dos primeros años, sea lo de menos. No
está claro que pueda estimular la creación de empleo como
argumenta el Gobierno. Pero es difícil imaginar que pueda
aportar mucha más precariedad a la ya existente, con un paro
que alcanza un 23% de los jóvenes, mientras el resto vive
condenado a encadenar contratos temporales - entre un 70% y
un 80%- y esperar a los 33 años para alcanzar la
estabilidad.
Y es
esta precariedad - de la que el CPE se ha convertido en
símbolo- la que ensombrece la percepción que tienen del
futuro amplias capas de la clase media francesa, pesimistas
y temerosas del mañana que espera a su progenie. "Yo quiero
para mis hijos la misma posibilidad de ascensión social que
he tenido yo", apuntaba otra manifestante.
El
sociólogo François Dubet consideraba ayer, en las páginas de
Le Monde, que el movimiento contra el CPE viene a ser "la
réplica, en las clases medias, de la revuelta de las
banlieues" del pasado mes de noviembre. Los jóvenes de los
barrios marginales, donde el paro juvenil es aterrador
(hasta un 40%), están ya -de acuerdo con el análisis de
Dubet- "al otro lado de la barrera", excluidos del sistema,
y de ahí la violencia de su protesta. La situación de los
jóvenes estudiantes de clase media no es tan dramática, pero
el riesgo a caer en ese lado oscuro empieza a ser - a
diferencia de lo que sucedió a sus padres- una realidad
amenazadora. "Como siempre, esto es triste", rezaba una
colorida y original pancarta que reproducía El grito del
pintor Eduard Munch...
Mucha
clase media y popular había, en efecto, en la manifestación
de este sábado en París. Muy poca gente chic, en cambio,
sobre todo en comparación con la que a la misma hora, más o
menos, paseaba como cualquier otro sábado por el bulevar
Saint-Germain. Muy poca inmigración también. La banlieue no
estaba. O sí... Grupos aislados de jóvenes malcarados -
algunos, seguidos de cerca por el servicio de orden de los
sindicatos- se movían entre la gente con ánimo depredador.
Se ha convertido ya en costumbre entre las bandas de
delincuentes del extrarradio unirse a las manifestaciones
juveniles para hacerse con unas cuantas carteras y unos
teléfonos móviles.
¿Una
protesta conservadora? En todo caso, nada que ver con Mayo
del 68. Ninguna consigna revolucionaria recorría ayer las
calles de la capital francesa. Los gritos de "Abajo la
precariedad", "Sí al contrato indefinido"... tienen poco que
ver con los eslóganes que pedían la utopía hace casi
cuarenta años. El mensaje, sin embargo, era inequívocamente
concreto: el Gobierno debe retirar el CPE. "O esto va a
estallar".
Lluís
Uría
www.lavanguardia.es
20 de
marzo de 2006
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