El séptimo Foro Social
Mundial se inauguró en
medio de un gran
entusiasmo, con el
compromiso de precisar
una alternativa para los
pueblos de la tierra, y
en especial para el
continente africano.
Los
organizadores de Nairobi
2007 se mostraban muy
optimistas, y a pesar de
que el frente no será
tan concurrido como
previsto confiaban en
que, tras este foro,
Africa pueda tomar el
centro del escenario
mundial. En Africa hay
850 millones de gentes y
de ellas según los
especialistas sólo 50
millones serían
ciudadanos con una voz,
ya que los restantes 800
millones son marginados
que no pueden participar
en la toma de decisiones
de los asuntos que les
conciernen ni tienen
tampoco acceso a los
beneficios del
desarrollo: siguen
siendo "los condenados
de la tierra", como los
llamaba hace medio siglo
Franz Fannon.
Taoufik Ben Abdallah,
miembro del Comité
organizador, insistía
por ello antes de la
salida de la marcha en
la importancia que
tendría para Africa y
para el mundo el éxito
del Foro. El programa
incluye más de 1.200
actividades registradas
de organizaciones de la
sociedad civil, en las
que los temas en que se
ha insistido más son
aquellos que preocupan a
los africanos: el peso
de la deuda, la pobreza,
el sida, el medio
ambiente y la
inseguridad de las
relaciones comerciales,
pero también el empleo,
la seguridad
alimentaria, la equidad
de géneros, el acceso a
las tecnologías.
El
hecho de que todo esto
acontezca en Kenya, la
tierra del movimiento
anti colonialista de los
Mau Mau, es por lo mismo
muy significativo para
todos los kenyanos.
El
Foro de Nairobi, se
insiste por todas
partes, tiene la misión
histórica de terminar
con los vestigios del
colonialismo y el
neocolonialismo que han
marcado la realidad
africana desde siempre.
Africa, decía Taoufik
Ben Abdullah en su
entrevista a Africa
Flame, discurso del
FSM, es "la región más
vulnerable del planeta"
a la imposición de "las
políticas coloniales y
neocoloniales" en el
contexto de la llamada
"globalización" por sus
débiles instituciones y
su endeble sociedad
civil.
La
Marcha por la Paz
resultó empero mucho
menos concurrida de lo
que suponían los
organizadores, hecho que
atribuyeron a la
ausencia de una cultura
política participativa
en el Africa oriental y
al hecho de que no
existe una tradición de
organizar y participar
en manifestaciones
públicas. Ya en el
inicio del encuentro, en
un boletín de prensa, el
comité organizador
bajaba sus previsiones
originales y señalaba
que sólo habría entre 80
mil y 100 mil
participantes en el Foro
de los 150 mil que en un
principio había
previsto.
La
columna de
manifestantes, que
partió de la ciudad
perdida de Kibera, a una
veintena de kilómetros
del centro de Nairobi,
hubo de atravesar una de
las zonas más exclusivas
de la capital kenyana,
luego de dejar la más
miserable de las
barriadas. El camino de
N Gong, por el que
marcharon algunos de los
más pobres del planeta,
está rodeado de varias
de las más sofisticadas
residencias de los
extranjeros que habitan
en Kenya, ya que todo
este distrito de Karen
corresponde a la otrora
finca cafetalera de la
gran escritora danesa
Karen Blixen, quien
vivió aquí entre 1914 y
1931, como lo refiere en
su libro Lejos de
Africa, al pie de
las colinas de N Gong,
donde se halla la tumba
de su amado, el
explorador británico
Denys Finch Hatton.
Los
participantes no
llenaron por completo el
área prevista del parque
de Uhuru, el mayor
espacio verde de la
capital kenyana, donde
hay varios lagos y
colinas, pero su
entusiasmo no decayó un
instante y no dejaron de
bailar al ritmo de la
música que los recibirá
desde el templete.
Venían esencialmente de
los países africanos,
pero no faltaban algunos
participantes europeos y
asiáticos, siendo
notoria la ausencia de
latinoamericanos. Al
lado de los contingentes
de Mali, de Zambia, de
Sudáfrica, de Tanzania,
de Uganda, del Sahara
Occidental, de Sudán o
de Namibia, se
entremezclaban los
europeos fascinados por
la música y el colorido
de los atuendos.
