Uruguay

Hace veinte años

Banderas en el horizonte

 

 

Quedábamos solamente 255 presos políticos: 228 compañeros en el Penal de Libertad y 27 compañeras en el Cuarto Piso de la Jefatura de Policía en Montevideo cuando el domingo 10 de marzo de 1985, hace hoy exactamente veinte años, esas dos últimas cárceles comenzaron también a vaciarse.

 

Fueron días de gloria: aprobada el 8 de marzo de 1985 por el flamante Parlamento, la Ley llamada de Pacificación Nacional entró a regir el sábado 9. Ella establecía plazos perentorios (que vencían el 14 de marzo de 1985) para liberar a los amnistiados y a los "re-procesados".

 

En pleno debate parlamentario, las últimas compañeras fueron trasladadas el 4 de marzo desde el tétrico campo de concentración de Punta de Rieles (que por fin quedó vacío). Oigamos como lo relatan ellas en su "Bitácora de Punta de Rieles" (diario clandestino de sus últimos días allí):

 

"1º de marzo"

 

Todo el día el parlante apagado. Ni anoche ni hoy ha habido diario ni informativo. De tarde nos enteramos que a las compañeras del B les sacaron la TV del sector y a las del A les prohibieron prenderla hasta las 5. Baño trancado para que no nos podamos comunicar con el B. Así se inaugura el gobierno democrático por parte del Comando de esta cárcel.

 

18:30 Nos enteramos del levantamiento del decreto de ilegalización de todas las organizaciones políticas y sindicales. ¡Qué imponente!

 

Nos sentimos parte del pueblo que festeja lo que ganó por las suyas.

 

4 de marzo

 

En estos días no hubo tiempo de escribir; hubo un mundo, un alud de acontecimientos, pero hoy, ¡Hoy nos vamos de esta cárcel! Nos avisaron que aprontáramos las cosas, que esta tarde nos trasladan "a otra unidad". No hay más datos, pero esto basta. ¡Fin de esta cárcel maldita!".

 

Unos tres años después, en el final de nuestro libro "Memorias del Calabozo" Mauricio Rosencof y yo, con la memoria todavía fresca, relatamos el vaciamiento de otra cárcel maldita: el Penal de Libertad. Lo hicimos en forma de diálogo y desde nuestro ángulo de rehenes... De los nueve rehenes de la dictadura quedábamos ocho, Adolfo Wassen había muerto en lucha pocos días antes y su sepelio había dado lugar a otra gran movilización popular. A los rehenes, increíblemente, todavía nos mantenían estrictamente aislados dentro del Penal de Libertad de modo que esa peripecia, como un diálogo, la vivimos así:

 

"Mauricio Rosencof: El domingo 10 de marzo de 1985 por la mañana, los rehenes fuimos al "recreo" e hicimos gimnasia. Ninguno de nosotros esperaba la libertad para ese día.

 

Fernández Huidobro: Y los demás presos, los que podían esperarla, en general, no la creían posible un domingo.

 

MR: Conocidos los plazos y decretada la libertad, el tiempo se hacía más lento que nunca. Las horas eran larguísimas...

 

FH: Todos los presos saben que eso pasa cuando se aproxima la fecha...

 

(...)

 

FH: Bueno, era más o menos la hora de la siesta. Varios rehenes, casi todos, estábamos en una celda. Otros, pocos, dormitaban en la suya.

 

MR: Vos y yo estábamos sentados en la tarima superior de una celda, mateando. Marenales estaba sentado en el banquillo de la mesa, "posando", mientras vos lo dibujabas; Engler rasgaba su guitarra, y uno o dos más, no recuerdo ahora cuales, estaban sentados en la tarima de abajo. Charlábamos.

 

FH: En ese momento la tarde era soleada.

 

MR: Reinaba la más perfecta paz y serenidad en la cárcel y sus alrededores.

 

FH: El primero que las vio, fuiste vos...

 

MR: Las banderas...

 

FH: Me dijiste, señalando por la ventana hacia la lejana Ruta 1: "¿Aquéllo no es una bandera?". Yo seguí dibujando y: -"No jodas, Ruso. ¿Siempre con una novela en la cabeza?" -"Mirá que es una bandera", insististe. Me puse los lentes "para ver lejos", pero como ya estaba necesitando otros...

 

MR: Engler dejó la guitarra -"¡Seguro que son banderas! Y no solo una... ¡hay varias!".

 

FH: Ustedes, los que veían bien, se arracimaron en la ventana e incluso hubo que ir a las de las celdas vacías para poder ver bien: ¡iban llegando banderas!

 

MR: Discutíamos el color, la cantidad...

 

FH: Pronto fue un bosque de banderas en marcha...

 

MR: De todos los colores. Venían también carteles y pancartas.

