En muy
poco se diferencia el gobierno actual de Porfirio Lobo de la dictadura que
derrocó a Manuel Zelaya dos años atrás, pero el régimen hondureño ha logrado
lavar su imagen, dicen a Brecha Carlos Reyes y Juan Barahona, dirigentes del
Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) de ese país. La formación de un
Frente Amplio, liderado por Zelaya, para competir en las elecciones de 2013, fue
uno de los centros de esta entrevista.
El 25 de junio unos 1.500
participantes en una asamblea extraordinaria del FNRP, el conglomerado de
movimientos sociales y sectores políticos constituido para luchar contra la
dictadura encabezada por Roberto Micheletti tras el derrocamiento del
presidente Manuel “Mel” Zelaya en junio de 2009, decidió dar forma
a una alianza política con la cual presentarse a las elecciones de 2013: el
Frente Amplio de Resistencia Popular (FARP).
Zelaya,
nombrado coordinador general del FNRP apenas regresó al país a principios
de junio de su exilio en República Dominicana, venía craneando desde
hacía tiempo dar forma político electoral a la Resistencia antigolpista, pero en
el arco de movimientos sociales que componen el FNRP la idea no había
terminado de cuajar.
Algunos de los sindicatos,
organizaciones campesinas, estudiantiles, indígenas, de mujeres que integran el
FNRP temen que con la formación del Frente Amplio el movimiento de
resistencia se embarque en una deriva electoralista que lo aleje progresivamente
de sus “objetivos de transformación social radical” y que lo lleve a pactar con
el actual gobierno de Lobo (continuista del de Micheletti) una
salida para “dar vuelta” la página de la dictadura, según dijo uno de los
portavoces de esta postura.
Zelaya
cree, en cambio, que el FARP es “el” paso a dar para “derrotar al
proyecto oligárquico en el país” y niega que se vaya a bajar de “los principios
antioligárquicos y antiimperialistas que han animado a la resistencia”. La
discusión se dio a lo largo de semanas en las estructuras de base del FNRP,
y la terminó ganando el ex presidente. El plenario de fines de junio, realizado
el mismo día que se conmemoraban dos años del derrocamiento de Zelaya y
un mes después del retorno del ex presidente, refrendó esa opción.
“Una nueva era se inicia
hoy en el país: el comienzo del fin del bipartidismo”, dijo Zelaya a los
frentistas que lo aclamaban. El local del Instituto Central de la capital,
cuentan las crónicas desde Tegucigalpa, estaba poblado de banderas rojinegras
del Frente y de retratos gigantes de Hugo Chávez, Rafael Correa,
Evo Morales, Lula, Dilma Rousseff, Fidel Castro.
“Nadie será excluido del Frente Amplio, sólo aquellos que adhieran al golpismo o
que no compartan nuestro principio básico de combatir la explotación del hombre
por el hombre”, dijo Zelaya, y comentó que la del FARP será “una
propuesta de inclusión social en paz”, que embarcará al país “hacia un
socialismo democrático, un liberalismo pro socialista”.
Juan Barahona,
coordinador general del FNRP en ausencia de Zelaya, devenido
subcoordinador luego del retorno del ex presidente, y ahora otra vez segundo de
“Mel” en el FARP, y Carlos H. Reyes, dirigente del sindicato de
trabajadores de la bebida y uno de los opositores al FA dentro del FNRP,
llegaron a Montevideo el domingo pasado invitados por
Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua
(FUCVAM),
con el apoyo del Comité Uruguayo de Solidaridad con el Pueblo de Honduras y de la Regional
Latinoamericana de la Unión Nacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA).
Ambos afirman que para las
fuerzas que integran “el arco de la resistencia” las cosas han ido evolucionando
favorablemente porque ahora “hay una unidad que era impensable antes del golpe,
y el retorno de Zelaya le sumó fuerza a ese proyecto”, según resume
Reyes. “El imperio y la derecha –dice- pensaban que Zelaya cuando
regresara volvería a su partido de origen, el Liberal”, que lavaría su
propuesta, que sería fácilmente neutralizable. “No lo hizo, al menos por ahora,
y se ha preservado la unidad de acción política y social que había logrado el
FNRP”, dice el sindicalista.
Barahona
y Reyes coinciden en que sin esa unidad les será difícil enfrentar a un
gobierno “absolutamente continuista de la dictadura” pero que ha logrado
blanquearse con “unas pocas concesiones”, como el regreso de Zelaya y
algunas promesas de respeto a los derechos humanos y a la libertad de
organización política que no ha cumplido o sólo en parte.
“Porfirio Lobo no
se diferencia en absoluto de Micheletti, son la misma cosa”, dice
Barahona. “Continúan los asesinatos, las desapariciones, las torturas, las
violaciones a mujeres en las comisarías. Y la misma criminalización de las
luchas sociales que se daba bajo la dictadura”.
Sólo entre marzo y junio
pasados murieron nueve dirigentes campesinos y otros tres desaparecieron en la
zona del Bajo Aguán, escenario de enfrentamientos entre pequeños campesinos y
grandes terratenientes que recurren a bandas de sicarios armados.
