La
persistente violación de los derechos humanos y la impunidad de la que gozan los
aparatos represivos -legales e ilegales- en Honduras ha sido ampliamente
denunciada y comprobada por instituciones de derechos humanos nacionales e
internacionales. Según estas organizaciones serían casi 200 las personas que
tuvieron que salir del país debido al
peligro que corren sus vidas por la persecución política.
En algún lugar
de la región centroamericana donde se encuentra exiliada, Sirel conversó
con Yuli, cuya
identidad real se mantiene en el anonimato
por razones de seguridad.
Yuli una de las personas que han sufrido en carne propia la violencia y
la represión desatadas después del golpe de Estado.
-¿En qué
trabajaba en Honduras?
-Trabajaba con
una organización de derechos humanos y era ejecutora de proyectos,
específicamente en el tema de la violencia de género y los femicidios. También
soy parte de una red de mujeres que trabaja en las comunidades y soy promotora
legal.
-¿Por qué tuvo
que abandonar su país?
-El golpe de
Estado vino a agudizar la situación de persecución y violencia en todo el país,
sobre todo contra las mujeres. Hay un odio que se manifiesta claramente cuando
nos capturan. Se ensañan contra nuestros cuerpos.
Junto a otras
defensoras de derechos humanos nos comprometimos con la tarea de organizar la
resistencia en nuestra comunidad y denunciar la ilegalidad del proceso electoral
de noviembre de 2009.
Además,
seguimos denunciando la profundización de la violencia de género y el aumento de
los femicidios en la comunidad. Como defensoras de derechos humanos no podíamos
quedarnos calladas.
-¿Cuál fue la
respuesta de los aparatos represivos?
-A partir de
ese momento comenzaron las amenazas y la persecución. Nos tomaban fotos en las
movilizaciones, cuerpos paramilitares llegaban a la comunidad a buscarnos y
fuentes fidedignas nos avisaron que estábamos en una lista negra.
Ante esta
situación abandonamos nuestras casas y nos escondimos. Sin embargo, a mis dos
compañeras les asesinaron el marido y una sobrina de 14 años, y a mí me avisaron
que el próximo objetivo iba a ser mi hija de 19 años.
Finalmente, una
organización de derechos humanos me aconsejó salir del país con mis dos hijas.
Ya tenemos cuatro meses de estar en el exilio forzado y no podemos regresar
porque siguen buscándonos.
-¿Cuáles son
los aspectos más difíciles de vivir en el exilio?
-
Emocionalmente ha sido difícil. Dejar la familia, el trabajo, la lucha. Llegar a
un país donde no se conoce a nadie, sin poder hacer planes para el futuro.
Me hacen falta
muchas cosas, sin embargo creo que mi trabajo ha sido de mucho valor y
compromiso, y no me arrepiento de lo que hice. Ante lo que ha ocurrido en
Honduras no podía quedarme callada.
Hice todo por
convicción, por mis ideales y creo que debemos seguir impulsando un cambio
radical en el país. Quieren desestabilizarnos y dividirnos.
Es por eso que
debemos mantenernos unidos en la resistencia. Es la única forma para cambiar ese
régimen que está controlado por militares y grupos poderosos.
-Porfirio Lobo
insiste en decir que no hay personas exiliadas y que no existe una política de
Estado violatoria de los derechos humanos. ¿Qué opina al respecto?
-Mis hijas y yo
somos la prueba de que sí hay personas exiliadas, y conozco a muchas más que
tuvieron que abandonar Honduras por la política represiva del Estado.
Si hoy lo
podemos denunciar es simplemente porque nos dimos cuenta antes de que nos iban a
asesinar. El terrorismo de Estado es una política del gobierno contra las
personas que han decidido no callar. Pero ya no tenemos ni venda ni bozal. El
pueblo está en las calles y no lo van a poder acallar.