 

FH: Una multitud creciente cortó la Ruta 1, en poco rato, como un río salido de madre. Veíamos los ómnibus y los camiones detenerse y comenzar a formar una larga caravana cada vez mayor.

 

MR: Les avisamos enseguida a los compañeros del segundo piso, que en su mayoría habitaban celdas cuyas ventanas no daban para el lado de la ruta...

 

FH: Y sonó la estridente alarma de la cárcel. El ululante gemido de las sirenas y la intermitencia ronca de otros llamados a zafarrancho de combate. Venía el "enemigo".

 

MR: Centenares de milicos armados hasta los dientes corrían de acá para allá, apostándose cuerpo a tierra en varios lugares, emplazando ametralladoras y morteros en otros...

 

FH: Fueron a buscar los perros que también entraron en situación de alarma, ladrando disciplinadamente.

 

MR: -"¿Por qué viene la gente?" - "¡Saben que van a haber libertades!"

 

FH: No podía ser otro el motivo de aquella multitud allí.

 

(...)

 

MR: La única ropa "civil" que los presos tenían, era la de gimnasia. No fue posible montar todo aquel otro dispositivo rutinario de las liberaciones anteriores con cuentagotas, en las que hasta preveían la traída de ropa civil por parte de la familia...

 

FH: No. Eso ahora era como debió ser siempre: masivo.

 

MR: Así vestidos, los presos iban saliendo de la cárcel a pie, transportando sobre sus hombros todas sus cosas.

 

FH: Debían recorrer hasta la ruta, así, unos cinco kilómetros...

 

MR: Nuestros ojos no daban abasto. Tampoco sabíamos adónde acudir preferentemente: allá en la ruta, a lo lejos, teníamos una multitud agitando banderas; debajo de nuestras ventanas, la desparramada caravana de los compañeros que se iba yendo, de a uno, de a dos, de a tres... Como un camino de hormiguitas hacia la libertad, con los bártulos al hombro saludándonos. Saludando a los que se quedaban

 

FH: Puños en alto, gritos.

 

MR: Y dentro del edificio del celdario teníamos a los compañeros liberados que eran llevados al primer piso, donde nosotros estábamos, a firmar un papel antes de irse. Allí les podíamos dar la mano entre los barrotes...

 

FH: Alguna cara bañada en lágrimas, "¡Los vamos a venir a buscar!", nos decía yéndose.

 

MR: De pronto la gran noticia: entre los nombres de una tanda ¡Jorge Zabalza! Corrimos a decírselo.

 

FH: Se vistió rápidamente y rápidamente armó sus bultos. Ajustamos los últimos detalles de una cantidad de cosas, y cuando estábamos en eso...

 

MR: La otra gran sorpresa: ¡también se iba Pepe Mujica!

 

FH: Y esa sí nadie la esperaba. Hubo que ayudarlo a empaquetar las cosas y vestirlo bajo riesgo de llegar tarde a la libertad...

 

MR: "Vos, Zabalza, tenés que ayudar al Pepe a llevar las cosas".

 

FH: Más joven y no tan enfermo.

 

MR: Bajo la ventana seguía yéndose la caravana de presos mientras caía la tarde: algunos muy viejos, otros rengueando...

 

FH: Se ayudaban mutuamente a llevar bultos.

 

MR: Se sentaban a descansar un ratito al borde del camino mirado hacia la multitud que tras las barreras esperaba..

 

FH: Rodaban muchos paquetes a las cunetas...

 

MR: Zabalza y Mujica fueron saliendo del piso...

 

FH: El Pepe llevaba, bien agarrada, la escupidera rosada...

 

MR: Que algún día deberá exhibirse en una vitrina del Museo de la Revolución. Había plantado en ella las caléndulas que cultivara en los canteros de la cárcel. Y habían florecido. Como esos cascos de guerra abandonados en el campo, donde algún pájaro hizo su nido.

 

FH: Los vimos irse desde la ventana. Ambos ayudando a otros. Entreverados con los demás.

 

MR: Flameaban las caléndulas florecidas.

 

FH: Las vimos irse en la escupidera, todo un símbolo, con Pepe y Zabalza.

 

MR: Hasta que las perdimos de vista.

 

FH: Empezó a garuar finito sobre las caléndulas y las banderas.

 

MR: Algo garuaba también, y finito, en nuestro interior."

 

Aquel 10 de marzo fueron liberados 173 compañeros y 20 compañeras. El martes 12 de marzo liberaron a 15 (dos compañeras y trece compañeros). Los últimos orejones del tarro (47 en total) fuimos liberados sobre el plazo de vencimiento, el jueves 14 de marzo de 1985 a las 20.00 horas y cuatro minutos exactamente. Hace veinte años...

 

Eleuterio Fernandez Huidobro *

La República

10 de Marzo de 2005 

 

* Senador de la República Oriental del Uruguay.

 

  

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