En
esa explosión de
entusiasmo, lo mismo se
veía grupos de
religiosos que de
organizaciones políticas
y sociales, que aquellas
que expresaban los
reclamos de las
minorías. Al lado de las
pancartas que llamaban a Bush
"terrorista número
1", se veían muchos con
la fotografía del ex
presidente iraquí
ejecutado señalando "Saddam
Hussein, democracia
británica y
estadounidense".
Sin embargo, la mayoria las pancartas y
camisetas se
referían al sida, que
afecta ya a casi una
quinta parte de la
población del continente
africano, con el lema "A world without
AIDS is
possible" (un mundo sin
sida es posible), que
llamaba poderosamente
la atención de los
fotógrafos.
La
compleja realidad
africana, sus diversos
problemas políticos y
sociales marcados por
una misma realidad
económica, se veían en
la pluralidad de
manifestantes, que
reunían igualmente del
Africa subsahariana que
de los países árabes, a
pie e incluso en
camello. Lo mismo los
Mau Mau que el
movimiento Tierra y
Libertad, las mujeres
saharouis que los grupos
Masais.
Una
evidencia clara de la
complicada problemática
por la que atraviesa el
FSM, la evidenció el
hecho de que en esta
marcha los contingentes
más nutridos y
disciplinados fueron los
de las iglesias
cristianas, a menudo
portando el mismo hábito
y que llegaban entonando
consignas religiosas;
algo que no se vio en
Porto Alegre.
La
inauguración formal
corrió a cargo del
brasileño Chico Whitaker,
uno de los fundadores
históricos del FSM, y
del kenyano Taoufik Ben
Abdallah, del comité
organizador del acto,
quienes enfatizaron la
importancia de que el
Foro Social Mundial se
hubiese desplazado al
continente por la
posibilidad de
incorporar de manera más
directa a la
problemática africana y
a las perspectivas y
propuestas de todos
estos pueblos que están
entre los más excluidos
del planeta.
Las
participaciones de
solidaridad de los demás
oradores en este acto
inicial, quienes
intervinieron en nombre
de los cinco
continentes,
evidenciaron la
pluralidad de posiciones
que existen entre los
organizadores de Nairobi
2007, pero también la
divergencia de
concepciones en lo que
debe ser el papel del
Foro Social Mundial. La
dominicana Juana Ferrer,
de Vía Campesina, habló
con pasión de todos los
procesos políticos
latinoamericanos de
oposición al
neoliberalismo, y lo
mismo defendió la
Revolución Cubana y al
gobierno de Hugo Chávez
en Venezuela, que a los
procesos más recientes
de Bolivia y de Ecuador.
El
italiano Flavio Lotti,
de Tavola della Pace,
puso a su vez el acento
en la necesidad de
impulsar de manera
vigorosa la paz, lo que
supone detener la
escalada belicista de
los gobiernos
estadunidenses y
británico. La india
Nandita Shah, del Centro
Akshara de Apoyo a las
Mujeres y miembro del
comité organizador de
Mumbai 2004, se refirió
en lo esencial a las
luchas de las mujeres.
El belga Guy Ryder, de
la Confederación
Sindical Internacional,
enfatizó la prioridad de
abordar la lucha contra
el capitalismo
neoliberal desde la
perspectiva de los
trabajadores. Y la
sudafricana Lebogung
Noasthik llamó la
atención sobre el
despertar africano al
que está contribuyendo
el Foro de Nairobi.
El
acto político musical se
prolongó hasta entrada
la noche con la
intervención de algunos
de los más importantes
artistas kenyanos, que
no tuvieron reserva en
mostrar su compromiso de
izquierda, y un gran
intérprete y compositor
brasileño, Martinho de
Vilka. La música de
Suzanna Ouriyo, de
vibraciones Mau Mau
acompañadas de Jabalí
Agrica, de Oliver
Mtukudzky y de Chinkure
Chirakuri llevaron a los
manifestantes a una
explosión de entusiasmo
y alegría poco comunes,
que culminó bien entrada
la noche con la
intervención de Eric
Wainana y su banda, el
más popular grupo del
país.
A
partir del miércoles 24,
el cuarto día, se
definirán las acciones
comunes: lo que todo
mundo espera de este
acto de Nairobi, crucial
también para el futuro
del FSM
Luis Javier Garrido
Rebelión /
La Jornada
23 de enero de 2007