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Honduras

Una cacería humana selectiva

y de baja intensidad

Otro asesinato a plena luz del día

                                   

Poco después del mediodía de ayer, miércoles 24, en la ciudad de San Pedro Sula, alguien llamó a la puerta de Claudia Larissa Brizuela quien estaba cumpliendo 36 años. Al abrir recibió tres balas en la cabeza que la mataron instantáneamente. Claudia era militante en el sindicato de la Alcaldía donde trabajaba, e hija de Pedro Brizuela, connotado dirigente local del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).

 

Este nuevo asesinato terrorista ocurrió en la víspera de una gran movilización programada por el FNRP en la capital, Tegucigalpa, en rechazo a la Comisión por la Verdad, considerada como la puerta de salida hacia la impunidad para todos los criminales involucrados en el golpe de Estado y la salvaje represión que le siguió.

 

Claudia es la tercera víctima mortal en este primer mes de gobierno de Porfirio Lobo. Ya fueron asesinados en circunstancias bastante parecidas Vanessa Zepeda y Julio Funes.

 

Pedro Brizuela, padre de Claudia, vinculó el asesinato a sus actividades en el FNRP, y a un intento de aterrorizar a quienes aún sostienen la lucha por la democracia en Honduras.

 

La represión parece enfocarse ahora especialmente hacia las mujeres, ya que son varias las que han denunciado haber recibido en estos días amenazas directas por teléfono, así como ser acosadas telefónicamente por personas que no se identifican y que anuncian la muerte de sus hijos y allegados. Una de ellas fue perseguida con un vehículo y otra sufrió una golpiza a raíz de la cual perdió un ojo, varios dientes y quedó lesionada en su columna vertebral.

 

La violencia selectiva contra dirigentes de base del FNRP y de sindicatos y organizaciones sociales se ha incrementado desde el pasado 28 de enero, cuando asumió Porfirio Lobo. Su ministro de Seguridad, Oscar Álvarez, ha expresado públicamente que es necesario erradicar a la resistencia porque “ya no tiene razón de ser”.

 

La estrategia implementada por los Servicios de Inteligencia hondureños consiste en sembrar el terror mediante el asesinato público, casi mediático, de los y las dirigentes de base, eludiendo –por ahora- a las personalidades más conocidas de la oposición. Esta estrategia tendría el doble efecto de instalar una “cacería de baja intensidad” con características de terrorismo de Estado para intimidar al pueblo, y, supuestamente, evitar los escándalos nacionales e internacionales mayores que provocarían los homicidios de personalidades más ampliamente reconocidas.

 

Este régimen no gobierna en democracia, no es una democracia. Y ya son varios los que han pagado con su vida esta evidencia. No es en vano que el principal asesor en Seguridad de Porfirio Lobo sea José Félix Ramajo, instructor de la ISA (International Security Academy), con vínculos conocidos con el servicio de inteligencia israelí, el Mossad.

 

En Honduras se está implementando una reedición del terrorismo de Estado de la década de los 80, pero con una variante: la selectividad en el golpe a la base. No hay masacres colectivas, cuerpos mutilados, despedazados, abandonados en los suburbios; aún no hay “magnicidios”. El concepto de represión aplicado ahora es aún mucho más perverso porque utiliza la difusión mediática de las muertes con un mensaje bien claro: “El próximo puedes ser tú, o tú, o tus hijos, parientes, amigos o amigas”. Es la diseminación de un terror que la impunidad amplifica a escala casi universal.

 

¿Qué clase de mente puede producir este tipo de estrategias? Sólo enunciarlo causa asco.

 

La Rel-UITA vuelve a señalar la responsabilidad del presidente Porfirio Lobo en estos asesinatos, así como de los gobiernos que apoyaron el proceso que derrocó a Manuel Zelaya e instauró esta democradura terrorista.

 

La sangre de Claudia, de Vanessa, de Julio y de todas las víctimas del terrorismo de Estado en Honduras debe llegar hasta las pulcras oficinas de la Casa Blanca. El llanto desconsolado de Eduard y Said, de ocho y dos años respectivamente, huérfanos de Claudia, debe retumbar en sus amplios salones y alhajados muros y llenar de vergüenza a este Presidente afroamericano que esparce la guerra y la muerte hablando de paz.

 

La Rel-UITA condena éste y todos los asesinatos sufridos por el pueblo hondureño en su lucha por sus derechos, por su democracia, y continuará denunciando permanentemente a los verdaderos responsables de estos crímenes de lesa humanidad.

 

La comunidad internacional debe reaccionar rápida y enérgicamente, y condenar a los gobiernos que sostienen este régimen inhumano.

 

  

Rel-UITA

          25 de febrero de 2010

 

 

 

 

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