El
periodista S. Portejoie pertenece, entre
otros, al colectivo de Rebelión. Nació
en 1949 en Charente-Maritime, Francia,
es autodidacta y militante en diversas
asociaciones.
“La gran hipocresía de los juegos de
Beijing”,
texto
en el que se denuncia la
instrumentalización del deporte, es
decir, el deporte desviado de sus fines
más nobles.
Según la Carta Internacional del Deporte -explica- se le
puede considerar como un instrumento
para promover valores humanos
fundamentales, tales como el
acercamiento entre los individuos y
entre los pueblos.
Pero Portejoie observa que el deporte ha sido
desviado de sus finalidades más nobles y
denuncia “la hipocresía de los juegos de
Beijing”.
En diciembre de 1999, en el Comité Olímpico Internacional,
Beijing había ganado en la segunda
vuelta por 56 votos, frente a 22 de
Toronto, Canadá, y 18 de París,
Francia, la posibilidad de ser
sede de los Juegos. Las ciudades
candidatas siempre pertenecen a países
industrialmente desarrollados, que
disponen de importantes recursos
económicos.
Para los juegos de 2008, además de Toronto, Beijing
y París, se proponía a Osaka
y Estambul. Para obtener la
designación se suele recurrir a regalos
suntuosos, prostitutas o pago en
cheques.
La ciudad organizadora de los juegos se beneficia de la
difusión mundial de sus imágenes. Para
2008, por ejemplo, Francia creó
la “Comisión París 2008”, presidida por
Claude Bébéar, encargado de
llevar la antorcha olímpica a París.
En ocasión de la reunión del 13 de julio
de 2001 en Moscú, donde se
designó la ciudad olímpica, André
Guelfi, amigo del presidente del
Comité Olímpico Internacional, se
entrevistó con dirigentes chinos y
convenció, además, a una veintena de
representantes de los Comités Olímpicos
Africanos para que votasen por China.
Algunos observadores han señalado a qué precio obtuvo
Guelfi esa votación. Por otra parte,
China tenía ventajas sobre los
demás países: significa 1.300 millones
de consumidores potenciales, 19
instalaciones deportivas a construir, 13
a renovar, 23.000 millones de dólares
para modernizar la capital, y 480
millones de dólares para la Villa
Olímpica.
Aunque no rigen plenamente los derechos humanos, ya que en
China se sigue aplicando la pena de
muerte, eso no planteó problema alguno
en el momento de decidir la sede de los
Juegos. El dinero no suele estar
subordinado al cumplimiento de los
derechos humanos.
Yao Ming,
un jugador de básquetbol chino que
trabaja en Estados Unidos en
contratos con McDonald’s,
Disney y Reebok, fue
designado en 2005 “trabajador modelo” de
China comunista. La realidad
política era que existía una guerra
labrada entre Estados Unidos y la
Unión Europea por un lado, y el
imperialismo chino por el otro.
Las empresas petroleras chinas, con gran apoyo del gobierno,
extraen más del 25 por ciento del
petróleo de África, que en su mayoría
procede de zonas que son coto vedado de
petroleras de los países occidentales.
Eso ha irritado a la diplomacia estadounidense. Brzezinski,
ex consejero del presidente Jimmy
Carter en relaciones
internacionales, en su libro “El gran
tablero” analiza lo que debiera ser la
política de Estados Unidos en el
plano mundial y sostiene que, en dicho
nivel, China es un freno para
Estados Unidos.
Lo curioso es que Estados Unidos y Condolezza Rice
intentan utilizar contra China el
concepto de derechos humanos, mientras
ellos los pisotean por todas partes en
el planeta, incluso en su propio país,
porque se creen con derecho a todo.
Eso no es un obstáculo para los Juegos de Beijing porque las
competencias aseguran un dineral. No
obstante, existe algún interrogante
sobre el futuro de los Juegos, debido a
su costo y utilización abusiva.