La crisis en Honduras
a raíz del brutal golpe de Estado cívico-militar del pasado 28 de junio ha
llegado a su día 19, y las organizaciones reunidas en el Frente Nacional Contra
el Golpe de Estado continúan incansablemente sus acciones de protesta y
resistencia pacífica en todo el país.
En el ámbito
político-diplomático, la fuerza del ultimátum del presidente Manuel Zelaya
al régimen de facto de Roberto Micheletti para que acate las resoluciones
de la OEA y de la ONU fue en gran parte amortiguada por las
declaraciones del Departamento de Estado, que pidió “no colocar un plazo
artificial al diálogo” e invitó a “las partes a trabajar juntos para alcanzar
una solución pacífica que restaure el orden democrático”.
¿Qué juego es el de
Estados Unidos?, y ¿qué papel van a jugar las organizaciones sociales,
populares y sindicales en la búsqueda de una solución al conflicto y del
restablecimiento del orden institucional en Honduras?
Sobre estos temas Sirel
conversó con el reconocido historiador y analista político nicaragüense Aldo
Díaz Lacayo.
-¿Que papel está jugando
Estados Unidos en el conflicto en Honduras?
-El primer punto de
reflexión para analizar esta crisis es de carácter global, y tiene que ver con
la voluntad política de Washington de cambiar el estilo, la forma y el fondo de
la relación con América Latina. Este cambio positivo es aparentemente muy
difícil, porque la correlación de fuerzas internas en aquel país favorece a la
extrema derecha, es decir al poder político y económico militar-industrial ultra
conservador.
Esa fuerte contradicción se
expresa muy claramente en el conflicto hondureño.
Honduras
es el elemento más débil de
la cadena del cambio en América Latina y el Caribe, y
también el país más controlado por las fuerzas de la derecha estadounidense. Un
país virtualmente intervenido, con una gran base militar y una cantidad
importante de soldados del país del norte. Esta debilidad facilitó que justo ahí
se expresara esta contradicción. Con el golpe de Estado, las fuerzas que se
oponen al cambio de la política estadounidense hacia América Latina
dieron un paso gigantesco hacia adelante, no solamente logrando detener este
proceso, sino logrando también una fuerte regresión para el país centroamericano
y el continente.
-¿Usted considera entonces
que hay dos fuerzas, dos poderes, en Estados Unidos que están interviniendo en
este conflicto?
-Es mi visión. Un poder
fáctico brutal, archi-reaccionario que no quiere perder la hegemonía en ningún
lugar del mundo y que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, y
por otra parte una nueva visión, la del presidente Barack Obama, que
pretende por lo menos dar la impresión de relaciones más humanas.
La pregunta es: ¿qué le
falló a la derecha? Le fallaron dos cosas: no previó la reacción popular
interna, ni la reacción a nivel internacional.
-¿Qué importancia tienen
estos dos elementos?
-Con estas dos reacciones el
conflicto asumió una dimensión que los sectores golpistas no esperaban. Si los
movimientos populares logran mantener la resistencia, esta situación podría
desembocar en un conflicto social importante. Si al contrario, los movimientos
dejaran de resistir, del conflicto podría originarse una mayor confrontación
entre Estados Unidos y el Sur del continente, muchas menos
expectativas en el gobierno del presidente Obama y una ofensiva contra el
establishment político de la derecha estadounidense. El Sur sabe que
perder Honduras significaría debilitarse ante una nueva política de
regresión implementada por Estados Unidos, y abrir la puerta a nuevos
posibles golpes de Estado en el continente.
-Hay sectores que denuncian
la complicidad de la administración Obama en el golpe de Estado...
-Separemos la parte política
de la jurídica. Juridicamente hablando, nadie en el gobierno de Barack Obama
puede hablar de golpe, porque esto implica, por ley, una decisión radical en
contra de los golpistas. Políticamente hablando, el presidente Obama no
puede inclinarse totalmente a favor del gobierno de Manuel Zelaya, porque
finalmente tiene que ponderar cuánto pesa para su gobierno la crisis en
Honduras, que puede transformarse en una crisis regional, en un contexto de
intereses globales de Estados Unidos. Es decir, en la balanza de los
hechos políticos Barack Obama no va a hacer mucho en relación con
Honduras porque a nivel estratégico tiene mucha más importancia lo que, por
ejemplo, está pasando en el Oriente Medio y en el Este Europeo.
-¿Todo esto lo hace de
alguna manera responsable?
-Responsable absoluto de lo
que está ocurriendo en Honduras, y es el riesgo político que está
corriendo. Y es este riesgo político lo que le abre la puerta a todos los
gorilas de Washington y de América Latina. Me parece que la
administración Obama no está ponderando bien su actitud, porque en su
política sigue la misma estrategia de los golpistas, es decir: postergar la
solución del conflicto.
-¿Cómo evalúa el proceso de
mediacíon que se está llevando a cabo en Costa Rica?
-El Departamento de Estado y
las fuerzas de la derecha no están midiendo correctamente la reacción interna de
Honduras, ni la internacional. Ese intento de mediación fue para darle a
los golpistas más tiempo para consolidarse. No obstante, hay una realidad
indiscutible. Aquí creo que no hay que preocuparse mucho si el presidente
Zelaya regresa o no al país, aunque sería lo más deseable, sino que
América Latina, el Caribe y el resto del mundo continúen firmes en la
decisión de apoyar al gobierno constitucional y condenar al gobierno golpìsta,
sin reconocer ninguna acción que ejecute. Eso permitiría también que los
movimientos populares se sientan respaldados y sigan con fuerza su resistencia.
-Los movimientos populares
piden el regreso del presidente Zelaya en tanto elemento que restituye el orden
institucional que fue interrumpido por el golpe de Estado...
-Eso es lo correcto y lo
esperado. El problema es cómo concretar esta decisión, y eso depende
fundamentalmente de que continúe la resistencia en Honduras. No puede
haber resultados positivos si el pueblo se desmoviliza, y es por eso que la
estrategia de las fuerzas de derecha, incluyendo el proceso de mediación de
Oscar Arias, persigue desmovilizar al movimiento hondureño. Creo que en este
momento debemos buscar instrumentos políticos, en el ambito de la
institucionalidad regional, que permitan el apoyo real al movimiento popular. Es
decir, es necesario que la comunidad internacional reconozca al movimiento
popular, dándole todo tipo de apoyo concreto.
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