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Honduras

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…

 

El 28 de junio en Centroamérica pareció que viajar al pasado era posible. Ese día un grupo de militares derrocaban en Honduras al presidente constitucional Manuel Zelaya, lo colocaban en un avión y lo dejaban en una pista de aterrizaje en el aeropuerto de San José, en Costa Rica.

 

Pareció un ejercicio de retroceso en la máquina del tiempo porque los factores clave de un golpe de Estado “a la antigua” estaban casi todos presentes.

 

Nunca un grupo de militares va a involucrarse en una aventura golpista si no cuenta primero con la solicitud expresa de grupos de poder económico locales que, de alguna manera, están viendo amenazados sus intereses económicos por el gobierno a derrocar. Nunca los grupos de poder locales van a solicitar el servicio del Ejército sin tejer o pactar el respaldo de Washington, o al menos de un sector importante de los grupos de poder fáctico en la capital del norte.

A fin de 2008 las negociaciones entre los Sindicatos y las Cámaras empresariales se rompieron, por lo que el Presidente resolvió el impasse decretando un aumento de hasta el 60 por ciento de los salarios

 

De hecho, el tipo e intensidad del compromiso de Washington pareciera definir las características propias de cada suceso de este tipo. Y en eso recae la diferencia de un Salvador Allende en Chile, derrocado por el sanguinario Pinochet bajo la batuta de Richard Nixon en 1973, de un general Romero, derrocado por militares jóvenes progresistas en 1979 en El Salvador durante la administración de Jimmy Carter, o de un Manuel Zelaya derrocado por los militares en Honduras al servicio de las familias Atala-Canahuati bajo la administración Obama (o algunos dirían Obama/Clinton).

 

El huevo de la serpiente

 

En el lado de la ecuación golpista encontraremos siempre represión, censura, resistencia popular, persecución. Todo combinado acorde a los factores que previamente incubaron el hecho. Como vecinos y hermanos del pueblo de Honduras, conviene actuar en consecuencia del lado de la resistencia popular hondureña, pero también analizar cómo se combinaron los factores que han desatado la situación actual para analizar nuestra propia realidad, sobre todo ahora que nos han recordado, ahora que la máquina del tiempo que viaja al pasado pareciera que sí existe, o al menos, que pretende seguir existiendo.

“Si usted busca entender quién es el poder real detrás del golpe (ndr:en Honduras), necesita buscar quien esta pagando a Lanny Davis” (Robert White, ex embajador de Estados Unidos en El Salvador)

 

Un punto importante que conviene resaltar en cuanto a las últimas medidas del presidente Zelaya, y que nos da una clave para entender la ferocidad de la reacción de las familias oligarcas hondureñas Atala-Canahuati, es el papel jugado por el mandatario en las negociaciones salariales a fin de 2008.

 

En diciembre de ese año, las negociaciones entre los Sindicatos y las Cámaras empresariales se rompieron, por lo que el Presidente resolvió el impasse decretando un aumento de hasta el 60 por ciento de los salarios, exceptuando la maquila en donde los salarios deberían acordarse en forma particular.

 

A nivel interno, probablemente este factor ha sido fundamental para configurar la alianza golpista, ya que no hay cosa que los grupos de poder económico aborrezcan más que la intervención directa en sus negocios, y sobre todo en la remuneración a la fuerza de trabajo.

 

Por supuesto, aunado a este hecho, los diferentes programas sociales lanzados desde el Estado, el peligro -y el pánico- a la consulta ciudadana con la cuarta urna, las alianzas internacionales con los países del ALBA, y otras más, configuran no sólo los motivadores de la gestión del Presidente sino también de la aventura golpista a nivel nacional e internacional.

La bendición de Washington sigue siendo el factor determinante para el éxito de los golpes de Estado en América Latina

 

La culpa no es del chancho…

 

En una entrevista reciente1, el ex embajador Estadounidense en El Salvador y ahora presidente del “Center for International Policy”, Robert White2, declaró que: “Si usted busca entender quién es el poder real detrás del golpe (ndr:en Honduras), necesita buscar quien esta pagando a Lanny Davis”, dijo en referencia a un conocido aliado de la familia Clinton que actuó como defensor de Bill durante los procedimientos de investigación para llevarle a juicio político, y asociado al buffete Orrick, Herrington & Sutcliffe.

 

Se trata del mismo abogado que ahora encabeza el lobby en Washington a favor de los golpistas, y que organizó en días recientes una serie de actividades con legisladores de ambas Cámaras en las cuales los oligarcas hondureños Camilo Atala y Jorge Canahuati expusieron una serie de supuestas denuncias contra el presidente Manuel Zelaya.

El análisis de estos negocios a nivel de Centroamérica es un ejercicio interesante y urgente, sobre todo tomando en cuenta que empezamos a ver de lo que son capaces los grupos económicos hegemónicos de la región cuando sus intereses se sienten amenazados

 

Los empresarios detrás del golpe, y su vocero Lanny Davis, siguen una estrategia muy bien planificada, seguramente con anterioridad. Están tratando de centrar la atención en hipotéticas razones fundadas para haber actuado como lo hicieron, sin tratar de defender a los militares, sin tratar de negar las violaciones a los derechos humanos que están cometiendo, pero ensalzando las supuestas credenciales democráticas de dos hombres de negocios hondureños que, forzados por las circunstancias, tuvieron que encargar el trabajo sucio a los militares.