Modelos
“La oligarquía, los
grandes empresarios ligados en especial al negocio agrario son el enemigo a
vencer, son quienes impulsaron el golpe y continúan gobernando. El problema de
la propiedad de la tierra es básico en Honduras. También el de la
propiedad de los recursos naturales. Lo que pretende el Frente es abolir el
actual modelo, impulsar transformaciones de fondo”, dice Barahona.
¿En qué piensan cuando
hablan de “abolir el modelo”? ¿Cuál sería la alternativa?, pregunta Brecha a
Barahona. “En la Honduras de hoy, el Estado es un Estado achicado,
sin ningún poder. Queremos revitalizarlo. Se han privatizado los recursos
hídricos y otros. Queremos que sean públicos. En los setenta hubo entrega de
tierras a los campesinos, y desde los noventa, con una ley que se llamó de
modernización agrícola, el proceso se revirtió y esas tierras volvieron a los
grandes empresarios del sector. Pretendemos entregárselas nuevamente a los
pequeños campesinos”.
¿Hay consenso en el Frente
para tomar ese tipo de medidas? “Son parte de sus propuestas. Pese a su
diversidad ideológica, que es su fuerza y su debilidad al mismo tiempo, tiene
objetivos de transformación que son comunes a todos. Uno de ellos es la lucha
contra la oligarquía y los grandes empresarios que están en la base de este
modelo y que son los que dieron el golpe y siguen gobernando.
Cuando se instauró la
dictadura, la resistencia se unificó en torno a dos objetivos precisos: la
restitución de Mel Zelaya y una convocatoria a asamblea nacional
constituyente. Pero el Frente logró aglutinar sindicatos, mujeres, jóvenes,
indígenas, campesinos, maestros, pequeños empresarios golpeados por la crisis,
además de a los partidos de izquierda y a los sectores del Partido Liberal que
apoyaban a Zelaya. Como Frente estuvimos en la calle desde el primer
momento. Eso nos fue estructurando, y en la unidad de acción todos nos fuimos
dando cuenta que sin grandes transformaciones sociales cambiaríamos algo para no
cambiar nada”.
Trampas
La opción de Zelaya de
ponerse a la cabeza de un nuevo partido con pretensiones electorales (todavía le
falta ser reconocido por el Tribunal Supremo Electoral y para ello tiene que
recoger al menos 43.000 firmas de adherentes) dividió las aguas entre los
propios liberales que lo acompañaron en la lucha contra la dictadura. Algunos
decidieron seguirlo, otros volvieron al redil.
Zelaya,
en todo caso, no puede ser candidato en las condiciones actuales. La
Constitución impide a un ex presidente volver a serlo. Modificarla sigue siendo
una de las demandas principales del FNRP, y para promover esa reforma en
el Congreso lanzó una campaña de recolección de firmas que ya superó el millón
doscientos mil. El respaldo masivo a esa propuesta le ha hecho afirmar a
Zelaya que “las fuerzas de la resistencia son hoy la principal fuerza
política del país”.
En caso de fracasar la
reforma constitucional, hay sectores del zelayismo que proponen como candidata
presidencial a la esposa del líder del Frente, Xiomara Castro. “Es una
idea que parte de los sectores liberales cercanos a Zelaya. El Frente no
la ha discutido”, dice Barahona.
Reyes
piensa, por su lado, que el FNRP no puede centrar su acción en preparar
las elecciones de 2013, que tiene demasiadas cosas para atender en el terreno
social. “Vamos a respetar la institucionalidad del FNRP, y si se decidió
ir hacia un Frente Amplio electoral lo respetaremos.
Una división del Frente
sería un descalabro para el movimiento social. Honduras ha tenido el mayor nivel
de conjunción del movimiento social en América Central, y eso hay que
preservarlo. Pero no queremos que el FNRP derive en uno de esos partidos
que solamente se organizan para elecciones.
Tenemos temor de que la
gente que viene de los partidos, que no ha tenido el nivel de lucha que hemos
tenido los sindicatos, las organizaciones campesinas y otros, quiera copar la
nueva estructura y que el Frente Amplio funcione al estilo de los partidos
tradicionales, recreando el viejo bipartidismo de otra forma”.
Reyes
cree que “se ha caído en algunas trampas tendidas por el imperio”. Una primera
fue “cuando Zelaya aceptó la mediación con Lobo que le había
propuesto la canciller de Estados Unidos, Hillary Clinton.
En el Frente pensamos entonces que esa mediación sólo serviría a Lobo,
cuando la OEA había determinado que Zelaya debía ser repuesto en
el gobierno. La otra trampa fueron las elecciones de noviembre de 2009, que
sirvieron para limpiar al régimen”.
Con esas trampas, agrega,
el régimen logró blanquearse “hacia afuera” del país. Al punto de que
Honduras “ya no es un problema”. El sindicalista cuenta un episodio que le
sucedió en Francia recientemente. Lo habían invitado a dar a una charla a
la Universidad de Pau, y los organizadores le habían preparado una serie de
entrevistas con la prensa. Un periodista del diario Le Monde que pensaba
reportearlo le dijo que finalmente no haría la entrevista, que sus jefes le
habían ordenado no hacerla. Honduras ya estaba “fuera de agenda”, le
dijeron.