 

Para algunos el papel de Washington hacia América Latina en el gobierno de Barack Obama ha cambiado al condenar desde temprano el golpe militar en Honduras. Sin embargo, una revisión más detallada con los datos anteriores nos ayudan a comprender mejor por qué los golpistas construyeron previamente una argumentación “legal” que justificará la expulsión del presidente Zelaya.

 

La bendición de Washington sigue siendo el factor determinante para el éxito de los golpes de Estado en América Latina. Probablemente bajo la presidencia de George Bush la suerte de Zelaya habría sido, cuando menos, trágica. Ahora, conseguir “la bendición” pasa por una serie de justificaciones legales, tales como una supuesta destitución ordenada por la Corte Suprema de Justicia hondureña. En esencia, el papel de Washington no ha cambiado. Únicamente se ha modificado la manera en que quienes pretenden dar un golpe pueden obtener su bendición.

 

Conviene entonces preguntarse cuáles son las coincidencias que unen a grupos como los empresarios golpistas hondureños, y los Clinton y sus lobbistas estadounidenses. Encontramos una fuerte coincidencia en su visión sobre los Tratados de Libre Comercio (TLC), un punto en el cual las administraciones Clinton y Bush no han tenido sustanciales diferencias y en el cual Obama, pese a la esperanza de muchos, se desliza peligrosamente en la misma dirección de la mano de la alianza con la corriente que encarna la secretaria de Estado Hillary Clinton.

Conviene, pues, desde el movimiento sindical y popular, analizar y llevar al debate la urgencia de profundizar amplias alianzas que hagan posible hacer naufragar las aventureras pero renovadas intenciones de los grupos económicos hondureños

 

Y esa es la pieza que explica con creces la propuesta de Clinton al compromiso del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, un férreo impulsor del CAFTA en su propio país, así como las características de su propuesta de “solución”.

 

Un golpe “lubricado”

 

Resulta también importante analizar, siguiendo el consejo de mister White, quiénes son los aliados en los negocios y en la visión del libre comercio de los golpistas hondureños de cuello blanco.

 

Camilo Atala, que encabeza el grupo financiero FICOHSA, ha sido el administrador de los créditos provenientes de las iniciativas del CAFTA para expandir el comercio y las telecomunicaciones, un negocio que tiene poderosos socios en todos los países de Centroamérica. Jorge Canahuati es un empresario mediático cuya familia posee el periódico “El Heraldo” y mantiene presencia en las principales Cámaras empresariales hondureñas y centroamericanas, en virtud de su importancia en los negocios farmacéuticos y de bebidas que incluyen jugos y leche Sula, así como las franquicias de Pepsi Cola, Pizza Hut y Kentucky. Desde estos intereses, jugó también un papel fundamental en el impulso del CAFTA, tanto a nivel del debate público como del lobby en Estados Unidos, tomando en cuenta también que su hermano Mario fue embajador en Washington en el mismo período.

 

Una mirada aún más atrás también mostraría la vinculación de estos grupos económicos con la financiación y el respaldo político de la guerra sucia a principio de los 80. El análisis de estos negocios a nivel de Centroamérica es un ejercicio interesante y urgente, sobre todo tomando en cuenta que empezamos a ver de lo que son capaces los grupos económicos hegemónicos de la región cuando sus intereses se sienten amenazados.

 

La importante vinculación y las fluidas relaciones entre los grupos empresariales golpistas hondureños y sus socios en los demás países de Centroamérica, han fraguado sin lugar a dudas al fragor del impulso al CAFTA desde sus etapas tempranas y de concepción. El mismo fuego que ha amalgamado las alianzas con poderosos intereses en Estados Unidos.

 

Conviene, pues, desde el movimiento sindical y popular, analizar y llevar al debate la urgencia de profundizar amplias alianzas que hagan posible hacer naufragar las aventureras pero renovadas intenciones de los grupos económicos hondureños. Conviene especialmente reconocer en los países vecinos que el golpismo hondureño está más cerca de lo que pensamos, camina a nuestro lado de la mano de los propios grupos económicos hegemónicos locales que están -en mayor o menor medida- involucrados, comprometidos y atentos al desarrollo de los acontecimientos en Honduras.

 

 

En El Salvador,  Gilberto García

Rel-UITA

28 de julio de 2009

 

 

 

1- Roberto Lobato, The American Prospect, 22/07/ 2009

 

2- Embajador de Estados Unidos en El Salvador entre marzo de 1980 y marzo de 1981, denunció con firmeza la conformación de los Escuadrones de la Muerte y el asesinato de Monseñor Romero. Fue destituido durante la administración Reagan bajo el argumento de no favorecer la solución militar en El Salvador.

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